El día de mañana se darán cita un grupo de especialistas, fans y conocedores del universo de las estéticas de ciencia ficción en México y Latinoamérica.
“En el marco del centenario luctuoso de Amado Nervo, pionero de la ciencia ficción mexicana, y los cien años de la publicación de Eugenia de Eduardo Urzaiz Rodríguez, una de las primeras novelas de ciencia ficción escritas en el país”. ..
… se organiza el segundo encuentro de estéticas de la ciencia ficción que promete además de un rico espacio destinado a charlas y conferencias magistrales sobre la línea continua de las representaciones y los procesos estéticos de la ciencia ficción en México (como un conjunto epistémico que permea otras latitudes), también se presentará en la Cineteca Nacional un ciclo destinado a la producción cinematográfica de la ciencia ficción latinoamericana en donde veremos: La región salvaje de Amat Escalante, Ovnis en Zacarpadel guatemalteco Marcos Machado Loria, Branco Sai, Preto Ficade Adirley Queirós de Brasil o Adiós querida luna de Fernando Spiner entre otras.
El seminario y encuentro de ciencia ficción en México que coordina Amadis Ross González y Loreto Alonso Atienza se antoja para una media semana llena de sorpresas, intercambios y producciones en el Cenidiap, Centro Nacional de las Artes, los días miércoles 27 al viernes 28 desde las 10 am y el sábado 29 el ciclo proyectado en la Cineteca Nacional. La entrada será libre y todo está listo para viajar al retrofuturo y al más allá.
Esa
delgada línea entre ficción y realidad, es lo que atrae y seduce a
las masas de seguidores para formar parte de algo mayor: la lucha
entre el bien y el mal. Los luchadores pertenecen a bandos de rudos y
técnicos, de buenos y malos, de santos y demonios que tratan de
construir una leyenda para la cual narran la historia sobre la vida
de un personaje que las más de las veces se funde con la vida misma.
En
el año de 1984 Dave Letterman entrevistaba a André René
Roussimoff quien era y probablemente es la
figura más reconocida de la lucha libre a nivel internacional. André
pesaba más de 250 kilos y medía 2.24 metros de altura. Letterman le
preguntó sobre por cuánto tiempo pensaba seguir luchando.
Roussimoff respondió –No lo sé, quizás esta noche sea mi última
pelea. Nunca podemos saberlo…nunca podemos saber lo que ocurrirá
en el ring.− Con esta frase resumía el lo que representaba subir
a luchar, y mostraba lo que había sido su vida hasta ese momento.
André,
El
Gigante
era como se le conocía en el mundo de la lucha libre, desde niño
debió sufrir por su condición física y esa extraña enfermedad
conocida como acromegalia o gigantismo. La leyenda de este luchador
se inicia desde esa lejana infancia cuando Samuel Beckett era quien
debía llevarlo a la escuela ya que el autobús escolar solía
rechazarlo por su estatura. Tiempo más tarde correría la fortuna de
ser descubierto e invitado a integrarse para dedicarse a la lucha
libre. A partir de ese momento el éxito parecía
inevitable.
Box
Brown un artista de narrativa gráfica
recopiló anécdotas y recurrió a una enorme cantidad de documentos
de todo tipo para reconstruir la biografía de este luchador y darlo
a conocer desde una óptica que muestra la vida de una celebridad
desde lo raro, desde la distinción por su cuerpo.
André
como luchador fue un tema polémico ya que era un personaje que
inspiraba a muchos a luchar, incluso sirvió de pretexto para crear
películas de la serie Rocky. Sin embargo lo que Brown nos muestra no
es simplemente la parte humana de este luchador que la mayor parte de
su vida fue visto y tratado como un verdadero freak,
a pesar de su éxito, de su fama y de su dinero.
Brown
construye un relato en el que evita caer en el drama fácil, a pesar
de que durante toda esta novela gráfica veremos a un André
alcoholizado, sin embrago nunca vemos de manera evidente su
sufrimiento, Brown deja que el lector contemple y resuelva lo que
está ocurriendo. El logro de este autor es que arma en viñetas
limpias con un estilo de dibujo que proviene del cartoon
para traernos la leyenda de un verdadero gigante. Al recorrer sus
páginas nos envuelve con una fuerza que proviene de la narración
simple. No hay en la estructura de sus planchas composiciones
complicadas o rebuscadas, sólo los cuadros clásicos del cómic bien
aplicados y de esa manera sostener la historia.
André
el Gigante, Vida y Leyenda.
Nos hace sentir la grandeza de este luchador en sentido literal. Nos
hace reflexionar también sobre las formas de racismo y marginación
que se ejerce sobre los cuerpos que son diferentes, en este caso muy
diferentes; Además nos muestra cómo hace apenas unas cuantas
décadas aún
se podía recurrir a la formula circense para mostrar lo que se
llamaba fenómenos y de esa manera llenar una arena.
Esta novela gráfica se convirtió de inmediato en un best seller, estuvo por más de tres semanas en las listas de los libros más vendidos del New York Times. También se convirtió en uno de los primeros cómics contemporáneos que se meten al género documental de manera más que brillante y que nos deja pensando durante mucho tiempo sobre la delgada frontera entre lo que es el espectáculo y la realidad, de como la mitología de la lucha libre se recrea a partir de la vida de estos personajes que no sólo buscan ganar si no cumplir una función en ese ring, en ese escenario que para ellos es la vida sin más.
Oscar G. Hernández editor de sección en la Revista Marvin
A través de los
siglos hemos aprendido que la barbarie del poder va acompañada de la
ignorancia, del ego y del yugo de unos cuantos sociópatas que
desafortunadamente llegan al poder ya sea porque tienen un capital
privilegiado o porque su ascender hacia la alta burguesía fue por
hacer favores sin tener escrúpulos, ni conmiseraciones hacia el
prójimo humano, animal o natural, es decir llegaron a la cima del
poder por corruptos.
Para nuestra mala
suerte parece que la historia sólo queda para ser guardada e
ignorada por este tipo de personalidades ricas y corruptas con ansias
de poder, poder y dinero que no se llevarán a la tumba pero que su
mente pequeña y obtusa ignora.
Miedo al pensamiento
El Papiru de
Ipuur, la fortaleza de los espíritus en Persépolis, la biblioteca
de Alejandría, la biblioteca de la Residencia de los Papas en
Letrán, la biblioteca imperial en Constantinopla, la biblioteca de
la Madraza en Granada, la biblioteca Nacional del Perú, la
biblioteca Nacional de Sarajevo, la biblioteca Nacional de Irak y el
museo nacional de Río de Janeiro, todos estos recintos fueron
quemados por gobiernos autoritarios con el temor de que el pueblo
piense por sí mismo.
Fahrenheit 451
La actualidad de
este clásico es indiscutible, Bradbury se refiere a un mundo donde
los libros son peligrosos y por ende deben ser quemados, en esta obra
maestra de la ciencia ficción política aparecen seis personajes
principales y cada uno representa un punto importante de nuestra
sociedad.
Guy Montag: Es un sujeto no mayor de 40 años, no es un personaje ordinario pues esconde libros y eso lo hace ser un corrupto a pesar de que nosotros, los lectores sabemos que no lo es, en el mundo de Bradbury, así se le ve.
Capitán Beatty: El jefe de los bomberos, el orquestador de las quemas de libros, el representante de la ley aún así, en algún momento era similar a Guy incluso en toda la historia se la pasa dando referencias a libros y pasajes históricos de la humanidad, es un desgraciado cultureta que termino siendo el perro fiel del sistema.
Profesor Faber: Está resignado aunque lo entristece saber que los libros ya no llaman la atención de nadie para eso están las pantallas para entretener, es cobarde y prefiere mantener un perfil bajo.
Mildred Montag: Representa el ciudadano ordinario ese que se conforma con lo que dice el Televisor, es ese personaje que utiliza el suicidio para justificar el miedo a la existencia, al ir por más, es la representación de esa parte del pueblo sumiso y conformista.
Clarisse McClellan: Ella parece que es la extraña del grupo pero en realidad es la conciencia, aquella que te susurra un inconformismo, es como un libro de filosofía, es lo prohibido por eso su destino en la novela es incierto, ella es una pregunta constante.
Granger: Este personaje representa la esperanza que hay en la humanidad es valiente y astuto, y a pesar de que su mundo es destruido, él encuentra la manera de sobrevivir, él sabe y nos hace saber que el mundo tiene un ciclo por cumplir como todo en la vida, hay un momento de luz y hay un momento de oscuridad.
La gran Lección o ¿por qué los libros son peligrosos en Latinoamérica?
Una lección importante para un lector en reconocimiento de Fahrenheit 451, es que nos recuerda que no es importante lo que se escriba en un libro sino las preguntas que el libro despierta y eso nos conduce a nuestro devenir como seres racionales y libres.
Actualmente
Brasil y otros países hermanos como Bolivia, Ecuador, Argentina,
Chile y Haití sufren cambios políticos y parece que el
totalitarismo es el común denominador y la puerta de entrada a ese
dudoso pero trágico régimen que ha mostrado ser el neoliberalismo y
su gran fracaso con la democracia, idea política y utópica que
siempre se ha visto mermada por la ambición e ignorancia tanto de
gobernantes como de empresarios.
Al parecer si al mundo se le terminaran sus recursos naturales gobernantes como empresarios sobrevivirían comiendo residuos y respirando metales y CO2, intentando el exilio posthumano.
En este nuevo siglo, el continente latinoamericano vive un neo-oscurantismo donde tristemente la población está sufriendo el embate de la ambición y el fanatismo religioso, de persecución, racismo y censura; Brasil, Chile, Bolivia y ahora Colombia son un espejo donde sus gobernantes para justificar su intolerancia se refugian en la Biblia igual como lo hicieron los cruzados en su momento, de mismo modo que lo hizo el Capitán Beatty pero lo que realmente los mueve es la locura del control y del poder.
Así, que dejaré algunas sugerencias lectivas espero que podamos despabilarnos de lo que ocurre y dejemos a un lado los distractores, que tomemos por más tiempo un libro, adoptemos un gesto de estar más con nosotros mismos y dejemos de evadirnos, que seamos más humanos y menos internautas en un sentido de enajenación hiperconectada.
Propongo que regresemos a Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, que revisemos nuevamente las bases de los contratos sociales en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de los hombres de Jean Jacob Rosseau, recentrémonos en las reflexiones de Nietzsche en Humano demasiado humano. Que nos actualicemos en Los orígenes del neoliberalismo en México de María Eugenia Romero Sotelo, echemos un ojo al Neoliberalismo en América Latina de Luis Rojas Villagra. Otro clásico para revisar las categorías que hoy se tornan insuficientes Liberalismo y democracia de Norberto Bobbio y finalmente Los orígenes del totalitarismo de Hanna Arendt.
Erick Tool es periodista underground, melómano y bibliófilo
Existen algunos temas que pueden ser instrumentalizados como el de la salud mental. Algunas instituciones que se dedican a tratarla y desde los programas públicos atenderla suelen explotar sus consecuencias invisibles. El trabajo de Jorge Mejía sorprendió en estos días al ser inaugurado un proyecto fotográfico que viene de atrás, desde 2009 cuando Paseo en el limbo surge en una de las tantas visitas a un albergue para personas con discapacidad psicosocial. Paseo en el limbo fue recibida en el MAF y aunque han habido legendarias muestras como la Castañeda en este museo, es muy interesante que el proyecto de Jorge Mejía tenga difusión en el Centro de la Ciudad de México, sobre todo para sensibilizar a funcionarios y agentes públicos los primeros que deberían estar atentos a estas problemáticas que cada vez son más amplias.
Aunque los trabajos
sobre hospitales psiquiátricos, albergues y casas de refugio o bien
de encierro suelen estar binariamente tratados, por un lado quienes
se agencian de la violencia y la brutalidad médica de estos espacios
es para entregarlos al sensacionalismo o a la literatura, o también
están quienes en una labor de visibilización logran meter la
problemática en la agenda del gobierno o bien instrumentalizan de
alguna manera la situación de degradación humana para llamar a las
buenas conciencias a sentar compromisos de los organismos que sólo
voltean cuando un tema como la salud mental se sale de los cauces del
control y revientan en la emergencia social. Cualquiera de ambas
posturas pecan de romanticismos que deben ser desmitificados. El
trabajo de Jorge Mejía pensamos es es unos de esos impulsos que
buscan visibilizar la problemática sin quitarle el drama que
persigue la vida y muerte de las personas de estos centros. Sin
embargo, el trabajo más sobresaliente de Mejía es estético, la
fuerza de sus imágenes y en esto coincidimos con su propósito, es
“mostrar su lado humano fuera de la perspectiva médica”
sus series muestran
la fuerza de las personas mismas, el poder de sus rostros, los
ademanes de orfandad, pero también los gestos de lucidez y cadencia
humana, que logran fijar en las imágenes de los retratados, los
tonos más lúgubres, pero también lo punzante de la elocuencia
frente a la condición médica y socialmente normativa.
Jorge Mejía intenta
entonces rebasar no sólo los estereotipos con los que son
generalmente tildadas estas poblaciones, sino logra, los que ya
muchos filósofos entre ellos Foucault y Huberman han sentenciado
sobre la locura, el abandono y la enfermedad, una suerte de
elocuencia permanente frente a la condición obtusa de los discursos
del orden.
…me detuve en medio del puente. Este país está loco, pensé. Nos tienen trastornados. Pasamos de un estado a otro sin mediar transiciones. Me corregí: “En realidad han sido treinta años de transiciones… fallidas”. Lo claro es que algo se desbloqueo, en o con o por el estallido, cayó una coraza, se abrieron vasos comunicantes. Algunas semanas atrás el sentimiento era otro. Pesimista, triste, la opaca realidad reinaba. “El daño es profundo”, era el diagnóstico, “nos convirtieron en zombies, en esclavos, estamos enfermos, sólo nos queda el juicio final, ya no hay esperanza”. “Nada que hacer”, aunque algo hacíamos, poco, pero hacíamos, como por inercia. En eso estábamos, en el libre obrar, cuando el fuego comenzó. Comenzó de noche, aunque lo habían conjurado más temprano los estudiantes secundarios. Un container de basura encendido fue arrojado por las escalas del metro, rodó lanzando chispas, abajo estaba la policía, dispararon a diestra y siniestra, pero luego el humo negro lo inundo todo, los gritos, la poderosa rabia, los hizo huir, se desvanecieron. Salió la poblada, los descontentos, los dormidos. Parece que el fuego los despertó, ejecutó un llamado desde lo profundo. Una fisión nuclear detonó grandes cantidades de energía. Estallaron los vidrios. Supimos que la escala de incendios de Enel efectivamente era de incendios, se quemó, quedo negra, chamuscada. Se quemaron los supermercados, después de que los consumidores frustrados desvalijaran sus bodegas y escaparates. Un denso humo pardusco, producto de varios buses ardiendo, ascendió hacia los cielos de la ciudad desde la intersección de Vicuña Mackenna y Rancagua, convocando a la tribu. El hongo se veía desde los cuatro puntos cardinales, era una señal. Llegaron hordas a bailar a la luz del fuego. Se sacaban fotos en los escombros y sentían crecer un calor distinto en sus corazones. Luego llegaron las lacrimógenas y se nos cayeron las lagrimas, alguien se acercó y nos ofreció agua con bicarbonato, y nos abrazó. El calor en el corazón se avivó. Se multiplicaron las hogueras y las barricadas, se estaba quemando la desigualdad, que está hecha mayoritariamente de plástico. Nos sacaron varios ojos, volvimos a llorar. Ya no había nada que arrojarle a la los guardianes así que, animados por un espíritu minero, llegaron las picapedreras y nos repartieron guijarros. Llegaron las que destruyen las luminarias para que los guardianes no hicieran blanco en nuestros cuerpos. Llegaron las que portaban escudos, las que repartían sándwiches, las que regalaron mascarillas, las que se gastaron el sueldo para compartir antiparras, las apagadoras de lacrimógenas, las de los primeros auxilios. La primera línea era un hormigueo oscuro e incandescente. “Ah, Georges Sorel, ¡tenías tanta razón!”, pensé. Desconfío de las metáforas biológicas, pero fue inevitable pensar en los anticuerpos, expulsando al virus, o la infección. Este calor es la fiebre. El corazón ya era una brasa. Se armaban bandas de música espontáneas en las esquinas, que tocaban El derecho de vivir en paz; llegaba un trombón, una trompeta, un saxo, un tambor y se sumaban las voces. La braza latía. Entonces ese cuerpo frío, que parecía muerto, al que le habían extraído la sangre, comenzó a bailar. Despertó. Se erigió una pira monumental en Plaza Italia, que a esa altura ya le habían cambiado el nombre, ahora se llamaba Plaza de la Dignidad, y la pira era parte constitutiva del fuego fundamental. La manada hizo una danza y un pacto a su alrededor. Alguien dijo: “Volvimos a querernos”, y parecía ser cierto; otro dijo: “Estamos volviendo a ser un pueblo”, y también parecía ser cierto. Comenzamos a escribir, lo rayamos todo, faltaron paredes en la ciudad para los pensamientos, no había dónde poner un “sí” o un “no”. Después comenzamos a hablar, y no hemos parado, como si hubiésemos guardado silencio durante siglos. Parece que teníamos temas pendientes. Afloraron los significantes, se desplegaron, y fue como una terapia, pero diferente, porque era gratis y al aire libre, el fuego trajo la felicidad, gritamos sapos y culebras. Había algo en el fondo. Lo reprimido, dirán los psicólogos. El retorno de lo reprimido, como si fuese el título de la segunda parte de una saga. Continúa un repiquetear constante de cacerolas, de sirenas, de helicópteros. Duermo mal, siento como si un alien se estuviera incubando dentro de mí. Enciendo la tele. El rector de la universidad, arrogante intelectual, seguía pensando que era un mero berrinche juvenil. “Lo que es no entender nada, lo que es estar lejos de la tierra”, pensaba, pensábamos. Me di cuenta que en mi pensaba la horda primitiva, la manada. Lo que se estaba reconstituyendo era lo que los sociólogos llaman el “tejido social”, que es un tejido orgánico. Un órgano, un organismo. Alguien pasó con una pancarta tejida a crochet, y todo tuvo sentido. Se teje lo común, se quema lo individual. Me sentí privilegiado de estar ahí, en la calle, de sentir el calor del asfalto. Vi pasar un selknam, Kotaix apareció de entre los árboles, arrojando piedras. Se me llenaron los ojos de lágrimas. ¡De repente se pone a temblar! “Este país es maravilloso”, se me escapó, en voz alta. ¡Y yo que hasta hace poco me quería ir! Se incendia la esquina de Santa Rosa con Alameda, se quema un McDonal’s, me estremezco de ternura. Luego pasaron los heridos, los baleados, los asfixiados, y me vuelvo a estremecer, pero de rabia. A los que caen, los encapuchados los levantan, les pulverizan agua, les dan aliento, les limpian la cara. ¿Qué concepto los mueve?, ¿por qué arriesgan sus vidas, sus ojos, su integridad?, ¿por quién?, ¿por qué hay quienes no lo hacen?, ¿por qué hay quienes los desprecian? Como si hubiese estado concertado, pero improvisando, todos sacaron sus celulares y emitieron luces al cielo, en un enjambre, la imagen la captan los drones. Se me eriza la piel. ¿Dónde estarán los muertos ahora?, ¿por qué no hemos ido con ellos al cementerio? “No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre”, pensé en Los Enemigos, en los políticos profesionales que están pactando. Las estatuas de los conquistadores son derribadas, se estampan contra el suelo; las de los militares asesinos, héroes de la patria, son decapitadas. ¡Ah, que comprensión tan acabada de la historia! Al regresar al barrio el fuego danzaba a un costado de Plaza Brasil, arrojaron a la hoguera un cajero automático extraído de la farmacia, ¡era tan precisa la postal! Para venderla en Correos de Chile. Desde los árboles colgaban como guirnaldas los rollos de papel extraídos de las máquinas registradoras. Igual que en Apocalíspsis Now, el fuego nos iluminaba las caras, podíamos ver nuestros rostros, descubiertos y encapuchados, todos con los ojos brillantes. Todos los fuegos, el fuego, el mismo de la barricada de los ochenta, porque el fuego tiene memoria. Quiero pensar que en esa hoguera una maldición antigua se quemó y que algo nuevo se está templando. Sería difícil describir la felicidad que vi en la mirada de mi amigo Elías, era algo traslúcido, que solo he visto en los ojos de los animales genuinamente dichosos. “Creí que nunca iba a vivir esto –me dijo–, el país entero diciendo “Basta”, rebelándose”. El fuego nos hizo hermanos, pero llegar hasta aquí nos costó un ojo de la cara, varios ojos.
Las imágenes pasan como ráfagas de viento, me fijo en las manos, en las diferentes formas de ponerse una capucha, en el anonimato, en la afectividad. Algo que los que viven en la burbuja no conocen, pobrecitos. Que vidas miserables las suyas, aferradas al mal entendido “privilegio”. Salió la luna llena, hay algo de salvaje en Plaza de la Dignidad. Escucho aullidos de perros negros. Parado en medio del puente, no puedo contener las lágrimas… Sigo, y cruzo el río.
Moro Maxwell es Doctor en Letras Modernas por la UNAM
Hablar de la manicomización y la locura resulta complejo, comenzando por la definición que han dado diferentes organismos e instituciones que la han definido como discapacidad psicosocial, como es el caso de la organización Voz Pro Salud Mental que la define como:
“la inhabilidad de poder interactuar con la sociedad de forma aceptable culturalmente, careciendo de habilidades para interactuar con otros de forma eficiente y congruente”
Por consiguiente, aquella persona que sea diagnosticada con estas características deberá seguir un tratamiento en alguna institución psiquiátrica, (antes manicomio) que actualmente sigue reproduciendo estigmas que impiden el acceso a una vida digna, pues a través del disciplinamiento corporal se pretende que los usuarios se rehabiliten, resultado de un ejercicio que los despoja de su voz y sus derechos. Y pese a tener una Organización Mundial de la Salud es que se refiere a la sociedad y al entorno urbano como a las “limitaciones” que impiden tener una vida digna a este grupo, refiriéndose al modelo social de la discapacidad, la situación de estas personas no ha cambiado en años.
El ejemplo más claro es la obra de Jorge Mejía, quien a través de Paseo por el Limbo nos presenta una investigación realizada desde el año 2009, que a modo de denuncia,
“muestra fotográficamente la cotidianidad de diferentes personas al interior de instituciones psiquiátricas en la Ciudad de México”.
La inauguración de Paseo por el Limbo se llevará a cabo el jueves 14 de noviembre a las 18:30 horas en el Museo Archivo de la Fotografía. El trabajo de Mejía nos invita a reflexionar acerca de este tema poco abordado en recintos fotográficos, pero sobre todo,
“muestra la situación de un sin número de personas que han pasado y siguen en estos espacios de encierro”
Una exposición que valdrá la pena ver, en la medida en la que el museo sea un verdadero espacio de visibilización de proyectos así de relevantes.
Los últimos hechos me han terminado de convencer
que ya estoy muy vieja, no solamente por lo que me ha tocado vivir en
cuerpo, sino también por la memoria de mi padre y mi madre.
Me queda en la memoria los relatos que mi viejo me
hacía de su vida como pongo de una hacienda en Tupiza, la
prohibición de hablar quechua porque era un idioma que sólo te
llevaba al atraso, su alegría en el 52… me queda también los
relatos de mi madre en la masacre de la noche de San Juan en Catavi y
Siglo XX, por eso ahora al escuchar los aviones militares me hizo
apagar la luz y poner colchones en las ventanas. He pasado la
dictadura de García Mesa, recuerdo aún los planfletos que mi papá
escondía y alguno que otro universitario que se quedaba bajo la cama
de la habitación en la que todos dormíamos. Muy joven y como parte
de la Cruz Roja fui parte del comité de abastecimiento de la Gran
Marcha por la Vida el 85, vi llorar a los mineros de regreso y
destrozar la vanguardia minera.
Años más tarde como dirigente estudiantil me
plegué a la gran Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad,
ahí conocí a Evo Morales, Fernando Untoja y otros dirigentes,
estuve en varios congresos cuando se intentaba construir el
Instrumento Político del MAS y he acompañado al menos dos marchas
de los cocaleros, he tenido el honor de marchar con Leonida Zurita y
otras valerosas mujeres cocaleras, he compartido con ellas la
angustia de dejar a nuestras wawas al cuidado de alguien, así que se
bien que la foto de Morales de su última noche en el Chaparé es
cualquier cosa, las hermanas le guardaban siempre la única cama que
encontrábamos donde nos tocaba dormir, porque al hermano Evo siempre
se le cuidaba.
Como parte de Derechos Humanos, me ha tocado estar
en Patacamaya durante la guerra del gas, el mismo día que llegaban
los mineros y estar presente cuando las avionetas sobrevolaban y
mataban al menos a dos, he visto sus cuerpos inertes y la rabia y la
impotencia de todas y todos… he odiado a los milicos y pacos
siempre.
He sido parte de la fundación del Consejo
Nacional de Ayllus y Markas de Qullasuyo (CONAMAQ) y he marchado con
mis hermanos y hermanas por la nueva constitución y he llorado con
ellos el día de su aprobación… de igual manera he participado
activamente de VIII Marcha Indígena en contra la carretera por el
TIPNIS, he visto a mis hermanos y hermanas ser golpeados,
amedrentados, ninguneados… igual he visto como destrozaron el
CONAMAQ luego de su apoyo militante a la Marcha contra el TIPNIS, he
visto a los grupos de choque del MAS destruir, golpear y tomar junto
a la policía sus oficinas, peleando entre hermanos, golpeando a
nombre del proceso de cambio…
Y aquí estoy ahora, en medio de una barricada barrial y un despliegue militar preguntándome ¿contra quién peleamos? ¿de quién nos tenemos que defender…?
A lo largo de estos años ha muerto mucha gente,
muchos han quedado heridos y mutilados para siempre, pero no he visto
justicia, Goni no paga ninguno de sus crímenes, Chaparina (la
represión a la Marcha de TIPNIS) no tiene a nadie procesado, ya no
recordamos los nombres de los muertos de la guerra del agua, tampoco
hay nadie procesado por la brutal represión al pueblo Guarani Tacobo
Mora el 2015.
Entonces ¿quién es el enemigo? ¿Quién tiene la verdad?
No dudo que hay muchos intereses detrás, los Estados Unidos, China, Rusia, las corporaciones, los de siempre, siempre los de siempre, con nuevas caras, pero los mismos discursos y al otro lado el pueblo, el que siempre tiene que poner la sangre.
Tengo mi Whipala hace mucho, compañera de marchas y rituales… y hoy más que nunca me reconozco como hija de dos grandes naciones los Chichas y los Charkas Qara Qara, algo que sabíamos con absoluta claridad con el proceso constituyente es que independientemente de todo, las cosas ya no retrocederían, por eso no me sorprende todos los actos de repudio a la quema de la Whipala, creo que muchas y muchos tenemos claridad que está lucha en particular no es, ni ha sido una lucha para apoyar a la derecha, ni al fascismo galopante que anda de la mano de la biblia y la misoginia. Pero, ¿quién dio poder al caudillismo del facho Camacho?, un don nadie que de pronto se presentó como el salvador de un fraude, ¿quién impulso el juego de las cartas? ¿quién empezó a darle el papel de héroe – víctima…?
A pesar de mi largo camino, no tengo militancia política, más de una vez me han dicho que de buenas intenciones está empedrado el infierno, porque no basta ser buena gente para pelear… no tengo la verdad, pero tengo la certeza de que nunca me he equivocado de lado, siempre a pie con mis hermanos y hermanas. Desde ese caminar sé que no hubo un golpe de Estado, llegamos a este momento luego de violar una y otra vez las mismas reglas con las que se juega a la democracia… las reglas que se inventan una y otra vez.
Me pregunto si las al menos 4 muertes de estos
días serán juzgadas, si son juzgadas ¿quiénes irán a la cárcel?
¿Los autores materiales que igual es gente de base? ¿Vale la pena
matar, golpear por gente que no se va ensuciar los zapatos en al
menos ir a verte a la cárcel? ¿Vale la pena morir por alguien no
ira ni a tú velorio?
Estos días he tenido mucha rabia, mucha bronca… y es que ya estoy cansada de ver a mis hermanos y hermanas ser usados como carne de cañón, una y otra vez, aferrándose a cualquier caudillo con un hilo de esperanza, me he cansado de ver a los héroes que se proclaman salvadores de indios, mientras humillan a las mujeres públicamente y firman acuerdos con las transnacionales y conceden minas sobre territorios indígenas (Evo aprobó 207 contratos mineros días antes de las elecciones, eso sin mencionar que firmó acuerdo con la transnacional canadiense Prophecy Developmet Corp para explotar Pulacayo)… sí, la whipala no volverá a esconderse, pero no olvidemos que en este pedazo de mundo hay más pueblos que han sido pisoteados una y otra vez y no hemos escuchado las voces de defensa a sus derechos, no se han indignado contra el hermano Evo por mandar a apalear a mujeres, wawas y ancianos… a riesgo de que me linchen me pregunto: ¿será que un símbolo vale más que los cuerpos de estas hermanas y hermanos?
Cómo hemos hablado con varias y varios. Toca volver a tejer, toca volver a construir, toca mirarnos y reconocer las viejas heridas… entre tanto y mientras cae un poco de lluvia seguimos en vigilia, en mi cuadra viven dos funcionarios de algún ministerio, un señor que vive de vender plantitas en el mercado, dos comerciantes, la tendedera de la esquina, un chofer de minibus… nosotros y los vecinos de las cuadras paralelas estamos aquí… protegiendo nuestras casas, defendiéndonos y aún no sé ¿de quién nos defendemos…?
Mi única certeza en este momento, es que ni el
caudillismo machista, ni la derecha fascista tienen ya cabida en
nuestras vidas.
Jallalla
Aurelia Canelas es miembro del Colectivo Territorios en Resistencia
Más escalofriante y preocupante que el rápido avance de la ultraderecha me parece la total incapacidad de la llamada “‘#izquierda” de pensar de forma medianamente compleja lo que está pasando en el mundo, de formular discursos más allá de narrativas simplistas y anticuadas, su inquebrantable fidelidad a y fe en los grandes caudillos (hombres) políticos, su profundo y desesperante rechazo de cualquier autocrítica. Lo último que les queda de hacer es reunirse, cada medio año, bajo el techo de un “antiimperialismo” vacío para defender de forma intransigente a los #Ortega, #Maduro o #Evo (e incluso a los Putins y Assads). Su mayor “triunfo” es la salida de la cárcel de #Lula.
En América Latina llevan 15 años diciendo que ante el ataque del imperio o de “la derecha”, no es momento de criticar (en otras partes del mundo son unos años más, unos menos). Hoy por hoy, la “izquierda” no es más que una bola de gentes y organizaciones cuyo único proyecto parece ser la defensa de lo poco que les queda de espacios de poder en el estado. El avance de las ultraderecha es ciertamente muy preocupante, pero más preocupante aún me parece pensar que no tenemos nada que oponerles, porque no tenemos un campo de habla y de acción compartido – por lo menos no un campo que se llamaría de “izquierda”.
Ese campo dejó de tener sentido, dejó de tener capacidad de interpelación y dejó de ser. La oposición a la #derecha (y la construcción de un mundo mejor) no pasa por la izquierda, sino por otra cosa que no tiene – y quizás nunca tendrá – un nombre que lo abarca todo.
Börries
Nehe es latinoamericanista por la UNAM y actualmente coordinador
del grupo de investigación sobre autoritarismos y contra-estrategias
de la fundación Rosa Luxemburg.
Este domingo Evo Morales anunció su renuncia, una dimisión forzada a la presidencia del Estado plurinacional de Bolivia. Las razones vienen de un cruce de circunstancias que hacen de su lectura un escenario sumamente complejo a los ojos de sus propios ciudadanos, un golpe de Estado olímpicamente orquestado desde la embajada de los EU, la OEA y la ultraderecha boliviana. Los discursos de odio y racismo que provienen principalmente de los adversarios políticos de Morales (Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho) se cruzan con el proceso electoral del 20 de octubre pasado, con una mínima diferencia porcentual del 10 % que favorece a Morales sobre los puntos de Mesa.
Tras los resultados y después de acusar los comicios electorales de un supuesto fraude por la misión de observadores de la OEA, la respuesta también de sectores populares que no han encontrado en las últimas políticas de Evo una postura clara frente a las promesas de nacionalización de sectores energéticos y productivos, principalmente alimentarios, han dejado un campo de acción a una ultraderecha oportunista del Comité Cívico de Santa Cruz que se ha aprovechado de la coyuntura para hacer un llamado violento y de persecución a derrocar al Estado plurinacional e incendiar su principal símbolo: la Whiphala. Corporaciones empresariales, de seguridad y del ejército han participado de un clima de inestabilidad que pareciera ya orquestado desde hace más de una década con un proyecto reaccionario, racista y fanático.
Este golpe es un golpe múltiple, pero es un golpe político fundamentalmente a “las mujeres, a sus organizaciones sociales e indígenas”, es un golpe que no sólo debilita el estado de derecho, sino a las corporaciones sociales del estado plurinacional quienes fueron ganando terreno en material constitucional y social.
Bolivia se encuentra en entredicho y si bien Evo Morales tuvo muchas críticas y demandas sociales por su probable permanencia en el poder, lo cierto es que las políticas y reformas impulsadas por “el proceso de cambio” quedarán en manos de quienes ven en estas reformas obstáculos para implantar la religión, el ostracismo, el saqueo y un plan de exterminio social por los dineros del Capital.
El futuro para los pueblos indígenas sin Evo es ineludible visto desde las mismas organizaciones indígenas a quienes “el proceso de cambio” también les trajo una carga de victimización, estereotipación y racismo concebida desde el mismo gobierno de izquierda. El balance seguramente lo tendrán las asambleas comunales quienes decidirán por encima del ejército, la policía y los fanáticos religiosos su próximo destino.
En esta emisión Carlos Jager, Eriktool y Álvaro Rodríguez platicaron sobre el secreto y el arte de ocultar la información. Cuál es la técnica y la estrategia que los servicios de inteligencia persiguen con la confidencialidad y la obliteración de la información.