Zona Tropical

Álvaro Rodríguez

19 grados, a veces 21 y cuando empieza a mermar la humedad y de regreso de unos sorbetes en la Pola de Santa Lucía, el Centro de Artes Visuales de Mérida nos da la bienvenida con una fachada de época, una pared descarapelada con sus herrerías oxidadas y sus maderas infranqueables, un piso de granito a cuadros que define la entrada hacia unas arcadas que delimitan el patio central, un lugar de una delicia lumínica y de calma chicha.

Es una fortuna tener a Rosa Arteaga curadora de Zona Tropical como guía de una muestra representativa de la actividad artística y fotográfica de toda la Península. Y no sólo de Mérida, también de Quintana Roo y Campeche, los fotógrafos y artistas visuales que participan de Zona Tropical,

“son una mirada sensible y atenta de la temperatura fotográfica de la zona”.

Los friches de Oso Sánchez son el ejemplo de como se puede producir desde la fascinación, desde la imaginación, la intervención inimaginable del paisaje. Su obra un igloo, una guarida poliédrica ahí abandonada en medio de un arroyo tropical, unas esculturas fantásticas deslocalizadas en los desiertos yucatecos o una figuras carcomidas por la humedad se reiteran en su serie fotográfica que además de coloridas son en extremo poéticas. Zona Rosa, el políptico de Alexa Torre nos golpea con esa liminalidad entre lo cursi y lo erótico del rosa, un paroxismo de coloración que tiñe los objetos cotidianos en un catálogo de sublimininalidades que estallan lo femenino en un ejercicio de reconceptualización y uso del género. Una mezcla también de personas de una trayectoria incontestable como la de Eduardo Arco y sus platas sobre gelatina que evocan el tiempo y las inscriben en otros linderos de la poesis visual. La mirada diversa y los puntos de vista sobre el campo y la visión del desarrollo agrícola de Robin Canul, también los retratos mágicos y espirituales de los pueblos originarios de Yucatán en papel algodón de Pedro Tec, el ensayo crítico de Anel Suaste en Fuji Instax, Veneno letal para el sistema, una intervención manual sobre el interior y el exterior del retrato, las obliteraciones de la imagen, los ácidos sobre el rostro sugieren la violencia con la que el medio puede aproximarse a fenómenos tan evidentes como la agresión física o la desaparición misma. Las escenas de tejidos imaginarios ya conocidas de Lizette Abraham que resultan de una delicia palatable para la mirada o bien, la reflexión sobre la fragilidad de la vida y la celebración catártica de la muerte en la serie A dónde vamos de Cuauhtémoc Moreno, son tan sólo algunos ejemplos de lo que en esta temporada podrán encontrar en el Centro de Artes Visuales de Mérida.

Visiten el CAV podrán darse un postre escópico y después degustar en el manjar blanco una triada de salbutes y platillos de la región que no les dejará una sola duda de que vivir el centro de Mérida va más allá de su estatus temperamental y gastronómico, sino de la gestión ejemplar y la digestión cultural.

Álvaro Rodríguez es historiador

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¿El derrumbe de la estatua?

Álvaro Rodríguez

La enorme aportación del museo universitario de arte contemporáneo de la UNAM en la formación de públicos es incontestable. Sería imposible nombrar aquí en lo que lleva de vida el recinto, la ingente cantidad de exposiciones, temas y dispositivos museográficos puestos a prueba en sus interiores. Otra enorme aportación de su labor es educativa y de mediación con sus públicos. Su inteligencia inicial de poner a disposición sus catálogos en formato electrónico resulta de un compromiso sin parangón en el continente, con la formación de un centro de documentación especializado en arte contemporáneo y con una abierta difusión electrónica de sus catálogos, no sólo para su venta en físico que claramente vale mucho la pena adquirir, el Museo es más que un proyecto cultural, es una casa de formación para la crítica y la producción artística. En esta tesitura convengamos en comentar una exposición y un catálogo que ayuda a entender el paso de lo que José Luis Barrios en El derrumbe de la estatua, ha llamado “lo conmemorativo” hacia las prácticas de transformación de esos artefactos llamados monumentos.

El texto curatorial para la exposición del mismo nombre tuvo lugar en el MUAC y es de una actualidad muy evidente en el contexto de las manifestaciones feministas en el espacio público. Este catálogo debería ser leído aquí y allá, y casi procurar su distribución en librerías de Taibo II para darle visibilidad a la crítica de las empresas y políticas del Estado que se ocupan de dominar el espacio público desde hace más de un siglo, en un espíritu conmemorativo y de celebración. El derrumbe de la estatua supone una negociación democrática por establecer un debate sobre el estatuto del espacio público, su ocupación y su simbolización. También a través de la intervención se pone en juego la legitimidad de quién debería y tendría el derecho a ocupar los espacios de memoria, los imaginarios políticos y los símbolos del régimen. Para una generación milenial que creció con el MUAC, el derrumbe de los monumentos obedece a un derecho de accionar con soberana libertad el espacio público a través de:

“la intervención, situación y acción como crítica y derrumbe de monumentos, ya sean imaginarios, simbólicos o reales”…

Jose Luis Barrios, El derrumbe de la estatua, Folio, MUAC-UNAM, p.14.

…un espacio lleno de estatuas y monumentos producto de una historia patriarcal que le habla a los caudillos y a los patriarcas que nacieron y vivieron en el porfiriato y la revolución mexicana, personajes que caen uno a uno en esta era de la hiperconexión desideologizada o construida por valores distintos al orden y al progreso decimonónico.

¿Por qué molesta tanto las acciones y las intervenciones a mausoleos y cementerios del pasado?, porque en ellos lo que se conserva y se preserva es el imaginario del régimen, el patrimonio del Estado basado en piedras sepulcrales y prístinas que custodian el mito falocrático y fundacional de la nación. Esta monumental ciudad es el adversario epistémico que están enfrentando las mujeres en su andar cotidiano, en su posicionamiento político, en sus demandas ciudadanas de respeto. Es con el derrumbe de estos símbolos, a los que de modo irrenunciable el ciudadano tendría que contestarle a la violencia sistémica del Estado.

La desaparición, el acoso y la violación son símbolos implícitos de estos mármoles blancos, de estos laureles y fascios que ornamentan las beneméritas glorias de la historia de bronce de un país colonizado, emancipados de sus colonizadores y doblegado y aplastado por sus gobernantes.

Frente a ello, la reacción de amplios sectores, incluidas algunas mujeres convencidas de la función de patriarcado denostan la protesta, la intervención a esos hitos fundacionales del poder y desacreditan toda crítica que pueda darle voz a la discrepancia y al repudio de las estructuras perpetradoras de la violación al cuerpo político femenino. En buena medida si el movimiento feminista sabe accionar estéticamente en el espacio público es porque alguna repercusión en la teoría como en la práctica está siendo críticamente leída y perfectamente aplicada bajo el lema: “en México como entre las naciones el respeto al cuerpo ajeno es la paz y si no, la guerra”.

Álvaro Rodríguez es historiador

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La estética profunda de los rostros

Álvaro Rodríguez

Existen algunos temas que pueden ser instrumentalizados como el de la salud mental. Algunas instituciones que se dedican a tratarla y desde los programas públicos atenderla suelen explotar sus consecuencias invisibles. El trabajo de Jorge Mejía sorprendió en estos días al ser inaugurado un proyecto fotográfico que viene de atrás, desde 2009 cuando Paseo en el limbo surge en una de las tantas visitas a un albergue para personas con discapacidad psicosocial. Paseo en el limbo fue recibida en el MAF y aunque han habido legendarias muestras como la Castañeda en este museo, es muy interesante que el proyecto de Jorge Mejía tenga difusión en el Centro de la Ciudad de México, sobre todo para sensibilizar a funcionarios y agentes públicos los primeros que deberían estar atentos a estas problemáticas que cada vez son más amplias.

Aunque los trabajos sobre hospitales psiquiátricos, albergues y casas de refugio o bien de encierro suelen estar binariamente tratados, por un lado quienes se agencian de la violencia y la brutalidad médica de estos espacios es para entregarlos al sensacionalismo o a la literatura, o también están quienes en una labor de visibilización logran meter la problemática en la agenda del gobierno o bien instrumentalizan de alguna manera la situación de degradación humana para llamar a las buenas conciencias a sentar compromisos de los organismos que sólo voltean cuando un tema como la salud mental se sale de los cauces del control y revientan en la emergencia social. Cualquiera de ambas posturas pecan de romanticismos que deben ser desmitificados. El trabajo de Jorge Mejía pensamos es es unos de esos impulsos que buscan visibilizar la problemática sin quitarle el drama que persigue la vida y muerte de las personas de estos centros. Sin embargo, el trabajo más sobresaliente de Mejía es estético, la fuerza de sus imágenes y en esto coincidimos con su propósito, es

“mostrar su lado humano fuera de la perspectiva médica”

sus series muestran la fuerza de las personas mismas, el poder de sus rostros, los ademanes de orfandad, pero también los gestos de lucidez y cadencia humana, que logran fijar en las imágenes de los retratados, los tonos más lúgubres, pero también lo punzante de la elocuencia frente a la condición médica y socialmente normativa.

Jorge Mejía intenta entonces rebasar no sólo los estereotipos con los que son generalmente tildadas estas poblaciones, sino logra, los que ya muchos filósofos entre ellos Foucault y Huberman han sentenciado sobre la locura, el abandono y la enfermedad, una suerte de elocuencia permanente frente a la condición obtusa de los discursos del orden.

Álvaro Rodríguez es historiador

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Foto: Jorge Mejía
  • Galería I
  • Galería II

Paseo por el limbo

Emilio Fuentes

Hablar de la manicomización y la locura resulta complejo, comenzando por la definición que han dado diferentes organismos e instituciones que la han definido  como discapacidad psicosocial, como es el caso de la organización Voz Pro Salud Mental que la define como:

 “la inhabilidad de poder interactuar con la sociedad de forma aceptable culturalmente, careciendo de habilidades para interactuar con otros de forma eficiente y congruente

Por consiguiente, aquella persona que sea diagnosticada con estas características deberá seguir un tratamiento en alguna institución psiquiátrica, (antes manicomio) que actualmente sigue reproduciendo estigmas que impiden el acceso a una vida digna, pues a través del disciplinamiento corporal se pretende que los usuarios se rehabiliten, resultado de un ejercicio que los despoja de su voz y sus derechos. Y pese a tener una Organización Mundial de la Salud es que se refiere a la sociedad y al entorno urbano como a las “limitaciones” que impiden tener una vida digna a este grupo, refiriéndose al modelo social de la discapacidad, la situación de estas personas no ha cambiado en años.

El ejemplo más claro es la obra de Jorge Mejía, quien a través de Paseo por el Limbo nos presenta una investigación realizada desde el año 2009, que a modo de denuncia,

“muestra fotográficamente la cotidianidad de diferentes personas al interior de instituciones psiquiátricas en la Ciudad de México”.

La inauguración de Paseo por el Limbo se llevará a cabo el jueves 14 de noviembre a las 18:30 horas en el Museo Archivo de la Fotografía. El trabajo de Mejía nos invita a reflexionar acerca de este tema poco abordado en recintos fotográficos, pero sobre todo,

“muestra  la situación de un sin número de personas que han pasado y siguen en estos espacios de encierro”

Una exposición que valdrá la pena ver, en la medida en la que el museo sea un verdadero espacio de visibilización de proyectos así de relevantes.

Finalmente comparto una Carta a los directores de asilos de locos, escrita en 1925, por Antonine Artaud.

Emilio Fuentes es antropólogo por la ENAH y miembro del Colectivo La Lata

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Mariposas de piedra y fuego

Álvaro Rodríguez

Georges Didi Huberman explica en “El mensaje de las mariposas”, Por los deseos, fragmentos sobre lo que nos levanta en Sublevaciones, como la tradición de las octavillas deviene de un gesto, de un último gesto en medio de la catástrofe humana, (la guerra). Les brulots toman vuelo para resistir y subvertir el poder opresivo. Las octavillas, panfletos, escritos, textos, memes y carteles a los que me refiero son aquellos que Huberman llamó en este texto “mariposas” papillons, papelitos que tenían por facultad tomar el aire del espacio público, asir la ráfaga del viento, subirse al tornado y hacer de suyo el firmamento, sin pretensión alguna que la de llegar a su destinatario, aquel que levantaría esas voces ocultas entre los dobleces del papel y el juego de los lenguajes:

“No basta con desobedecer, también es urgente la desobediencia-el rechazo, la llamada a la insumisión-se transmita a los demás en el espacio público”.

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.112.

“¿Levantarse? De entrada levantar el miedo sin duda. Arrojarlo muy lejos. Dicho de otra forma, tirárselo en la cara a aquellos que obtienen su poder gestionando nuestros miedos”

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.113.

Así las octavillas o brulots son aquellos textos que combaten la opresión desde la rebelión.

Las mariposas al contrario de los carteles, estas se elevan por el cielo “llevando su mensaje de rebelión”, donde se pregunta Huberman:

“¿De qué sirven estas pobres mariposas que como último recurso instan a las nubes a la rebelión, cuando los mismos jóvenes rebeldes, justo debajo se dejan asesinar por la policía?”

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.113.

Estas mariposas en su momento sirvieron para “persistir y resistir pese a todo”, para hacerle frente a “los usos de la muerte”, a “la violencia de la ley policial”. Estas mariposas en el actual contexto chileno, han tomado forma de textos, videos testimoniales, conciertos en los espacios públicos que confrontan el toque de queda, fotografías que celebran la toma de las plazas y de las calles, carteles que denuncian y convocan a las marchas del cacerolazo y delinean indefinidamente un levantamiento permanente, “ESTO NO PARA”.

Estas mariposas constituyen un terremoto en el centro de las oligarquías, son un incendio de las jugosas inversiones y el mercado sin escrúpulos, son la ardiente gasolina que incendia a políticos mediocres y sus pactos disecados.

Al frente de la resistencia, antes de la molotov que le reventó a dos carabineras en la primera línea del cuerpo represivo como señuelos en campo de batalla, se eleva el brazo que lanza la piedra como inverosímiles proyectiles frente a las escopetas y los cartuchos de perdigones descargados contra la masa, esas piedras que antes se pateaban en una canción de los prisioneros, y que forman parte del repertorio del levantamiento, la técnica y la táctica de la multitud.

Una mariposa incendiaria del mayo del 68, reproducida por el Movimiento 22 de marzo en París, según Huberman prevenía de los gases y equilibraba el combate:

Contra los gases
Medidas preventivas
A falta de máscaras antigas:
gafas de bucear, de moto, de esquí, etc.
(herméticas)
Tener en la boca medio limón “para la respiración”, ropa alrededor de la nariz y de la boca.
No quedarse en la nube de gas, derramar agua en la ropa para tapar la boca, abrir las llaves de paso de agua, no mojarse con agua los ojos, ni la cara, porque puede producirse una emanación de productos tóxicos. No respirar los gases de granadas ofensivas, hacen mucho ruido cuando explotan. En la epidermis aplicar una capa de maquillaje o crema grasa.
Para los ojos: colirio con hidrocortisona.
17 de mayo 1968.

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.123.

La belleza de las mariposas que vuelan en Chile, Ecuador, Haití, Hong Kong, Líbano y Catalunya aspiran a cubrir el espacio, a difuminarse entre las luces de la neblina urbana y rural, a dibujar el rostro de la multitud, a cantar “el poema” geodésico de la insurrección contra el Capital, y donde el imaginario de la revuelta reactiva la máxima frase de “la imaginación al poder”.

Álvaro Rodríguez historiador

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Provecho

Paolo Marinaro

¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria

Con el objetivo de mostrar las dinámicas de explotación laboral y las estrategias de resistencia y solidaridad de las trabajadoras y trabajadores de la industria de la producción y distribución alimenticia, se inaugura la exposición temporal ¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria, el próximo lunes 28 de octubre a las 19:30 h en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM).

La muestra reúne la obra fotográfica y conceptual de diez artistas, colectivos, activistas y académicos de México, Argentina, Brasil, Italia, y EUA, que siguen la ruta de la producción y circulación de alimentos entre México, Estados Unidos y Canadá: desde el campo, los mercados de distribución, los restaurantes, los hogares, los supermercados, hasta la recolección y procesamiento de basura; centrándose en las experiencias de quienes se emplean en estos circuitos.

Las obras invitan a reflexionar sobre las condiciones precarias de trabajo: sueldos bajos, jornadas extensas, hostigamiento laboral y sexual, falta de prestaciones de ley y seguridad social; que se perpetúan por las relaciones desiguales entre México y los países del norte, así como por la situación migrante de las y los empleados, que muchas veces no cuentan con documentos, lo cual es considerado por las empresas como un pretexto para no garantizar sus derechos.

La exhibición señala que la firma del Tratado de Libre Comercio, agudizó la desigualdad entre las trasnacionales y los trabajadores, quienes en la escena global se encuentran en circunstancias vulnerables, de “esclavitud moderna” y manipulación. En este sentido Carole Condé y Karl Beveridge se centran en la transitoriedad y vulnerabilidad de migrantes jornaleros en Ontario, Canadá; Fred Lonidier en la precarización de las condiciones de vida en la pizca de fresas en el Valle de San Quintín, Baja California; y Javier Dragustinovis, en la sensación de la pérdida de origen en el proceso migratorio.

Además de mostrar estas condiciones de explotación, se visibilizan las luchas de resistencia tales como huelgas, creación de sindicatos independientes y redes de solidaridad trasnacional y entre pares. Por su parte, David Bacon, se enfoca en los empacadores guatemaltecos en Nebraska y en la organización de una huelga en Walmart en San Leandro, California; Sol Aramendi en las historias de resiliencia de trabajadoras del hogar, pertenecientes a la organización Adhikaar de Queens, Nueva York; Caterina Morbiato, Stefano Morrone y el colectivo Ni un Repartidor Menos, en las estrategias de protección de repartidoras y repartidores de alimentos de empresas como UberEATS, en la Ciudad de México.

Organizada por Chamba Collective, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll Stiftung, el Programa de Estudios sobre la Ciudad de la UNAM, la Escuela Urbana de Lyon, la Universidad de Lyon, el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) y el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, la exposición forma parte de las actividades del Congreso Justicia y Soberanía Alimentaria en las Américas, desigualdades, alimentación y agricultura, espacio de reflexión en torno a la marginación y precarización de las y los agricultores.

La exposición ¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria permanecerá en exhibición hasta enero de 2020 en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, ubicado en la calle Moneda 13, Centro Histórico de la Ciudad de México.

Paolo Marinaro es miebro de Chamba Collective

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Disposición final

Simon Schatzberg

Todos los días en la Ciudad de México, un ejército de más de 10 mil trabajadores salen a las calles a recolectar los residuos de la vida urbana. En un proceso complejo, los barrenderos, choferes y voluntarios extraen de las 12 mil 998 toneladas de desechos generados diariamente unas últimas gotas de valor antes de que sean relegados a sus lugares de descanso final.

En el Mercado de la Merced, el centro de comercio informal más grande de la zona central de la Ciudad de México, un equipo de sólo tres empleados del gobierno se encarga de recibir y manejar las cerca de 20 toneladas diarias de desechos generados en el mercado. El área de desechos es una esquina relativamente tranquila de la Merced, mayormente transitada por los empleados, las docenas de barrenderos que pasan a tirar basura, y un constante flujo de personas que vienen a colectar las abundantes cantidades de verduras que todavía sirven. A igual que los que vienen a comprar en la Merced, viajan desde todas partes de la zona metropolitana a cavar en las montañas de desechos orgánicos en búsqueda de pequeños tesoros. Una señora que viajó desde Vallejo ha encontrado una bolsa grande de habas, de las cuales la mayoría pueden ser comestibles. Sentada en un costado de la zona de basura para ordenar las habas, pide que no salga su cara en ninguna foto:

“porque su esposo se enojaría si se diera cuenta del origen de la sopa que va a cenar esta noche”

Los empleados cuentan con el apoyo de un equipo más grande de “voluntarios,” que les ayudan a colectar reciclables de los desechos inorgánicos. Tanto los empleados como los voluntarios cuentan con ojos expertos para detectar cualquier cosa — botellas de plástico, latas de aluminio, cartón — que puede ser vendida. Para los empleados con contrato, la venta de reciclables es un agregado al sueldo de 3 mil pesos mensuales que reciben del gobierno de la ciudad. Para los voluntarios, representa su principal fuente de ingreso.

Disposición final, 2019. Fotografía: Stefano Morrone.

La basura que sale de la Merced llega a la estación de transferencia de Venustiano Carranza, una de las 12 estaciones de transferencia en la ciudad, donde los desechos se someten a otros procesos de clasificación y extracción de valor antes de llegar a su próximo destino. En el caso de los desechos orgánicos, su destino es una de las siete plantas de composta que se encuentran dentro de los límites de la capital; en el caso de los desechos inorgánicos, su destino es uno de los cinco rellenos sanitarios en los estados de México y Morelos, o, en el lenguaje burocrático del Estado: los sitios de disposición final.

Después de haber pasado por todos los filtros de revaloración, son sólo 7,862 toneladas diarias de desechos las que llegan a ser sepultados en los sitios de disposición final. De alguna manera, el sistema de manejo de desechos de la Ciudad sí funciona — previniendo la llegada de casi el 30% de los desechos a los rellenos. Pero su funcionamiento depende de brigadas de personas en pobreza extrema, personas con disposición de pasar horas buscando botellas de plástico para poderlas vender en 5 pesos el kilo.

Simon Schatzberg* es periodista en el Mexico News Daily

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Stefano Morrone* es fotógrafo freelance

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* Actualmente el trabajo de Simon Schatzberg y Stefano Morrone se presenta en la exposición: Provecho, geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria bajo la curaduría de Chamba Collective en el Museo de las Culturas del Mundo, Moneda 13, Centro Histórico, Ciudad de México.

La escultura, la fotografía y lo decorativo

Elizabeth Casasola

Esta semana Alicia Martín dio una clase magistral en el Centro de Arte de Alcobendas en el marco de la primera semana del máster de Photo-España 2019 – 2020. Hizo una rápida retrospectiva a su trabajo. Hizo un eco en mi, cuando ha mencionado la posibilidad de que sus trabajos pueden vivir como escultura y luego como fotografía, en otros casos sólo la imagen como registro ya que se quedaba en lo decorativo. Como si la imagen solo fuera decorativa y no la escultura.

Alicia Martín, Centro de Arte Alcobendas, Madrid, 2019. Eli Casasola.

Sin embargo parece que toda su obra que tiene sobre las esculturas con libros están del lado decorativo. Y sin embargo es ahí, un último lugar para que un libro permanezca y siga vivo en el mundo del arte, transformado en otra forma de lectura. Fue entonces cuando mostró su última pieza, un libro insertado en un vidrio, el libro era uno en particular, El arte en la era de la reproductibilidad técnica, primera edición en alemán, fue cuando entendí que habíamos sobrepasado lo decorativo en la imagen y en la escultura.

Alicia Martín, Libro de vidrio, Centro Alcobendas, Madrid, 2019. Eli Casasola.

Esta semana Alicia Martín fue anunciada como acreedora del Premio Antonio de Sancha que otorga la Asociación de Editores de Madrid que le será entregado en noviembre.

40 años del Festival de Cine de la Habana

Fresa y chocolate

Este sábado 26 de octubre, en la sala del cine Berlanga, en Madrid; inicio el ciclo por el Festival de Cine, con la presencia del director del Festival Iván Giroud. Con más de 20 años dentro del festival, presentó el libro El pretexto de la memoria. Giroud compartió el primer capítulo del libro con los asistentes, esto nos permitió acercarnos más al contexto político de la isla que siempre ha influido en todos los ámbitos.

Al final de la presentación, se exhibió Fresa y Chocolate de Fernando Pérez. Tan vigente ahora como antes. A la lejanía de los temas y como espectadora de todo, sólo me hace pensar en la situación de los independientes en Barcelona y la marcha del partido de derecha ayer por la mañana en Madrid. Y es que yo misma me he sentido tan lejana de los catalanes sólo por hablar español aún compartiendo la misma mesa. Resonaba la frase del estelar de la película al tomar whiskey y decir no importa lo que beba uno mientras esté fuerte con sus convicciones. Estos diálogos de amistad en Fresa y chocolate, nos llevan a un espacio intimo de La Habana, donde toda la historia podría vivirse en la sala tomando té, con el fondo de María Callas.

Elizabeth Casasola        Artista visual fundadora de La Editora

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Luminiscente

Álvaro Rodríguez

Por la ventana de un viejo templo, una luz vacila diagonalmente en dirección al muro, esa ventana es el ojo de la virgen, a través de su marco transita el rayo estenopeico que corta los oscuros interiores del templo de las clarisas, en otrora, de la Purísima Concepción. Después de algunas modificaciones a esta cúpula que guarda cuatro siglos y con ellos, los cuatro rostros, de los cuatro sabios de la iglesia, su destino como observatorio devino después de 1861, tal vez por su rictus lúgubre, siendo ya en el siglo XX un lugar de refugio y abatimiento para alcohólicos y prostitutas llamado “La Constancia”, un lugar para dejar la perdición regularmente en manos de las expiaciones y los efectos alucinógenos que el lugar puede brindar a las tristes melancolías. La arquitectura de su bóveda sobreviene de la destrucción del campanario, no así, este lugar además de custodiar importantes documentos independentistas, hoy se disfruta en una simbiosis de archivo, biblioteca y galería de arte contemporáneo.

Luminiscente de Isabel Gaspar, artista visual de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, presenta en Purísima Arte Contemporáneo una pieza majestuosamente ensamblada, una escultura holográfica y cinética que deja perplejo al espectador de visión sostenida. Esta instalación de sitio específico como es llamada por Aldebarán Solares curador del proyecto la Purísima Concepción del Ex-Convento de Santa Clara, esta ubicada pendularmente, suspendida al centro de la cúpula de la capilla, a los pies de la pieza se puede circular al rededor de una traza reticular de figuras holográficas que descomponen la luz blanca (de las clarisas) en evidentes deflagraciones tornasol que evaporan la mirada hasta llegar a la pieza compuesta por discos intersectados, placas conformadas por un armado en glitch, un procedimiento de intervención en la impresión de la imagen digital, una resultante de la interferencia o el error en la imagen, que bajo cortes y ensambles del soporte en papel algodón otorga materialidad, superficie, colorido y recomposición a una imagen cuyo aura es el fresco y la encáustica. Los fisionotrazos de los cuatro sabios de la iglesia, que en los discos de Isabel se tornan entramados luminiscentes establecen retratos bajo frecuencias que se pierden al efecto retiniano, como un diálogo de patrones entre pigmentos y código digital. Ver los rostros divinos a través de este dispositivo significa borrarlos de la memoria corta y observarlos a través de esta estructura visual, significa imaginarlos en una frecuencia lumínica que no es la del rayo que formaliza las apariciones sacras al introducirse por la arquitectura, sino bajo un procedimiento de mímesis digital de la luz que ha sido refabricado artesanalmente en cortes, por no decir manualmente para establecer una relación devocional de placeres luminiscentes.

Si hay algo que había dejado de suceder en el centro histórico por el regocijo de flâneurs y caza cócteles, es el gusto de perderse por los interiores de los templos y fascinarse de las posibilidades de la luz, en formas soterradas por la destrucción del tiempo, por sus desvencijadas sombras. Luminiscente es un tratamiento constructivo tomado de un soporte real, un fresco en el muro extraído y dispuesto en una dimensión escópica casi impensable, la del efecto prismático no pentagonal, ni poligonal, sino circular y desde luego galáctico como alguna vez lo fue esta capilla para dar ordenamiento al ojo y dar luz de lo infinitesimal de lo visible y también a la profanación deconstructiva de la fe.

Álvaro Rodríguez historiador

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Luminiscente de Isabel Gaspar en Purísima Arte Contemporáneo, Tacuba 29, Centro histórico.

[email protected] / @isa.gasparr

La mujer indígena

Paola Paredes

La mujer indígena es a la vez símbolo e individuo. En la jornada de once días de huelga nacional de Octubre de 2019, la más larga de la historia reciente del Ecuador, sus rostros fueron testimonios de lucha y resistencia. Al interior de la masa de cuerpos y voces que se enfrentaban a las fuerzas del Estado, estaban camufladas sus historias personales de hijas, esposas, madres, hermanas y compañeras, sus sensaciones humanas de miedo, cansancio, ira y resistencia social, su deseo innato de cuidar, alimentar y proteger.

Soy Avelina Rogel
Vengo de Tumbaco, pertenesco al pueblo panzaleo
del Cotopaxi.
Las medidas y la actitud de este gobierno
son repudiables.
Mi pueblo está activado en la lucha por los derechos
de todas y todos.


Catalina Chumpi
A nosotros el paquetazo
no nos ayuda en nada.
El gobierno a nosotros nunca nos ha escuchado.
Y por esto estamos aquí.
Y nosotros siempre vamos a estar al frente de nuestro pueblo luchando.
Los pasajes, no nos perdonan ni un centavo.
Y nosotros ahí estamos, por más que no tenemos nada.
Por eso estoy enojada,
estoy aquí al frente porque mi selva me da el poder y la fuerza.
Yo vivo de ella y si me muero no tendré miedo porque mi espíritu estará igual de fuerte con mis descendientes.
Y si me muero, la naturaleza se vengará.

Traducción del idioma Shuar

En los últimos días de las marchas, justamente en medio del cansancio y la incertidumbre generalizada, recogí testimonios de trece mujeres indígenas. Allpa Túquerrez Maigua, Vicenta Sánchez, Catalina Chumpi, María Pascuala Cuyo, Rosa Vaca de Zumbahua, María Caisa Tungurahua, Martina Guzmán, Azucena Méndez, Avelina Rogel, Laura María Milán, Silvia Guaman, Rosa Delia Saraguro, Piedad Ospina. Las preguntas fueron simples: ¿por qué están allí? y ¿cómo se sienten?. Entre gases lacrimógenos describieron sus sensaciones en el papel, muchas de ellas distraídas, preocupadas por su gente que habían salido al frente a luchar, algunas con lágrimas en los ojos al verse enfrentadas a sus propias emociones. Pero todas, con la fuerza y la consistencia de quien tiene claro su objetivo de lucha.

Paola Paredes Albán (b.1986), fotógrafa nacida y actualmente radicada en Quito, Ecuador. Combina la fotografía documental con imágenes basadas en recreaciones. Su trabajo actualmente se centra en los problemas que enfrenta la comunidad LGBT, explorando las actitudes contemporáneas hacia la homosexualidad en Ecuador.

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@paolaparedesphotography

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