Combustible y comburente

( C + O2 = CO2 )

Moro Maxwell

Dedicado a Gustavo Gatica

…me detuve en medio del puente. Este país está loco, pensé. Nos tienen trastornados. Pasamos de un estado a otro sin mediar transiciones. Me corregí: “En realidad han sido treinta años de transiciones… fallidas”. Lo claro es que algo se desbloqueo, en o con o por el estallido, cayó una coraza, se abrieron vasos comunicantes. Algunas semanas atrás el sentimiento era otro. Pesimista, triste, la opaca realidad reinaba. “El daño es profundo”, era el diagnóstico, “nos convirtieron en zombies, en esclavos, estamos enfermos, sólo nos queda el juicio final, ya no hay esperanza”. “Nada que hacer”, aunque algo hacíamos, poco, pero hacíamos, como por inercia. En eso estábamos, en el libre obrar, cuando el fuego comenzó. Comenzó de noche, aunque lo habían conjurado más temprano los estudiantes secundarios. Un container de basura encendido fue arrojado por las escalas del metro, rodó lanzando chispas, abajo estaba la policía, dispararon a diestra y siniestra, pero luego el humo negro lo inundo todo, los gritos, la poderosa rabia, los hizo huir, se desvanecieron. Salió la poblada, los descontentos, los dormidos. Parece que el fuego los despertó, ejecutó un llamado desde lo profundo. Una fisión nuclear detonó grandes cantidades de energía. Estallaron los vidrios. Supimos que la escala de incendios de Enel efectivamente era de incendios, se quemó, quedo negra, chamuscada. Se quemaron los supermercados, después de que los consumidores frustrados desvalijaran sus bodegas y escaparates. Un denso humo pardusco, producto de varios buses ardiendo, ascendió hacia los cielos de la ciudad desde la intersección de Vicuña Mackenna y Rancagua, convocando a la tribu. El hongo se veía desde los cuatro puntos cardinales, era una señal. Llegaron hordas a bailar a la luz del fuego. Se sacaban fotos en los escombros y sentían crecer un calor distinto en sus corazones. Luego llegaron las lacrimógenas y se nos cayeron las lagrimas, alguien se acercó y nos ofreció agua con bicarbonato, y nos abrazó. El calor en el corazón se avivó. Se multiplicaron las hogueras y las barricadas, se estaba quemando la desigualdad, que está hecha mayoritariamente de plástico. Nos sacaron varios ojos, volvimos a llorar. Ya no había nada que arrojarle a la los guardianes así que, animados por un espíritu minero, llegaron las picapedreras y nos repartieron guijarros. Llegaron las que destruyen las luminarias para que los guardianes no hicieran blanco en nuestros cuerpos. Llegaron las que portaban escudos, las que repartían sándwiches, las que regalaron mascarillas, las que se gastaron el sueldo para compartir antiparras, las apagadoras de lacrimógenas, las de los primeros auxilios. La primera línea era un hormigueo oscuro e incandescente. “Ah, Georges Sorel, ¡tenías tanta razón!”, pensé. Desconfío de las metáforas biológicas, pero fue inevitable pensar en los anticuerpos, expulsando al virus, o la infección. Este calor es la fiebre. El corazón ya era una brasa. Se armaban bandas de música espontáneas en las esquinas, que tocaban El derecho de vivir en paz; llegaba un trombón, una trompeta, un saxo, un tambor y se sumaban las voces. La braza latía. Entonces ese cuerpo frío, que parecía muerto, al que le habían extraído la sangre, comenzó a bailar. Despertó. Se erigió una pira monumental en Plaza Italia, que a esa altura ya le habían cambiado el nombre, ahora se llamaba Plaza de la Dignidad, y la pira era parte constitutiva del fuego fundamental. La manada hizo una danza y un pacto a su alrededor. Alguien dijo: “Volvimos a querernos”, y parecía ser cierto; otro dijo: “Estamos volviendo a ser un pueblo”, y también parecía ser cierto. Comenzamos a escribir, lo rayamos todo, faltaron paredes en la ciudad para los pensamientos, no había dónde poner un “sí” o un “no”. Después comenzamos a hablar, y no hemos parado, como si hubiésemos guardado silencio durante siglos. Parece que teníamos temas pendientes. Afloraron los significantes, se desplegaron, y fue como una terapia, pero diferente, porque era gratis y al aire libre, el fuego trajo la felicidad, gritamos sapos y culebras. Había algo en el fondo. Lo reprimido, dirán los psicólogos. El retorno de lo reprimido, como si fuese el título de la segunda parte de una saga. Continúa un repiquetear constante de cacerolas, de sirenas, de helicópteros. Duermo mal, siento como si un alien se estuviera incubando dentro de mí. Enciendo la tele. El rector de la universidad, arrogante intelectual, seguía pensando que era un mero berrinche juvenil. “Lo que es no entender nada, lo que es estar lejos de la tierra”, pensaba, pensábamos. Me di cuenta que en mi pensaba la horda primitiva, la manada. Lo que se estaba reconstituyendo era lo que los sociólogos llaman el “tejido social”, que es un tejido orgánico. Un órgano, un organismo. Alguien pasó con una pancarta tejida a crochet, y todo tuvo sentido. Se teje lo común, se quema lo individual. Me sentí privilegiado de estar ahí, en la calle, de sentir el calor del asfalto. Vi pasar un selknam, Kotaix apareció de entre los árboles, arrojando piedras. Se me llenaron los ojos de lágrimas. ¡De repente se pone a temblar! “Este país es maravilloso”, se me escapó, en voz alta. ¡Y yo que hasta hace poco me quería ir! Se incendia la esquina de Santa Rosa con Alameda, se quema un McDonal’s, me estremezco de ternura. Luego pasaron los heridos, los baleados, los asfixiados, y me vuelvo a estremecer, pero de rabia. A los que caen, los encapuchados los levantan, les pulverizan agua, les dan aliento, les limpian la cara. ¿Qué concepto los mueve?, ¿por qué arriesgan sus vidas, sus ojos, su integridad?, ¿por quién?, ¿por qué hay quienes no lo hacen?, ¿por qué hay quienes los desprecian? Como si hubiese estado concertado, pero improvisando, todos sacaron sus celulares y emitieron luces al cielo, en un enjambre, la imagen la captan los drones. Se me eriza la piel. ¿Dónde estarán los muertos ahora?, ¿por qué no hemos ido con ellos al cementerio? “No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre”, pensé en Los Enemigos, en los políticos profesionales que están pactando. Las estatuas de los conquistadores son derribadas, se estampan contra el suelo; las de los militares asesinos, héroes de la patria, son decapitadas. ¡Ah, que comprensión tan acabada de la historia! Al regresar al barrio el fuego danzaba a un costado de Plaza Brasil, arrojaron a la hoguera un cajero automático extraído de la farmacia, ¡era tan precisa la postal! Para venderla en Correos de Chile. Desde los árboles colgaban como guirnaldas los rollos de papel extraídos de las máquinas registradoras. Igual que en Apocalíspsis Now, el fuego nos iluminaba las caras, podíamos ver nuestros rostros, descubiertos y encapuchados, todos con los ojos brillantes. Todos los fuegos, el fuego, el mismo de la barricada de los ochenta, porque el fuego tiene memoria. Quiero pensar que en esa hoguera una maldición antigua se quemó y que algo nuevo se está templando. Sería difícil describir la felicidad que vi en la mirada de mi amigo Elías, era algo traslúcido, que solo he visto en los ojos de los animales genuinamente dichosos. “Creí que nunca iba a vivir esto –me dijo–, el país entero diciendo “Basta”, rebelándose”. El fuego nos hizo hermanos, pero llegar hasta aquí nos costó un ojo de la cara, varios ojos.

Las imágenes pasan como ráfagas de viento, me fijo en las manos, en las diferentes formas de ponerse una capucha, en el anonimato, en la afectividad. Algo que los que viven en la burbuja no conocen, pobrecitos. Que vidas miserables las suyas, aferradas al mal entendido “privilegio”. Salió la luna llena, hay algo de salvaje en Plaza de la Dignidad. Escucho aullidos de perros negros. Parado en medio del puente, no puedo contener las lágrimas… Sigo, y cruzo el río.

Moro Maxwell es Doctor en Letras Modernas por la UNAM

Ilustración: Uorbal Castor.

Mi sentir y pensar

Aurelia Canelas

Los últimos hechos me han terminado de convencer que ya estoy muy vieja, no solamente por lo que me ha tocado vivir en cuerpo, sino también por la memoria de mi padre y mi madre.

Me queda en la memoria los relatos que mi viejo me hacía de su vida como pongo de una hacienda en Tupiza, la prohibición de hablar quechua porque era un idioma que sólo te llevaba al atraso, su alegría en el 52… me queda también los relatos de mi madre en la masacre de la noche de San Juan en Catavi y Siglo XX, por eso ahora al escuchar los aviones militares me hizo apagar la luz y poner colchones en las ventanas. He pasado la dictadura de García Mesa, recuerdo aún los planfletos que mi papá escondía y alguno que otro universitario que se quedaba bajo la cama de la habitación en la que todos dormíamos. Muy joven y como parte de la Cruz Roja fui parte del comité de abastecimiento de la Gran Marcha por la Vida el 85, vi llorar a los mineros de regreso y destrozar la vanguardia minera.

Años más tarde como dirigente estudiantil me plegué a la gran Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad, ahí conocí a Evo Morales, Fernando Untoja y otros dirigentes, estuve en varios congresos cuando se intentaba construir el Instrumento Político del MAS y he acompañado al menos dos marchas de los cocaleros, he tenido el honor de marchar con Leonida Zurita y otras valerosas mujeres cocaleras, he compartido con ellas la angustia de dejar a nuestras wawas al cuidado de alguien, así que se bien que la foto de Morales de su última noche en el Chaparé es cualquier cosa, las hermanas le guardaban siempre la única cama que encontrábamos donde nos tocaba dormir, porque al hermano Evo siempre se le cuidaba.

Como parte de Derechos Humanos, me ha tocado estar en Patacamaya durante la guerra del gas, el mismo día que llegaban los mineros y estar presente cuando las avionetas sobrevolaban y mataban al menos a dos, he visto sus cuerpos inertes y la rabia y la impotencia de todas y todos… he odiado a los milicos y pacos siempre.

He sido parte de la fundación del Consejo Nacional de Ayllus y Markas de Qullasuyo (CONAMAQ) y he marchado con mis hermanos y hermanas por la nueva constitución y he llorado con ellos el día de su aprobación… de igual manera he participado activamente de VIII Marcha Indígena en contra la carretera por el TIPNIS, he visto a mis hermanos y hermanas ser golpeados, amedrentados, ninguneados… igual he visto como destrozaron el CONAMAQ luego de su apoyo militante a la Marcha contra el TIPNIS, he visto a los grupos de choque del MAS destruir, golpear y tomar junto a la policía sus oficinas, peleando entre hermanos, golpeando a nombre del proceso de cambio…

Y aquí estoy ahora, en medio de una barricada barrial y un despliegue militar preguntándome ¿contra quién peleamos? ¿de quién nos tenemos que defender…?

A lo largo de estos años ha muerto mucha gente, muchos han quedado heridos y mutilados para siempre, pero no he visto justicia, Goni no paga ninguno de sus crímenes, Chaparina (la represión a la Marcha de TIPNIS) no tiene a nadie procesado, ya no recordamos los nombres de los muertos de la guerra del agua, tampoco hay nadie procesado por la brutal represión al pueblo Guarani Tacobo Mora el 2015.

Entonces ¿quién es el enemigo? ¿Quién tiene la verdad?

No dudo que hay muchos intereses detrás, los Estados Unidos, China, Rusia, las corporaciones, los de siempre, siempre los de siempre, con nuevas caras, pero los mismos discursos y al otro lado el pueblo, el que siempre tiene que poner la sangre.

Tengo mi Whipala hace mucho, compañera de marchas y rituales… y hoy más que nunca me reconozco como hija de dos grandes naciones los Chichas y los Charkas Qara Qara, algo que sabíamos con absoluta claridad con el proceso constituyente es que independientemente de todo, las cosas ya no retrocederían, por eso no me sorprende todos los actos de repudio a la quema de la Whipala, creo que muchas y muchos tenemos claridad que está lucha en particular no es, ni ha sido una lucha para apoyar a la derecha, ni al fascismo galopante que anda de la mano de la biblia y la misoginia. Pero, ¿quién dio poder al caudillismo del facho Camacho?, un don nadie que de pronto se presentó como el salvador de un fraude, ¿quién impulso el juego de las cartas? ¿quién empezó a darle el papel de héroe – víctima…?

A pesar de mi largo camino, no tengo militancia política, más de una vez me han dicho que de buenas intenciones está empedrado el infierno, porque no basta ser buena gente para pelear… no tengo la verdad, pero tengo la certeza de que nunca me he equivocado de lado, siempre a pie con mis hermanos y hermanas. Desde ese caminar sé que no hubo un golpe de Estado, llegamos a este momento luego de violar una y otra vez las mismas reglas con las que se juega a la democracia… las reglas que se inventan una y otra vez.

Me pregunto si las al menos 4 muertes de estos días serán juzgadas, si son juzgadas ¿quiénes irán a la cárcel? ¿Los autores materiales que igual es gente de base? ¿Vale la pena matar, golpear por gente que no se va ensuciar los zapatos en al menos ir a verte a la cárcel? ¿Vale la pena morir por alguien no ira ni a tú velorio?

Estos días he tenido mucha rabia, mucha bronca… y es que ya estoy cansada de ver a mis hermanos y hermanas ser usados como carne de cañón, una y otra vez, aferrándose a cualquier caudillo con un hilo de esperanza, me he cansado de ver a los héroes que se proclaman salvadores de indios, mientras humillan a las mujeres públicamente y firman acuerdos con las transnacionales y conceden minas sobre territorios indígenas (Evo aprobó 207 contratos mineros días antes de las elecciones, eso sin mencionar que firmó acuerdo con la transnacional canadiense Prophecy Developmet Corp para explotar Pulacayo)… sí, la whipala no volverá a esconderse, pero no olvidemos que en este pedazo de mundo hay más pueblos que han sido pisoteados una y otra vez y no hemos escuchado las voces de defensa a sus derechos, no se han indignado contra el hermano Evo por mandar a apalear a mujeres, wawas y ancianos… a riesgo de que me linchen me pregunto: ¿será que un símbolo vale más que los cuerpos de estas hermanas y hermanos?

Cómo hemos hablado con varias y varios. Toca volver a tejer, toca volver a construir, toca mirarnos y reconocer las viejas heridas… entre tanto y mientras cae un poco de lluvia seguimos en vigilia, en mi cuadra viven dos funcionarios de algún ministerio, un señor que vive de vender plantitas en el mercado, dos comerciantes, la tendedera de la esquina, un chofer de minibus… nosotros y los vecinos de las cuadras paralelas estamos aquí… protegiendo nuestras casas, defendiéndonos y aún no sé ¿de quién nos defendemos…?

Mi única certeza en este momento, es que ni el caudillismo machista, ni la derecha fascista tienen ya cabida en nuestras vidas.

Jallalla

Aurelia Canelas es miembro del Colectivo Territorios en Resistencia

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¿La izquierda?

Börries Nehe

Más escalofriante y preocupante que el rápido avance de la ultraderecha me parece la total incapacidad de la llamada “‘#izquierda” de pensar de forma medianamente compleja lo que está pasando en el mundo, de formular discursos más allá de narrativas simplistas y anticuadas, su inquebrantable fidelidad a y fe en los grandes caudillos (hombres) políticos, su profundo y desesperante rechazo de cualquier autocrítica. Lo último que les queda de hacer es reunirse, cada medio año, bajo el techo de un “antiimperialismo” vacío para defender de forma intransigente a los #Ortega, #Maduro o #Evo (e incluso a los Putins y Assads). Su mayor “triunfo” es la salida de la cárcel de #Lula.

En América Latina llevan 15 años diciendo que ante el ataque del imperio o de “la derecha”, no es momento de criticar (en otras partes del mundo son unos años más, unos menos). Hoy por hoy, la “izquierda” no es más que una bola de gentes y organizaciones cuyo único proyecto parece ser la defensa de lo poco que les queda de espacios de poder en el estado. El avance de las ultraderecha es ciertamente muy preocupante, pero más preocupante aún me parece pensar que no tenemos nada que oponerles, porque no tenemos un campo de habla y de acción compartido – por lo menos no un campo que se llamaría de “izquierda”.

Ese campo dejó de tener sentido, dejó de tener capacidad de interpelación y dejó de ser. La oposición a la #derecha (y la construcción de un mundo mejor) no pasa por la izquierda, sino por otra cosa que no tiene – y quizás nunca tendrá – un nombre que lo abarca todo.

Börries Nehe es latinoamericanista por la UNAM y actualmente coordinador del grupo de investigación sobre autoritarismos y contra-estrategias de la fundación Rosa Luxemburg.

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Bolivia, el golpe múltiple

Álvaro Rodríguez

Este domingo Evo Morales anunció su renuncia, una dimisión forzada a la presidencia del Estado plurinacional de Bolivia. Las razones vienen de un cruce de circunstancias que hacen de su lectura un escenario sumamente complejo a los ojos de sus propios ciudadanos, un golpe de Estado olímpicamente orquestado desde la embajada de los EU, la OEA y la ultraderecha boliviana. Los discursos de odio y racismo que provienen principalmente de los adversarios políticos de Morales (Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho) se cruzan con el proceso electoral del 20 de octubre pasado, con una mínima diferencia porcentual del 10 % que favorece a Morales sobre los puntos de Mesa.

Tras los resultados y después de acusar los comicios electorales de un supuesto fraude por la misión de observadores de la OEA, la respuesta también de sectores populares que no han encontrado en las últimas políticas de Evo una postura clara frente a las promesas de nacionalización de sectores energéticos y productivos, principalmente alimentarios, han dejado un campo de acción a una ultraderecha oportunista del Comité Cívico de Santa Cruz que se ha aprovechado de la coyuntura para hacer un llamado violento y de persecución a derrocar al Estado plurinacional e incendiar su principal símbolo: la Whiphala. Corporaciones empresariales, de seguridad y del ejército han participado de un clima de inestabilidad que pareciera ya orquestado desde hace más de una década con un proyecto reaccionario, racista y fanático.

Este golpe es un golpe múltiple, pero es un golpe político fundamentalmente a “las mujeres, a sus organizaciones sociales e indígenas”, es un golpe que no sólo debilita el estado de derecho, sino a las corporaciones sociales del estado plurinacional quienes fueron ganando terreno en material constitucional y social.

Bolivia se encuentra en entredicho y si bien Evo Morales tuvo muchas críticas y demandas sociales por su probable permanencia en el poder, lo cierto es que las políticas y reformas impulsadas por “el proceso de cambio” quedarán en manos de quienes ven en estas reformas obstáculos para implantar la religión, el ostracismo, el saqueo y un plan de exterminio social por los dineros del Capital.

El futuro para los pueblos indígenas sin Evo es ineludible visto desde las mismas organizaciones indígenas a quienes “el proceso de cambio” también les trajo una carga de victimización, estereotipación y racismo concebida desde el mismo gobierno de izquierda. El balance seguramente lo tendrán las asambleas comunales quienes decidirán por encima del ejército, la policía y los fanáticos religiosos su próximo destino.

Álvaro Rodríguez historiador

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DixitRadio – Secreto y Transparencia

En esta emisión Carlos Jager, Eriktool y Álvaro Rodríguez platicaron sobre el secreto y el arte de ocultar la información. Cuál es la técnica y la estrategia que los servicios de inteligencia persiguen con la confidencialidad y la obliteración de la información.

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Mariposas de piedra y fuego

Álvaro Rodríguez

Georges Didi Huberman explica en “El mensaje de las mariposas”, Por los deseos, fragmentos sobre lo que nos levanta en Sublevaciones, como la tradición de las octavillas deviene de un gesto, de un último gesto en medio de la catástrofe humana, (la guerra). Les brulots toman vuelo para resistir y subvertir el poder opresivo. Las octavillas, panfletos, escritos, textos, memes y carteles a los que me refiero son aquellos que Huberman llamó en este texto “mariposas” papillons, papelitos que tenían por facultad tomar el aire del espacio público, asir la ráfaga del viento, subirse al tornado y hacer de suyo el firmamento, sin pretensión alguna que la de llegar a su destinatario, aquel que levantaría esas voces ocultas entre los dobleces del papel y el juego de los lenguajes:

“No basta con desobedecer, también es urgente la desobediencia-el rechazo, la llamada a la insumisión-se transmita a los demás en el espacio público”.

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.112.

“¿Levantarse? De entrada levantar el miedo sin duda. Arrojarlo muy lejos. Dicho de otra forma, tirárselo en la cara a aquellos que obtienen su poder gestionando nuestros miedos”

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.113.

Así las octavillas o brulots son aquellos textos que combaten la opresión desde la rebelión.

Las mariposas al contrario de los carteles, estas se elevan por el cielo “llevando su mensaje de rebelión”, donde se pregunta Huberman:

“¿De qué sirven estas pobres mariposas que como último recurso instan a las nubes a la rebelión, cuando los mismos jóvenes rebeldes, justo debajo se dejan asesinar por la policía?”

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.113.

Estas mariposas en su momento sirvieron para “persistir y resistir pese a todo”, para hacerle frente a “los usos de la muerte”, a “la violencia de la ley policial”. Estas mariposas en el actual contexto chileno, han tomado forma de textos, videos testimoniales, conciertos en los espacios públicos que confrontan el toque de queda, fotografías que celebran la toma de las plazas y de las calles, carteles que denuncian y convocan a las marchas del cacerolazo y delinean indefinidamente un levantamiento permanente, “ESTO NO PARA”.

Estas mariposas constituyen un terremoto en el centro de las oligarquías, son un incendio de las jugosas inversiones y el mercado sin escrúpulos, son la ardiente gasolina que incendia a políticos mediocres y sus pactos disecados.

Al frente de la resistencia, antes de la molotov que le reventó a dos carabineras en la primera línea del cuerpo represivo como señuelos en campo de batalla, se eleva el brazo que lanza la piedra como inverosímiles proyectiles frente a las escopetas y los cartuchos de perdigones descargados contra la masa, esas piedras que antes se pateaban en una canción de los prisioneros, y que forman parte del repertorio del levantamiento, la técnica y la táctica de la multitud.

Una mariposa incendiaria del mayo del 68, reproducida por el Movimiento 22 de marzo en París, según Huberman prevenía de los gases y equilibraba el combate:

Contra los gases
Medidas preventivas
A falta de máscaras antigas:
gafas de bucear, de moto, de esquí, etc.
(herméticas)
Tener en la boca medio limón “para la respiración”, ropa alrededor de la nariz y de la boca.
No quedarse en la nube de gas, derramar agua en la ropa para tapar la boca, abrir las llaves de paso de agua, no mojarse con agua los ojos, ni la cara, porque puede producirse una emanación de productos tóxicos. No respirar los gases de granadas ofensivas, hacen mucho ruido cuando explotan. En la epidermis aplicar una capa de maquillaje o crema grasa.
Para los ojos: colirio con hidrocortisona.
17 de mayo 1968.

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.123.

La belleza de las mariposas que vuelan en Chile, Ecuador, Haití, Hong Kong, Líbano y Catalunya aspiran a cubrir el espacio, a difuminarse entre las luces de la neblina urbana y rural, a dibujar el rostro de la multitud, a cantar “el poema” geodésico de la insurrección contra el Capital, y donde el imaginario de la revuelta reactiva la máxima frase de “la imaginación al poder”.

Álvaro Rodríguez historiador

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Pequeño reporte

Gustavo Celedón Bórquez

Podríamos invertir el desprecio que la élite latinoamericana tiene por el pueblo y establecer que el verdadero problema es y ha sido siempre el primer mundo. La élite de por-aquí es solo un grupo de entes vacíos cuyo único contenido es el goce de su propia ignorancia, ésta resultado de todo el dinero que han recibido a condición de destruir la cultura y la sociedad.

Pero lo que han destruido son sus propios cerebros —que desde el comienzo pusieron al servicio de una inteligencia importada, ajena, violenta y sometedora. Hoy, mientras el mundo entero requiere cada vez más de inteligencias y sensibilidades múltiples y colectivas que puedan asumir todos los riesgos y necesidades de un planeta y de una sociedad que se caen a pedazos casi para siempre, no es sino la élite el problema. Ese filtro corrupto por el cual Latinoamérica ha debido someter siempre toda su potencia nos muestra hoy, en un acontecimiento que jamás previeron o creyeron tener controlado, una insuficiencia total. Si Chile fue el laboratorio de las nefastas políticas neoliberales, desde ahora será el laboratorio de una vida y de una sociedad justas e inteligentes, en contacto con su tierra, con su espacio, desarrollando sus temporalidades y abriendo dimensiones. Un laboratorio abierto, que comparte y aprende de los pueblos todos.

“No podría haber otro futuro, si es que se trata del futuro. Y no podría haber otro presente y otro pasado, si es que también se trata de ambos”.

Toda la violencia estatal que hoy vemos a través de las redes sociales y constatamos a través de la sensibilidad que nos une con quienes la han padecido directamente, pues hemos estado ahí, con todas las edades, en las marchas, en las asambleas, en los cabildos, con nuestra mente y nuestro cuerpo irreversiblemente conectados con lo que pasa, como si se hubiese abierto algo que estaba radicalmente cerrado… toda esa violencia, decimos, dicen, dices, es el manifiesto hoy visible de una élite política que no posee inteligencia y que, de hecho, arrienda a la fuerza una totalmente desgastada (que más encima después cobra al pueblo), como si ese primer mundo que siempre nos ha dominado no existiese, no existiese desde hace tiempo y viviese en la inercia de su propia muerte ya pasada y que no obstante tiene el poder monstruoso para siempre pisar fuerte, hasta la muerte, hasta la desaparición. Veníamos viviendo sin fondo, en el vacío concreto de un planeta que se sostiene hasta ahora en la imagen radicalmente separada y autocomplaciente de su propia representación.

Esto se traduce, en un principio:

a) Fuera el gobierno. Un país que se quiere serio, que quiere asumir seriamente su existencia, no puede funcionar haciendo vista gorda a la violencia que su institución ejerce contra el pueblo, quien busca, justamente, al decir de Víctor Jara, su derecho de vivir en paz (canción que, entre otras, ha sido uno de los himnos de la revuelta).

b) Asamblea constituyente. Es el pueblo quien se da sus formas de vivir. Pues, todo lo indica, la fuerza de la oligarquía ignorante y babosa está siendo derrotada por el deseo de asumir la vida que se lleva, de hacerse cargo de los problemas sociales, económicos, ecológicos, de madurar, de utilizar la inteligencia que tenemos y que esta oligarquía (local-servil y global-cabrona) quiso siempre vaciar al infinito.

Hasta antes de octubre aquí, reportamos, reportan, reportas, todo era un verdadero hastío. En verdad, todo estaba a punto de explotar. Quizás, mientras la élite nos tiraba los desperdicios de su propio consumo, esos restos incompletos, con olor a basura (me refiero al endeudamiento, a la educación de mierda, a la explotación real, a las pensiones miserables, al vaciamiento cultural, a la prensa también de mierda, al individualismo radical, a la depresión, al suicidio, a la intelectualidad egoísta y fantoche, a los productos de mala calidad sobrevalorados, a la televisión asquerosa, a las elecciones mentirosas, a los partidos políticos jóvenes pero liberalmente administrados, etc.), tuvimos, tuvieron, tuviste que esforzarte y aprender a juntarlos, construyendo monstruos raros que te ayudaron a sobrevivir y tenerte a ti mismo. Unos más que otros ciertamente. Entonces desarrollamos sensibilidades e inteligencias múltiples que las viejas formas hoy no entienden y frente a las cuales responden con la misma violencia de antaño, como si nada hubiese pasado en estos últimos cuarenta años, como si aún fuesen, ellos, élites primermundistas y élites subordinadas, el principio y el fin de lo que se debe hacer, la vanguardia del mundo. Pero sabemos ya que no les alcanza para comprender eso —sobre todo a las subordinadas. Como dirían Los Prisioneros, solo quieren dinero (otros de los temas-himnos de la revuelta).

He aquí el reporte, tejido, como han de notar, con las esperanzas que hasta hace algunos días parecían no estar por ningún lado.

Chile, octubre de 2019.

Gustavo Celedón Bórquez es docente en la Universidad de Valparaíso, Chile.

Nota marciana

Jaime Bernardo Díaz

Es raro, en todos los días que llevo documentando las protestas, hoy es la primera vez que veo un par de molotov aparecer en escena. Al llegar a casa prendo la tele, pongo el noticiero. El informativo gira en torno a este caso y otro donde dos policías al bajar de sus motos fueron agredidos por manifestantes. Ahora el victimario aparece como la víctima.

Apago la tele y me meto a las redes. Veo dos videos de personas atropelladas por vehículos policiales, otro chavo más con daño ocular por culpa de los perdigones.
Todo eso sumado a lo que observé en el transcurso de la tarde.

A pasos del lugar de la foto, unas horas más tarde del hecho antes descrito, un carabinero le disparó a una chica en los pies una vez que estaba tendida en el piso y sin posibilidad de correr. Vi muchos heridos por balas de goma, a la policía rociando indiscriminadamente a los transeúntes con aerosoles irritantes. Una gran cantidad de bombas lacrimógenas, muchos carros lanza agua y lanza gases arremetiendo contra l@s manifestantes. Excesiva violencia de Estado, como es la tónica de los días precedentes. Pero lo que más vi, y me sigue sorprendiendo, es la solidaridad y dignidad de un pueblo que no se rinde.

Sin embargo me preocupa que esto pueda ser otro montaje, para construir a ese “enemigo poderoso” al que se refería Piñera cuando le declaró la guerra al pueblo chileno, y se utilice mediáticamente para justificar el discurso que criminaliza la protesta social. ¿Qué piensan ustedes?

Jaime Bernardo Díaz es licenciado en etnología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, estudiante del Magister en Cine Documental de la Universidad de Chile.

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Únete al baile

Arturo Ávila Cano

La letra sigue siendo contundente… La juventud chilena, está llena de rabia.
Y algunos se siguen preguntando por qué. Chile, el espejismo en el que se seguían los dictados neoliberales del FMI y que se supone debían seguir los demás estados en Latinoamérica…

Muchos compañeros de Chile vienen a estudiar acá algún posgrado; algunos aún deben la licenciatura y no pueden pagarse la maestría, mucho menos un doctorado en su propia patria.
¿Qué clase de futuro les espera? ¿Patear piedras?

Únanse al baile de los que sobran… nadie nos quiso ayudar de verdad…
Nos dijeron cuando chicos,… los hombres son hermanos y juntos deben trabajar…
Había tanto sol sobre las cabezas y no fue tan verdad porque al final esos juegos terminaron para otros con laureles y futuros
y dejaron a mis amigos pateando piedras…”

Arturo Ávila Cano es doctor en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

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Provecho

Paolo Marinaro

¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria

Con el objetivo de mostrar las dinámicas de explotación laboral y las estrategias de resistencia y solidaridad de las trabajadoras y trabajadores de la industria de la producción y distribución alimenticia, se inaugura la exposición temporal ¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria, el próximo lunes 28 de octubre a las 19:30 h en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM).

La muestra reúne la obra fotográfica y conceptual de diez artistas, colectivos, activistas y académicos de México, Argentina, Brasil, Italia, y EUA, que siguen la ruta de la producción y circulación de alimentos entre México, Estados Unidos y Canadá: desde el campo, los mercados de distribución, los restaurantes, los hogares, los supermercados, hasta la recolección y procesamiento de basura; centrándose en las experiencias de quienes se emplean en estos circuitos.

Las obras invitan a reflexionar sobre las condiciones precarias de trabajo: sueldos bajos, jornadas extensas, hostigamiento laboral y sexual, falta de prestaciones de ley y seguridad social; que se perpetúan por las relaciones desiguales entre México y los países del norte, así como por la situación migrante de las y los empleados, que muchas veces no cuentan con documentos, lo cual es considerado por las empresas como un pretexto para no garantizar sus derechos.

La exhibición señala que la firma del Tratado de Libre Comercio, agudizó la desigualdad entre las trasnacionales y los trabajadores, quienes en la escena global se encuentran en circunstancias vulnerables, de “esclavitud moderna” y manipulación. En este sentido Carole Condé y Karl Beveridge se centran en la transitoriedad y vulnerabilidad de migrantes jornaleros en Ontario, Canadá; Fred Lonidier en la precarización de las condiciones de vida en la pizca de fresas en el Valle de San Quintín, Baja California; y Javier Dragustinovis, en la sensación de la pérdida de origen en el proceso migratorio.

Además de mostrar estas condiciones de explotación, se visibilizan las luchas de resistencia tales como huelgas, creación de sindicatos independientes y redes de solidaridad trasnacional y entre pares. Por su parte, David Bacon, se enfoca en los empacadores guatemaltecos en Nebraska y en la organización de una huelga en Walmart en San Leandro, California; Sol Aramendi en las historias de resiliencia de trabajadoras del hogar, pertenecientes a la organización Adhikaar de Queens, Nueva York; Caterina Morbiato, Stefano Morrone y el colectivo Ni un Repartidor Menos, en las estrategias de protección de repartidoras y repartidores de alimentos de empresas como UberEATS, en la Ciudad de México.

Organizada por Chamba Collective, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll Stiftung, el Programa de Estudios sobre la Ciudad de la UNAM, la Escuela Urbana de Lyon, la Universidad de Lyon, el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) y el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, la exposición forma parte de las actividades del Congreso Justicia y Soberanía Alimentaria en las Américas, desigualdades, alimentación y agricultura, espacio de reflexión en torno a la marginación y precarización de las y los agricultores.

La exposición ¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria permanecerá en exhibición hasta enero de 2020 en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, ubicado en la calle Moneda 13, Centro Histórico de la Ciudad de México.

Paolo Marinaro es miebro de Chamba Collective

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