Ejercicios de ritmo

Bernard Réquichot, 1957.

Nature Apparition

Víctor Vimos

Que la relación entre las formas se pause: adelantada por su voracidad sobre los bordes, pegada a la repetición del desapego.

¿No es acaso la unidad? ¿Hundir en la materia los ojos para afirmar los ojos? Abierta la zanja sobre el hilo, queda chorreado el esmalte del hueso en la viñeta que sorda irradiación mantiene.

Se componen de este modo los polos en contra de la armonía que aullando su resto perdura en los costados. Fuga no es. Pero hay un motor en desplazamiento, atravesando la intención dactilar que florece –quiero decir– que se hunde en lo abierto por la música: el color. Para ver un instante, la línea exhala hasta la mano que por un azar inquebrantable se desliza entre la frontera que ronca echada sobre las dimensiones de la nada.

Destellos. Destellos.

Un arco cobra dimensión antes que la conciencia de su curva lo consuma. Invisible de sí, rige la abertura de toda vibración en el espacio. Hace de la edad de estos materiales -por ejemplo- una variación única. De este modo su naturaleza revelada es otro acceso a la contención: aquí, el ruido muerde debajo de estas piezas.

Un enjambre de dátiles que se escapa de la perspectiva, pero va soltando – suelta-, una estampida de algodón para que el paisaje sea sometido a su equivalencia auditiva. Solo en ese marco los retazos perfilan el nácar de lo espontáneo y circulan alrededor del centro. Abierto el caracol permanece en estado de vigilia. Gobierna el ritmo sobre el resto de la escuadra abierta a lo imprevisto.

Se filtra sobre esto la uña del deseo.

Es tan visible que los poros del imán que mantiene en rotación a esta pieza sacan ramificaciones imposibles a su titilar redondo de luminosidad oscura. Ahí están para salvar la violencia hundida en la evocación del fragmento.

El arrojo despliega una serie de condiciones y hace que la forma reniegue su posición frente a lo cercano. Como un resorte sonoro, tiene modalidad de anexión a lo distanciado en sustancia. Se pierde dimensión si se trata de engancharla con palabras. Deja fluir, en cambio, retina-retina en un espejeo por bello sosegado tras el agua de la memoria.

Lavar la filtración del sueño que ha convocado sus propias ruinas porque en ellas, polvo de su aureola, lame una dulzura primitiva el asombro que, en adelante, determinará la alteración de toda calma.

Reposa bajo esa condición un tumulto enredado en la duda. Y desde él, todo vuelo constituye ramificación hacia una idea que se agota en la enunciación. Circuito abierto tras el rastro de las huellas: desvanecer de la intención permanente. Huecos quedan los bordes de su referencia.

Es posible un territorio que se alza, sin tregua, al otro lado del equilibrio.


Víctor Vimos     

Antropólogo ecuatoriano. Ha ejercido la docencia en la Escuela de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima-Perú), institución en la que también obtuvo su diploma de Magister en Antropología. Actualmente cursa estudios de posgrado en el Departamento de Romance and Arabic Language and Literatures, de Universty of Cincinnati, en Estados Unidos.

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Nos leemos pronto