No Hay Nadie en Casa

Madeline Ray

Mucho se ha escrito durante esta pandemia sobre el liderazgo tranquilo y tranquilizador del Dr. Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud. Sale a la tele (o al Youtube) todos los días a las 19:00, nos mira fijamente, y nos dice qué hacer y qué esperar en el futuro cercano. La situación presenta retos, pero la estamos enfrentando; eso sentimos.

Aquí en Estados Unidos, siento envidia. En nuestro gobierno, las luces están apagadas y no puedes tocar, ni preguntarle a nadie.

No sólo es la comunicación en salud, sino también la administración. En el gabacho, la casi totalidad de los cuidados médicos son atendidos en el sector privado. El sector público de salud consiste en dos programas pequeños, uno para veteranos (Veteran’s Administration), y uno para la población indígena afiliada con alguna tribu (Indian Health Services); juntas las dos agencias atienden apenas a unos 10 millones de personas, 3% de la población. Los demás gringos son atendidos en instituciones privadas, con o sin fines de lucro, financiadas con seguro de salud que puede ser público o privado. La calidad y seguridad de los centros de salud son responsabilidad de cada estado.

En este sistema, no existe un jefe (a), ni director (a) que pueda tomar decisiones para el país. Somos 300 millones de imbéciles regados por 50 estados independientes tomando las decisiones que se nos da la gana.

Tenemos al Doctor Fauci del Instituto Nacional de Salud (National Institute of Health), un viejito con su humor cortante que da sus comentarios y contradice las tonterías del actual presidente. Y tenemos el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, Centers for Disease Control and Prevention), protagonista de cada película de zombies de Hollywood, cada vez que se estrena su nueva proyección o recomendación. Pero raras veces se comunican con el público en general, tampoco tienen el poder para regir la atención de salud. El NIH y el CDC son principalmente agencias de investigación, no de administración. Tienen el derecho de opinar, y todos los hospitales y centros de salud en todos los estados, tienen el derecho de hacerles caso o no.

Es anarquía pero no en el sentido utópico de que tenemos autonomía local o juntas directivas para regir nuestra pequeña comunidad, es más bien la falta de liderazgo y la falta de apoyo para entender y responder a una amenaza existencial más grande que nosotros.

Siempre nos encantó el mito del Wild West, ya lo podemos vivir. ¿Cierro mi tiendita para no contagiar a más personas? ¿Me pongo mascarilla? O ¿estos son gestos que sólo sirven para darme la sensación de poder? Si tengo que ir al hospital ¿ellos sabrán qué hacer para atenderme, o estarán improvisando?

No digo que el IMSS y los demás sistemas de salud son monedita de oro. Son instituciones saturadas, muchas veces les hace falta la capacidad para dar buena atención a sus derechohabientes, hay personal mal entrenado, hay desabasto y corrupción. México merece algo mejor. Pero digo que en México se siente que alguien está al pendiente. Las luces, tal vez no de la presidencia, pero de la Secretaría de Salud, están prendidas. Existe una jerarquía en la cual la Secretaria de Salud dice qué hacer, y las instituciones de salud pública se ven obligadas a cumplir. ¡Imagínate qué sería del sector público si tuvieran los recursos para hacer bien su trabajo!

Si vamos a ser gobernados, lo ideal sería que haya un sistema en el cual, las personas especializadas tomen las decisiones para el bienestar de la población, y que los funcionarios desempeñen su labor sin distracciones, ni interrupciones.

Siento una soledad y una tristeza. Imagino si en mi país tuviéramos un gobierno que buscara lo mejor para nosotros, que comunicara con nosotros, y que hubiera un sistema de salud que pudiera tomar acciones de manera unida y coordinada. Estamos viviendo la anarquía neoliberal. No tenemos el poder de regirnos a nosotros mismos, tampoco tenemos quien nos cuide o piense con nosotros. Debemos despertar de ésta ruinosa orfandad. No hay nadie en casa.

Madeline Ray es antropóloga de la salud y trabajadora social. Estudia sistemas de salud y cultura en Estados Unidos y México. Pasa la cuarentena en Chicago, Illinois.

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Nos leemos pronto