Fotógrafo César Flores y su serie Enmascarada

Miguel G. Álvarez

En un anterior ensayo fotográfico al que César Flores (Ciudad de México, 1972), junto con Gabriella Gómez-Mont titularon La Sociedad del Espectáculo (2003), serie que da cuenta del complejo intercambio de tradición y mercancías, de una cartografía del mundo de la lucha libre, de las relaciones que tejen día a día las personas que están vinculadas orgánicamente al universo de las luchas en la Arena México. Una de las series de César Flores que devienen del mundo de la lucha libre, se llama Enmascarada (2014).

Véase también Divagaciones alrededor de un Álbum. (Luna Córnea, 27, Lucha Libre, pp. 127-131).

Este ensayo fotográfico inicia en el estudio-casa de César Flores, ubicado en una geografía citadina cerca del centro de la ciudad de México, lugar al que asistieron algunas mujeres a retratarse por invitación del mismo fotógrafo o por la red de amistades entre las “modelos”.  La mayoría de los retratos se hicieron en un ciclorama en donde el fondo blanco o negro anunciaba un no-lugar, un cierto vacío que dislocaba el contexto de las mujeres siendo así reemplazado por el universo de la máscara y el cuerpo.El espacio vacío o anulado del fondo del retrato es desplazado, materializado y cohesionado en el cuerpo desnudo y en el rostro enmascarado. Advertir esa posición del fotógrafo en la mirada del observador, conlleva a iniciar un recorrido a partir del primer espacio que experimentamos, el cuerpo, en el que ocurre la formación de una identidad o una personalidad. Una pregunta que detona en Enmascarada, es:

¿dónde se construye la identidad: en el cuerpo, en el rostro, en la máscara, en la mirada, en el otro?  ¿Y qué tan auténtica, singular e íntima es dicha identidad?

A manera de ejercicio, pensemos el término identidad como la unión armoniosa o violenta entre un interior y un exterior.

La máscara como rostro

La genealogía del retrato fotográfico supone una pose o un gesto deliberado del retratado, que es configurado (controlado) por el fotógrafo, es decir, que la aparición del retrato va unida a una personalidad (máscara): es la representación de una representación. En el retrato fotográfico así como el de la pintura, la imagen es sólo un indicio y pretexto de las dimensiones y complejidades que encierra el rostro y el cuerpo. Su representación asume una condición de impenetrabilidad, lo que asegura una zona de libertad o una intimidad no expuesta.

En Enmascarada, César Flores, registra a un cuerpo que se apropia de su propio espacio, en el que se expresa una cierta autenticidad, conexión y genuina identidad de la retratada.

Se anuncia la huella de un universo único interior que alcanza a dibujarse en el exterior. La pose se transforma en posición.

El rostro enmascarado desarticula al cuerpo, y lo posiciona en un espacio primitivo de su animalidad. En este sentido, el cuerpo en su animalidad posiciona al rostro en su carácter más íntimo: en la mirada. En este juego de intercambios, la máscara, como portadora de todos los signos y símbolos culturales, que los afirma y niega al mismo tiempo, que los muestra y los oculta, le da al cuerpo el sentido de lo sagrado o lo singular. Así, el rostro enmascarado recupera una intimidad primitiva que rebasa cualquier esquema o estereotipo social como el del género, al igual que el cuerpo se ve envuelto en una esfera de sacralidad ancestral recuperada.

Identidad y desnudo

En esta serie de retratos el cuestionamiento de la identidad también está involucrado con el problema de la reproducción fotográfica. En esta era tecnológica, la imagen-mercancía se ha ido adelgazando en su materialidad a tal punto de ser anulada. Esto implica una alteración de la identidad del objeto fotográfico, ya que el la fotografía no se puede limitar únicamente a la imagen.

Pensemos en los daguerrotipos o los ferrotipos, piezas únicas a los que en algunos casos eran coloreados a mano los cuales tenían un relación física o material con el mundo, simplemente por el peso de sus cuerpos. ¿Qué es la fotografía sin imagen? ¿Qué es la fotografía sin materia? Atendiendo también a estas cuestiones César Flores crea técnicamente la serie Enmascarada que por medio de una cámara digital lleva a la imagen reproducida a un soporte de gran calidad material y la colorea haciendo de cada retrato una pieza única. 

Este ejercicio o ritual de recuperación de una identidad fotográfica entre imagen y materia se columpia intermitentemente con el problema de la identidad del objeto fotografiado que amarra un lazo de tensión entre la máscara y cuerpo desnudo.

Miguel G. Álvarez historiador, editor de la Revista Luna Córnea del Centro de la Imagen

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