El trabajo artístico y fotográfico de Milagros de la Torre es de una actualidad latente, basta con revisar su última exposición virtual: Systems and Constelatellations (2020) en Artpace en San Antonio Texas para reparar en el refinamiento de sus medios expositivos, el cuidado de sus piezas y la abstracción de las correspondencias estéticas.
Personalmente el trabajo que más aprecio de Milagros de la Torre son sus platas sobre gelatina en papel, “evidencias” de crímenes y hechos diversos en el Perú que provienen del Archivo del Palacio de Justicia en Lima que pertenecen a su serie Los pasos perdidos, (The Lost Steps, 1996). De estas imágenes se recuperan cartas póstumas, objetos incautados como la bandera de Sendero luminioso, la camisa ensangrentada de un periodista víctima en una masacre, cinturones, máscaras de perpetradores, algunas balas, cuchillos, cuerdas y toda serie de objetos contundentes o testimoniales de la tragedia y la violencia del Perú contemporáneo, imágenes que se conocen por todo el mundo, y que recientemente las vimos expuestas en el Centro de la Imagen en la Ciudad de México.
En Systems and Constellations, Milagros de la Torre lleva más allá el trabajo fotográfico bidimensional para situarlo en dispositivos intermediales que permiten apreciar la potencia de las imágenes de identidad en sistemas muy antiguos como los quirománticos y adivinatorios que devienen de la astrología, de las fisiognomonías que van del lejano Oriente al Oriente medio y se desplegaron por toda la vieja Europa. Los sistemas de proporcionalidad y métricos dialogan en el espacio virtual expandiendo una continuidad de lecturas visuales y de regímenes escópicos del retrato.
La secuencia de Intervals explica mejor lo anterior, siendo los registros de Alphonse Bertillon los ejes vertebrales de la argumentación antropométrica, pero también, la gran utopía del control biométrico. Systems and constelations puede visitarse virtualmente con el asombro de las posibilidades de la realidad aumentada, los dispositivos constelares y una máscara que elude la identificación por algoritmos.
Esta exposición se interroga bajo el ángulo crítico como alguna vez lo hizo la Calavera de Mengele, pieza de Thomas Keenan y Eyal Weizman en Imágenes a cargo: la construcción de la prueba por la imagen en Le Bal de París (2015), Facial Weaponization suit mask de Zach Blas en Teoría del Color en el MUAC (2014-2015) o La propagación del mal en el Centro Cultural España curada por Marialy Soto (2018).
En esta cuarta emisión Carlos Jager, Ericktool y Álvaro Rodríguez hacemos un balance del 2019 y platicamos de ciertas anticipaciones, preocupaciones, pero también algunas nostalgias de lo que fue este 2019. Síganos hablamos de la Cuarta Transgénero, de la Zapatilla y de otras delicias que nos dejó el año viejo.
19 grados, a veces 21 y cuando empieza a mermar la humedad y de regreso de unos sorbetes en la Pola de Santa Lucía, el Centro de Artes Visuales de Mérida nos da la bienvenida con una fachada de época, una pared descarapelada con sus herrerías oxidadas y sus maderas infranqueables, un piso de granito a cuadros que define la entrada hacia unas arcadas que delimitan el patio central, un lugar de una delicia lumínica y de calma chicha.
Es una fortuna tener a Rosa Arteaga curadora de Zona Tropical como guía de una muestra representativa de la actividad artística y fotográfica de toda la Península. Y no sólo de Mérida, también de Quintana Roo y Campeche, los fotógrafos y artistas visuales que participan de Zona Tropical,
“son una mirada sensible y atenta de la temperatura fotográfica de la zona”.
Los friches de Oso Sánchez son el ejemplo de como se puede producir desde la fascinación, desde la imaginación, la intervención inimaginable del paisaje. Su obra un igloo, una guarida poliédrica ahí abandonada en medio de un arroyo tropical, unas esculturas fantásticas deslocalizadas en los desiertos yucatecos o una figuras carcomidas por la humedad se reiteran en su serie fotográfica que además de coloridas son en extremo poéticas. Zona Rosa, el políptico de Alexa Torre nos golpea con esa liminalidad entre lo cursi y lo erótico del rosa, un paroxismo de coloración que tiñe los objetos cotidianos en un catálogo de sublimininalidades que estallan lo femenino en un ejercicio de reconceptualización y uso del género. Una mezcla también de personas de una trayectoria incontestable como la de Eduardo Arco y sus platas sobre gelatina que evocan el tiempo y las inscriben en otros linderos de la poesis visual. La mirada diversa y los puntos de vista sobre el campo y la visión del desarrollo agrícola de Robin Canul, también los retratos mágicos y espirituales de los pueblos originarios de Yucatán en papel algodón de Pedro Tec, el ensayo crítico de Anel Suaste en Fuji Instax, Veneno letal para el sistema, una intervención manual sobre el interior y el exterior del retrato, las obliteraciones de la imagen, los ácidos sobre el rostro sugieren la violencia con la que el medio puede aproximarse a fenómenos tan evidentes como la agresión física o la desaparición misma. Las escenas de tejidos imaginarios ya conocidas de Lizette Abraham que resultan de una delicia palatable para la mirada o bien, la reflexión sobre la fragilidad de la vida y la celebración catártica de la muerte en la serie A dónde vamos de Cuauhtémoc Moreno, son tan sólo algunos ejemplos de lo que en esta temporada podrán encontrar en el Centro de Artes Visuales de Mérida.
Visiten el CAV podrán darse un postre escópico y después degustar en el manjar blanco una triada de salbutes y platillos de la región que no les dejará una sola duda de que vivir el centro de Mérida va más allá de su estatus temperamental y gastronómico, sino de la gestión ejemplar y la digestión cultural.
Esta semana asistí con la especialista del performance Latino-canadiense Nuria Carton de Grammont Lara a ver la exposición Elements of Vogue, Un caso de estudio de performance radical en el Museo Universitario del Chopo. Fue una cita inesperada con el espacio expositivo en donde en su interior nos aguardaba una instalación enorme del artista Rashaad Newsome una suerte de espacio donde se celebrarán balls de voguin para iniciados y un primer loop Tongues United de Marlon T. Rigg nos recibía con un manifiesto gay de los años ochenta sobre la emancipación del cuerpo, un “hito de la representación masculina afrodiaspórica”. La historia del ballroom indisociable al arte afroamericano corre desde los años del jazz de los treinta y hasta las manifestaciones de las panteras negras en los 60s, transformándose en los años 70s, 80s y 90s y seduciéndonos con piezas de la escena perfomance desde David Hammons, los grabados de Glenn Ligon, a las representaciones subversivas de las Zapanteras de Emory Douglas, tres retratos de Marsha P. Johnson en polaroids de Andy Warhol y unas máscaras de Willie Cole hechas con zapatillas de voguing. Este recorrido es una revisión de una historia política de:
“los cuerpos criminalizados, racializados, medicalizados y castigados una y otra vez”.
Pero al fin, visibilizados y reafirmados por la escena voguing, ahora internacional. Espacios atravesados por una incontable serie de elementos de las clases populares que giran la retórica de “la moda de los ricos” para hacerla suya y transformarla en un lenguaje cuyas frases se enuncian desde la tragedia, el cuerpo y el arte queer.
“Elements of Vogue investiga cómo las minorías utilizan sus cuerpos para inventar formas disidentes de belleza, subjetividad y deseo”.
La pieza del poeta Benji Hart, Dancer as Insurgent, 2017, fue un performance realizado ese año para la exposición Elements of Vogue en el CA2M en Madrid curada por Sabel Gavaldón y Manuel Segade y actualmente exhibiéndose en el Museo Universitario del Chopo. Este trabajo es importante para entender los elementos del performance radical y está dividido en varias pausas donde describe los elementos del Vogue, ahí se describen muy puntualmente las influencias y sus orígenes; expone la manifestación en el espacio, sus deudas y sus retroalimentaciones con otras culturas urbanas como el hip hop, sus formas de expresión y resistencia, sus posicionamientos públicos y políticos, sus formas enunciativas desde la memoria y el cuerpo, sus identidades, encarnaciones, apelativos y finalmente las doctrinas que figuran en un movimiento complejo de pose, postura y expresión en la batalla del baile. Así mismo se detiene en los procesos mentales de un bailarín, y sella con sus tesis. Aquí cifro algunas partes de su texto, recomendando seguir la cadencia de su poesía desde el performance:
Elementos estéticos del vogue
1.
Confluencia en el espacio en el locking, el tutting, el
lofting, términos que emergen de las escenas del Brodway, de
las calles del Blooklyn, el funk, el house, el
waacking, el b-boying, el uprok, el toprock…
2. Puntos de adaptación, las películas de kung fu moving, donde podemos percibir la importancia de Carl Douglas, gimnasia, jeroglíficos, el ballet, la revista Vogue de la que se tomaron las poses y de donde el movimiento tomó su nombre, de las pasarelas de moda…
3. Formas afines de la batalla estética, el duelo de insultos (reading), las tradiciones afrocaribeñas: rumba, bomba, son, mambo, plena, salsa, mangulina, el stepping; los círculos de freestyle en el hip hop, el círculo “el punto focal de la energía”…
4. Lugares de origen, memoria geográfica colectiva, en las cárceles los convictos durante la Navidad se realizan concursos de belleza con plumas, la zona de los muelles, donde se pasean las reinas de los muelles, los jóvenes queer que se confrontan con los gays ricos de Lower East Side, las travestis negras que hacen sus propios concursos en el Harlem llamados “bailes” en “Central Park; Sally’s; Escuelita”…
5. Queers estetas, di sus nombres y nombrate a ti mismo…
7. Doctrinas radicales: el baile como etnografía, la improvisación como baluarte contra el estancamiento; la forma como historia corporizada, memoria física; la batalla estética como compromiso metafórico con una lucha; el conocimiento como proceso y no como producto; el cuerpo queer como fuente del movimiento revolucionario, el baile urbano como arte de guerrilla, el recurso a la feminidad como resistencia ante lo patriarcal, la difusión cultural como desafío a la mercantilización, el movimiento físico como epítome de la práxis, el bailarín como insurgente…]
Procesos mentales de un bailarín
[…dirige tu mirada hacia el frente, entrega el baile como una ofrenda, se puede jugar con la simetría y la asimetría del cuerpo, el cuerpo es como un plano, afila tus cuchillos, el poder se puede entrenar, piensa en el fraseo físico como si fuese literal, olvidar la diferencia entre bailar y moverse, dejar que la música dirija tu movimiento, “cuenta una historia con las manos” Javier Ninja, deja que se revelen nuevas formas de moverse en tu cuerpo, imita y luego crea, crea algo a partir de la nada, refina tu oficio antes de ponerlo a prueba, los b-boys y beboppers y otros grandes artistas de la improvisación te preceden. Convierte el cuerpo en algo más que el lugar de deseo de otra persona, se fiero, se trata de localizar tu elemento propio y encarnarlo a toda costa, reivindica la belleza en el horror, evita repetir frases, romper el ciclo es radical, deja que las tareas diarias sean baile y has del baile una tarea diaria, lucha por existir como un ser completo, debes saber que los muertos caminan siempre contigo…
Somos
unos desviados y ahí radica nuestro poder, el baile es memoria
despertado en la batalla.
Al reelaborar el vocabulario del cuerpo queer y convertirlo en una fuente de poder personal y practicado, el vogue transforma el movimiento diario, en el cultivo clandestino de la energía revolucionaria, permitiendo a los que bailan hallar la fuerza en los espacios de debilidad y esperanza en lugar de desesperanza…]
La pintura shunga es un género de producción visual japonés también conocidas como estampas de primavera o del mundo flotante, dibujos, estampas, grabados y xilografías donde el sexo es el paroxismo de la representación durante el periodo Edo (1603-1867), aunque estuvo regulada como material explícito, este género dominó la cultura popular impresa del japón con una sensualidad y soltura que las shunga se convirtieron en un material muy buscado y preciado por el pueblo.
En las imágenes de primavera los personajes cotidianos podían mantener relaciones sexuales de todo tipo, incluso con animales, seres fantásticos y monstruos de la mitología. Imágenes heterosexuales, homosexuales y zoofílicas, las shunga pueden considerarse imágenes antecedente de la pornografía oriental a fines del siglo XIX. Las shunga mostraban relaciones que podían despertar toda clase de ensoñaciones y fantasías de jóvenes inexpertos, de célibes y seguramente personas que por su condición mantenían relaciones onanistas o prohibidas. Las shunga se consideraron imágenes bellísimas llenas de colorido, de una experimentación en la hipertrofía de los órganos sexuales, del bestialismo, de las cavidades corporales, de los contactos y de las fornicaciones múltiples. Como las imágenes santorales, las shunga también podían ser consideradas imágenes muy potentes para proteger a los individuos de los incendios, acompañar a los samuráis en la soledad del servicio y de los abandonos de sus esposas y viceversa.
En la película de La Región Salvaje de Amat Escalante, uno de los principales actores del argumento de la película es un monstruo tentacular cuya función sexual tiene una referencia muy evidente con el célebre grabado de Katsushika Hokusai: El sueño de la esposa del pescador-Tako to ama, El ama y el pulpo- y que ilustró el libro Kinoe no komatsu en 1814 e influenció el filme Shindo Kaneto-Hokusai Manga mejor conocida como Edo Porn. La imagen tiene otro eco en la película de horror Possesion 1981 del director Andrzej Zulawski, donde un octopedo es la siniestra posesión de la fascinación sexual de la protagonista Anna (Isabelle Adjani).
Las shunga
más allá de su sentido explícito, son imágenes muy potentes de la
sensualidad, de lo extramarital y de la fantasía que produce lo
copular, de manera que su gran éxito se debió al deseo reprimido
que estalló en un mercado de consumo de imágenes sin precedentes.
Artistas y pintores occidentales fueron aficionados y coleccionistas
de estas imágenes, desde impresionistas hasta pintores abstractos
como Picasso, las shunga fueron alimento para sus espíritus,
bajo ese colorido que deslumbra en las xilografías de copulación,
“lo oscuro esta por siempre”.
La enorme aportación del museo universitario de arte contemporáneo de la UNAM en la formación de públicos es incontestable. Sería imposible nombrar aquí en lo que lleva de vida el recinto, la ingente cantidad de exposiciones, temas y dispositivos museográficos puestos a prueba en sus interiores. Otra enorme aportación de su labor es educativa y de mediación con sus públicos. Su inteligencia inicial de poner a disposición sus catálogos en formato electrónico resulta de un compromiso sin parangón en el continente, con la formación de un centro de documentación especializado en arte contemporáneo y con una abierta difusión electrónica de sus catálogos, no sólo para su venta en físico que claramente vale mucho la pena adquirir, el Museo es más que un proyecto cultural, es una casa de formación para la crítica y la producción artística. En esta tesitura convengamos en comentar una exposición y un catálogo que ayuda a entender el paso de lo que José Luis Barrios en El derrumbe de la estatua, ha llamado “lo conmemorativo” hacia las prácticas de transformación de esos artefactos llamados monumentos.
El texto curatorial para la exposición del mismo nombre tuvo lugar en el MUAC y es de una actualidad muy evidente en el contexto de las manifestaciones feministas en el espacio público. Este catálogo debería ser leído aquí y allá, y casi procurar su distribución en librerías de Taibo II para darle visibilidad a la crítica de las empresas y políticas del Estado que se ocupan de dominar el espacio público desde hace más de un siglo, en un espíritu conmemorativo y de celebración. El derrumbe de la estatua supone una negociación democrática por establecer un debate sobre el estatuto del espacio público, su ocupación y su simbolización. También a través de la intervención se pone en juego la legitimidad de quién debería y tendría el derecho a ocupar los espacios de memoria, los imaginarios políticos y los símbolos del régimen. Para una generación milenial que creció con el MUAC, el derrumbe de los monumentos obedece a un derecho de accionar con soberana libertad el espacio público a través de:
“la intervención, situación y acción como crítica y derrumbe de monumentos, ya sean imaginarios, simbólicos o reales”…
…un espacio lleno de estatuas y monumentos producto de una historia patriarcal que le habla a los caudillos y a los patriarcas que nacieron y vivieron en el porfiriato y la revolución mexicana, personajes que caen uno a uno en esta era de la hiperconexión desideologizada o construida por valores distintos al orden y al progreso decimonónico.
¿Por qué molesta tanto las acciones y las intervenciones a mausoleos y cementerios del pasado?, porque en ellos lo que se conserva y se preserva es el imaginario del régimen, el patrimonio del Estado basado en piedras sepulcrales y prístinas que custodian el mito falocrático y fundacional de la nación. Esta monumental ciudad es el adversario epistémico que están enfrentando las mujeres en su andar cotidiano, en su posicionamiento político, en sus demandas ciudadanas de respeto. Es con el derrumbe de estos símbolos, a los que de modo irrenunciable el ciudadano tendría que contestarle a la violencia sistémica del Estado.
La desaparición, el
acoso y la violación son símbolos implícitos de estos mármoles
blancos, de estos laureles y fascios que ornamentan las beneméritas
glorias de la historia de bronce de un país colonizado, emancipados
de sus colonizadores y doblegado y aplastado por sus gobernantes.
Frente a ello, la
reacción de amplios sectores, incluidas algunas mujeres convencidas
de la función de patriarcado denostan la protesta, la intervención
a esos hitos fundacionales del poder y desacreditan toda crítica que
pueda darle voz a la discrepancia y al repudio de las estructuras
perpetradoras de la violación al cuerpo político femenino. En buena
medida si el movimiento feminista sabe accionar estéticamente en el
espacio público es porque alguna repercusión en la teoría como en
la práctica está siendo críticamente leída y perfectamente
aplicada bajo el lema: “en México como entre las naciones el
respeto al cuerpo ajeno es la paz y si no, la guerra”.
Existen algunos temas que pueden ser instrumentalizados como el de la salud mental. Algunas instituciones que se dedican a tratarla y desde los programas públicos atenderla suelen explotar sus consecuencias invisibles. El trabajo de Jorge Mejía sorprendió en estos días al ser inaugurado un proyecto fotográfico que viene de atrás, desde 2009 cuando Paseo en el limbo surge en una de las tantas visitas a un albergue para personas con discapacidad psicosocial. Paseo en el limbo fue recibida en el MAF y aunque han habido legendarias muestras como la Castañeda en este museo, es muy interesante que el proyecto de Jorge Mejía tenga difusión en el Centro de la Ciudad de México, sobre todo para sensibilizar a funcionarios y agentes públicos los primeros que deberían estar atentos a estas problemáticas que cada vez son más amplias.
Aunque los trabajos
sobre hospitales psiquiátricos, albergues y casas de refugio o bien
de encierro suelen estar binariamente tratados, por un lado quienes
se agencian de la violencia y la brutalidad médica de estos espacios
es para entregarlos al sensacionalismo o a la literatura, o también
están quienes en una labor de visibilización logran meter la
problemática en la agenda del gobierno o bien instrumentalizan de
alguna manera la situación de degradación humana para llamar a las
buenas conciencias a sentar compromisos de los organismos que sólo
voltean cuando un tema como la salud mental se sale de los cauces del
control y revientan en la emergencia social. Cualquiera de ambas
posturas pecan de romanticismos que deben ser desmitificados. El
trabajo de Jorge Mejía pensamos es es unos de esos impulsos que
buscan visibilizar la problemática sin quitarle el drama que
persigue la vida y muerte de las personas de estos centros. Sin
embargo, el trabajo más sobresaliente de Mejía es estético, la
fuerza de sus imágenes y en esto coincidimos con su propósito, es
“mostrar su lado humano fuera de la perspectiva médica”
sus series muestran
la fuerza de las personas mismas, el poder de sus rostros, los
ademanes de orfandad, pero también los gestos de lucidez y cadencia
humana, que logran fijar en las imágenes de los retratados, los
tonos más lúgubres, pero también lo punzante de la elocuencia
frente a la condición médica y socialmente normativa.
Jorge Mejía intenta
entonces rebasar no sólo los estereotipos con los que son
generalmente tildadas estas poblaciones, sino logra, los que ya
muchos filósofos entre ellos Foucault y Huberman han sentenciado
sobre la locura, el abandono y la enfermedad, una suerte de
elocuencia permanente frente a la condición obtusa de los discursos
del orden.
Hablar de la manicomización y la locura resulta complejo, comenzando por la definición que han dado diferentes organismos e instituciones que la han definido como discapacidad psicosocial, como es el caso de la organización Voz Pro Salud Mental que la define como:
“la inhabilidad de poder interactuar con la sociedad de forma aceptable culturalmente, careciendo de habilidades para interactuar con otros de forma eficiente y congruente”
Por consiguiente, aquella persona que sea diagnosticada con estas características deberá seguir un tratamiento en alguna institución psiquiátrica, (antes manicomio) que actualmente sigue reproduciendo estigmas que impiden el acceso a una vida digna, pues a través del disciplinamiento corporal se pretende que los usuarios se rehabiliten, resultado de un ejercicio que los despoja de su voz y sus derechos. Y pese a tener una Organización Mundial de la Salud es que se refiere a la sociedad y al entorno urbano como a las “limitaciones” que impiden tener una vida digna a este grupo, refiriéndose al modelo social de la discapacidad, la situación de estas personas no ha cambiado en años.
El ejemplo más claro es la obra de Jorge Mejía, quien a través de Paseo por el Limbo nos presenta una investigación realizada desde el año 2009, que a modo de denuncia,
“muestra fotográficamente la cotidianidad de diferentes personas al interior de instituciones psiquiátricas en la Ciudad de México”.
La inauguración de Paseo por el Limbo se llevará a cabo el jueves 14 de noviembre a las 18:30 horas en el Museo Archivo de la Fotografía. El trabajo de Mejía nos invita a reflexionar acerca de este tema poco abordado en recintos fotográficos, pero sobre todo,
“muestra la situación de un sin número de personas que han pasado y siguen en estos espacios de encierro”
Una exposición que valdrá la pena ver, en la medida en la que el museo sea un verdadero espacio de visibilización de proyectos así de relevantes.
¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria
Con el objetivo de mostrar las dinámicas de explotación laboral y las estrategias de resistencia y solidaridad de las trabajadoras y trabajadores de la industria de la producción y distribución alimenticia, se inaugura la exposición temporal ¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria, el próximo lunes 28 de octubre a las 19:30 h en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM).
La
muestra reúne la obra fotográfica y conceptual de diez artistas,
colectivos, activistas y académicos de México, Argentina, Brasil,
Italia,
y EUA, que siguen la ruta de la producción y circulación de
alimentos entre México, Estados Unidos y Canadá: desde el campo,
los mercados de distribución, los restaurantes, los hogares, los
supermercados, hasta la recolección y procesamiento de basura;
centrándose en las experiencias de quienes se emplean en estos
circuitos.
Las
obras invitan a reflexionar sobre las condiciones precarias de
trabajo: sueldos bajos, jornadas extensas, hostigamiento laboral y
sexual, falta de prestaciones de ley y seguridad social; que se
perpetúan por las relaciones desiguales entre México y los países
del norte, así como por la situación migrante de las y los
empleados, que muchas veces no cuentan con documentos, lo cual es
considerado por las empresas como un pretexto para no garantizar sus
derechos.
La
exhibición señala que la firma del Tratado de Libre Comercio,
agudizó la desigualdad entre las trasnacionales y los trabajadores,
quienes en la escena global se encuentran en circunstancias
vulnerables, de “esclavitud moderna” y manipulación. En este
sentido Carole Condé y Karl Beveridge se centran en la
transitoriedad y vulnerabilidad de migrantes jornaleros en Ontario,
Canadá; Fred Lonidier en la precarización de las condiciones de
vida en la pizca de fresas en el Valle de San Quintín, Baja
California; y Javier Dragustinovis, en la sensación de la pérdida
de origen en el proceso migratorio.
Además
de mostrar estas condiciones de explotación, se visibilizan las
luchas de resistencia tales como huelgas, creación de sindicatos
independientes y redes de solidaridad trasnacional y entre pares. Por
su parte, David Bacon, se enfoca en los empacadores guatemaltecos en
Nebraska y en la organización de una huelga en Walmart en San
Leandro, California; Sol Aramendi en las historias de resiliencia de
trabajadoras del hogar, pertenecientes a la organización Adhikaar de
Queens, Nueva York; Caterina Morbiato, Stefano Morrone y el colectivo
Ni un Repartidor Menos, en las estrategias de protección de
repartidoras y repartidores de alimentos de empresas como UberEATS,
en la Ciudad de México.
Organizada
por Chamba Collective, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll
Stiftung, el
Programa de Estudios sobre la Ciudad de la UNAM, la Escuela
Urbana de Lyon, la Universidad de Lyon, el Centro de Estudios
Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) y el Museo Nacional de las
Culturas del Mundo, la exposición forma parte de las actividades del
Congreso Justicia y Soberanía Alimentaria en las Américas,
desigualdades, alimentación y agricultura, espacio de reflexión en
torno a la marginación y precarización de las y los agricultores.
La exposición ¡Provecho! Geografías de explotación y lucha en la cadena agroalimentaria permanecerá en exhibición hasta enero de 2020 en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, ubicado en la calle Moneda 13, Centro Histórico de la Ciudad de México.
Estuvimos con la grata presencia de Isabel Gaspar artista visual que nos presentó Luminiscente pieza de sitio y Aldebarán Solares curador en Purísima Arte Contemporáneo, Tacuba 29, Centro histórico. Síganlos.