Gustavo Celedón Bórquez
Podríamos invertir el desprecio que la élite
latinoamericana tiene por el pueblo y establecer que el verdadero
problema es y ha sido siempre el primer mundo. La élite de por-aquí
es solo un grupo de entes vacíos cuyo único contenido es el goce de
su propia ignorancia, ésta resultado de todo el dinero que han
recibido a condición de destruir la cultura y la sociedad.
Pero lo que han destruido son sus propios cerebros
—que desde el comienzo pusieron al servicio de una inteligencia
importada, ajena, violenta y sometedora. Hoy, mientras el mundo
entero requiere cada vez más de inteligencias y sensibilidades
múltiples y colectivas que puedan asumir todos los riesgos y
necesidades de un planeta y de una sociedad que se caen a pedazos
casi para siempre, no es sino la élite el problema. Ese filtro
corrupto por el cual Latinoamérica ha debido someter siempre toda su
potencia nos muestra hoy, en un acontecimiento que jamás previeron o
creyeron tener controlado, una insuficiencia total. Si Chile fue el
laboratorio de las nefastas políticas neoliberales, desde ahora será
el laboratorio de una vida y de una sociedad justas e inteligentes,
en contacto con su tierra, con su espacio, desarrollando sus
temporalidades y abriendo dimensiones. Un laboratorio abierto, que
comparte y aprende de los pueblos todos.
“No podría haber otro futuro, si es que se trata del futuro. Y no podría haber otro presente y otro pasado, si es que también se trata de ambos”.
Toda la violencia estatal que hoy vemos a través
de las redes sociales y constatamos a través de la sensibilidad que
nos une con quienes la han padecido directamente, pues hemos estado
ahí, con todas las edades, en las marchas, en las asambleas, en los
cabildos, con nuestra mente y nuestro cuerpo irreversiblemente
conectados con lo que pasa, como si se hubiese abierto algo que
estaba radicalmente cerrado… toda esa violencia, decimos, dicen,
dices, es el manifiesto hoy visible de una élite política que no
posee inteligencia y que, de hecho, arrienda a la fuerza una
totalmente desgastada (que más encima después cobra al pueblo),
como si ese primer mundo que siempre nos ha dominado no existiese, no
existiese desde hace tiempo y viviese en la inercia de su propia
muerte ya pasada y que no obstante tiene el poder monstruoso para
siempre pisar fuerte, hasta la muerte, hasta la desaparición.
Veníamos viviendo sin fondo, en el vacío concreto de un planeta que
se sostiene hasta ahora en la imagen radicalmente separada y
autocomplaciente de su propia representación.
Esto se traduce, en un principio:
a) Fuera el gobierno. Un país que se quiere serio, que quiere asumir seriamente su existencia, no puede funcionar haciendo vista gorda a la violencia que su institución ejerce contra el pueblo, quien busca, justamente, al decir de Víctor Jara, su derecho de vivir en paz (canción que, entre otras, ha sido uno de los himnos de la revuelta).
b) Asamblea constituyente. Es el pueblo quien se
da sus formas de vivir. Pues, todo lo indica, la fuerza de la
oligarquía ignorante y babosa está siendo derrotada por el deseo de
asumir la vida que se lleva, de hacerse cargo de los problemas
sociales, económicos, ecológicos, de madurar, de utilizar la
inteligencia que tenemos y que esta oligarquía (local-servil y
global-cabrona) quiso siempre vaciar al infinito.
Hasta antes de octubre aquí, reportamos, reportan, reportas, todo era un verdadero hastío. En verdad, todo estaba a punto de explotar. Quizás, mientras la élite nos tiraba los desperdicios de su propio consumo, esos restos incompletos, con olor a basura (me refiero al endeudamiento, a la educación de mierda, a la explotación real, a las pensiones miserables, al vaciamiento cultural, a la prensa también de mierda, al individualismo radical, a la depresión, al suicidio, a la intelectualidad egoísta y fantoche, a los productos de mala calidad sobrevalorados, a la televisión asquerosa, a las elecciones mentirosas, a los partidos políticos jóvenes pero liberalmente administrados, etc.), tuvimos, tuvieron, tuviste que esforzarte y aprender a juntarlos, construyendo monstruos raros que te ayudaron a sobrevivir y tenerte a ti mismo. Unos más que otros ciertamente. Entonces desarrollamos sensibilidades e inteligencias múltiples que las viejas formas hoy no entienden y frente a las cuales responden con la misma violencia de antaño, como si nada hubiese pasado en estos últimos cuarenta años, como si aún fuesen, ellos, élites primermundistas y élites subordinadas, el principio y el fin de lo que se debe hacer, la vanguardia del mundo. Pero sabemos ya que no les alcanza para comprender eso —sobre todo a las subordinadas. Como dirían Los Prisioneros, solo quieren dinero (otros de los temas-himnos de la revuelta).
He aquí el reporte, tejido, como han de notar,
con las esperanzas que hasta hace algunos días parecían no estar
por ningún lado.
Chile, octubre de 2019.
Gustavo Celedón Bórquez es docente en la Universidad de Valparaíso, Chile.