Dixit platicó en estos días pandémicos con Robert John Kelly a propósito del universo Fungi y sus posibilidades locales y planetarias. El universo de los hongos es tan amplio y diverso como el animal y el vegetal. El libro de Anna Lowenhaupt Tsing: The Mushroom at the End of the World: On the Possibility of Life in Capitalist Ruins, Princeton, 2015 nos inspiró para platicar sobre las propias investigaciones de Kelly, sus libros y sus intereses entorno al universo fungi en México.
Robert John Kelly inició sus estudios en la carrera de Pedagogía Infantil e Historia en la Universidad de South Florida los cuales abandonó en el 2012 para cultivar hongos y dedicarse al estudio de Micología y Botánica. Fue co-fundador y técnico de laboratorio en Gulf Coast Mushrooms, una empresa que cultiva hongos medicinales y gourmet donde trabajó del 2014 al 2017. Ha dado pláticas, caminatas y talleres sobre hongos y plantas en la Universidad de New College of Florida, Acupunture and Herbal Medicines of St. Petersburg, The Children’s Garden,Tinker Farms y La Botica verde entre otros lugares de Florida, Estados Unidos y en Morelos, México principalmente.
Es autor de Una introducción a la identificación y aplicación de hongos comunes en el sur de Florida, 2017. En 2018 Impartió pláticas semanales en Tepoztlán sobre diferentes temas de hongos como: Etnomicología, cultivo e identificación de hongos. Actualmente escribe un libro sobre los hongos Cordyceps de Morelos. Vive en San Juan Tlacotenco (Tepoztlán), Morelos donde tiene un laboratorio para experimentar con propagación de hongos silvestres y comerciales.
Sigue la emisión de Dixit Radio donde abordamos la economía de estos seres, sus funciones y su estudio.
Salir a la calle en estos momentos es un performance citámbulo e insólito,
“la vida misma en su poética diaria es un performance, hay que conmoverse”.
decía Bernardo Montet, bailarín y coreógrafo.
Calles siniestras, semi vacías, entre av. Balderas e Independencia se pueden ver hordas de gente viviendo en la ruina, es una población desatendida y que vive en el corazón de la pandemia como una impronta de vaciamiento, pero también como un confinamiento sobre otro confuso confinamiento.
Las calles del centro se encuentran completamente a cortina cerrada y por cada 5 metros policías con máscaras muy atentos en sus turnos blanden sus ojos bajo sus micas. La calle mientras tanto tienen a sus personajes hijos de una literatura propia de estas calles, algunos seres en harapos que de llevar algunas semanas bebiendo se les nota el semblante desorbitado, un poco locos corriendo sin rumbo fijo, riendo y cantando las inolvidables por una alameda intoxicada de carteles “Estas entrando en una ZONA DE CONTAGIO”.
Extraños sonidos se apoderan del espacio callejero, sirenas de ambulancias, grabaciones de tamaleros embrujados, organilleros intubados a sus organillos, repartidores extraterrestres probando sus drones para llevar hamburguesas piratas a los chicos sanos de la condesa, paramédicos asesinos levantando a barrenderos nocturnos vestidos de verde fosforescente justo para que los borrachos no los atropellen, perros salvajes que atacan en la ciudadela al haber sido liberados de sus departamentos, ratas comiéndose a las ardillas en un combate caníbal a falta la basura, fantasmas que se apoderan de la noche bacteriana para diseminarse entre las puertas de los últimos trolebuses que funcionan en la ciudad.
Aquí no hay Apocalipsis, ni génesis, ni incestos, ni obscenidad, aquí se remueven y se intersectan las bakterias, se infiltran en un sorteo de cuyas esferas caerán en los huecos del azar, en los nombres de los sepulcros del panteón de San Fernando, en el mausoleo gris del benemérito, en las estructuras futuristas de los epitafios mexicas. Palimpsestos que salen de un sobreviviente del FONCA-SNCA como zombi para deglutir los últimos restos de la sociedad del siglo XXI.
“bakteria.org son, o representaciones antropomórficas de apariencia orgánica, o sistemas mecánicos cinéticos. Desde el momento de conocerlas y construir un diálogo con Internet, me intereso mucho el uso del lenguaje que se da en los medios digitales y programáticos, así es como se estructuró en la idea de la morfología lingüística, un proceso semántico en la construcción de un metalenguaje y la formación de las palabras que dan paso a las ideas, entender al lenguaje como un virus que está en constante transformación. Cada bakteria tiene de nombre alguna palabra de-construida, infectada en un sentido poético que contextualiza al personaje”.
Álvaro Ruiz mejor conocido como BAKTERIA irrumpe como una abeja ciclista que traza un paisaje sonoro espacial y en cada pedaleada se desamplifican las pistas de su caja musical, no es Montmartre acordionista, es un afilador estrambótico de Tenochtitlán. A una calle de donde viviera Rockdrigo González, Bakteria se eleva como un virus que se fugó de un laboratorio de alta seguridad, como el de Almoloya, por un túnel, en una máquina de dos ruedas, a una velocidad necesaria para tomar la calle bajo su control contagiando su virus gráfico y sonoro paralizando a la ciudad.
He aprovechado estos días para ver con mis hijas la saga de las Guerras de las Galaxias, además con la noticia de que existe un universo paralelo del otro lado de nuestra galaxia con más razón he sentido que mis hijas me han obligado a regresar a una cierta época en la que vi imágenes cyborg que me formaron desde el cine. Los personajes como los cascos y las máscaras de los personajes de Star Wars no conjugaban para los años ochenta una cierta anticipación en su estética y en los respiradores que ahora los memes se han encargado de reactivar en el imaginario colectivo.
Hace unos años había escrito un artículo sobre máscaras apoyándome en la antropología de las máscaras de Claude Levi Straus y sus funciones sociales, ese texto me sirvió para relativizar y valorar lo que se había hecho con los cubrebocas durante la pandemia H1N1; máscaras personalizadas, nahualizadas, llenas de humor y colores.
En esta pandemia del covid-19 no he sentido que las ganas sean de ironizar masivamente con un virus lo suficientemente agresivo y letal para bromear con las mascarillas. He visto makers customizar y hacer sus propios diseños de máscaras covid-stars wars con impresoras 3D. Esa posibilidad es mínima cuando hemos presenciado una carestía mundial por hacerse de un equipo digno para la autoprotección y para enfrentar en la primera línea de contención del coronavirus. Los primeros memes eran sobre seres salidos de la película de Blade Runner o el bar de Jabba de Hutt emplasticados y cubiertos con las más siniestras e inimaginables protuberancias faciales hechas de cualquier material posible. Esto fue cambiando en la medida que el virus nos fue mostrando su lógica de contagio y transmisión. Los debates políticos enardecidos en muchos países por la falta de mascarillas, un cierto monopolio de estos enseres y su ultrafabricación express en medio de la parálisis económica y de producción textil. El anonimato que otorga no sólo el cubrebocas en todas sus modalidades de efectividad y protección:
“la N95 en un 95 % de efectividad, la máscara quirúrgica en un 95 %, la FFP1 en un 95%, el cubrebocas de carbón activado en un 10%, las máscaras de tela y esponja en un 0%”
En fin, el delirio inmunitario que se persigue con toda clase de diseños, materiales y efectos estéticos, seguido de lo que las autoridades ya han alertado acerca de sus malos e ineficientes usos.
Con todas las ventajas y desventajas, el anonimato sigue siendo interesante, según el tipo de máscara otorga una cierta identidad de consumidor, contenedor del virus o propagador, pero establece un anonimato horizontal que puede ser contradictorio para efectos de la identidad y la identificación personal. El problema es para los cuerpos de la seguridad como para los propios ciudadanos en todos los rincones del mundo. Al menos las máscaras que produjo el artista visual Zach Blas para su pieza Facial Weaponization suite mask (2011) intentaba establecer un artefacto antiidentificatorio contra los dispositivos de identificación basados en inteligencia artificial. Sus máscaras prometían un barrido de rasgos que fundaban el anonimato y sugerían un régimen de libertades faciales.
En algunos países es obligatorio el uso de máscaras cubrebocas al entrar a bancos o establecimientos, es más, los ejecutivos de los bancos y las cajeras las usan independientemente que te identifiques con una ID, el aspecto de interacción es el anonimato. La policía en ciertos países y dependiendo del plan de confinamiento usa los cubrebocas como una práctica ya instalada de abuso de autoridad para no ser identificados como perpetradores de violencia policial. Quizá el espacio que ha sido consagrado para no usar máscaras han sido las reuniones por zoom y metting. Pero en lo que concierne al estricto uso de protección y medida de no contagio es la calle. De manera que aquellas personas que se preguntaban por los embozados y embozadas, por los zapatistas y enmascarados, por los forajidos y los bandidos, han tenido que adoptar una lógica de anonimato similar para salvar vidas y salvar sus vidas.
Además de los trabajadores de transporte y obras, el personal obrero que ha estado en la primera línea del abasto de la ciudad, otros actores que han estado presentes en los puntos rojos de contagio han sido los equipos médicos y los fotoperiodistas.
Recuerdan al “vato del dron”, Sergio Arau de quienes fueron duramente criticados sus imágenes de la marcha del 8M, pues este fotógrafo ha sido uno de estos singulares agentes de la información que ha retratado los rostros anónimos que diariamente han estado luchando en el frente contra el covid-19. En una estética de ciencia ficción, Aheida Bautista una mujer especialista en gastroenterología es retratada por Arau para dar cuenta del trabajo y el reconocimiento del personal del Centro Médico S.XXI que como una Mandalorian enfrenta con una fuerza paralela al lado oscuro del virus.
Interesante análisis del panorama epidérmico de Alain Badiou, cabria hablar de una suerte de “filosofía de la plaga” y buscar e interrogar en el virus mismo, su germen. Me acojo a la idea de Badiou respecto a la sobre-información que rodea, enreda y perturba por, muchas veces, lo inadecuado a la situación. Tal como sostiene en el cuarto párrafo y que lo ejemplifica en el párrafo 25 a propósito de las “redes sociales”; como también cuando hace alusión a la relación entre “economía y política” y su “orden social”.
También
adhiero sobremanera a su formula “Yo primero” como regla de oro
de la ideología contemporánea para hacer frente a esta peste
global, la verdad es que lo que esta predominado cotidianamente, con
el pánico mundial, es la exhibición de este “Yo primero”
intentando abastecerse de todo y contra todos. Sin embargo, cuando se
trata de “definir el problema” partiendo de un punto de
articulación entre, palabras de Badiou, “determinaciones naturales
y sociales”, cuyo “punto de origen” es el “empuje natural del
virus que transita a la especie humana” (párrafos 10/11), me hizo
recordar a Hobbes y su clásico “Leviatán”, sobre todo el libro
XIV en el cual, él expone el ejercicio del derecho natural hacia el
“pacto” social; dicho de otra manera, el tránsito de lo animal a
lo humano mediado por dicho “pacto”. Y recalco “pacto” pues
no es lo mismo que una “convención” que está ligada a un
“contrato”.
Al
mismo tiempo, me recordó a Rousseau y su clásico “Discurso sobre
el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”
cuya tesis (de modo muy general) es que la naturaleza esta sometida
al derecho y a la ley moral. Esto, apoyado de la crítica que
establece Rousseau a la idea de “perfectibilidad” como facultad,
en el paso a lo social, de la razón y lo expresado en el origen de
las lenguas. Me complica mantener este dualismo Naturaleza/Sociedad
(tal y como lo habían afirmado ya estos dos grandes de la filosofía
política moderna) como “determinaciones”!! sobre todo el hecho
de que en dicho dualismo, Badiou, inscriba y determine ambas
categorías (valga la redundancia) como “determinaciones”.
En
mi opinión, es manifestar el “encierro” a que nos está llevando
esta peste global en su máxima expresión, es decir, estamos
“determinados” y, por tanto fijados y sin “salida” entre lo
“natural” y lo “social”. Aún no tengo una “respuesta” a
la “salida” de este binarismo.. pero siempre me he cuestionado el
por qué mantenerse en los binarismos y de todo orden.
Finalmente, no concuerdo para nada con la formulación sobre “la verdad verificable de la ciencia” como dispositivo para “creer” y ver la “solución” del virus, en circunstancias que la ciencia opera, más aún en estos tiempos, como ideología de control genético. Pero, sí me sumo a la propuesta de buscar, y creo que habría que escudriñar en el germen del virus mismo, una nueva política basada en las experiencias localizadas, bueno hay que darle mas vueltas al asunto.
Lorena Souyris Oportot
Doctora en Filosofía por la Universitè de Paris 8. Investigadora agregada en LEGS (Laboratoire des études de genre et de sexualité) Universite Paris 8, Universite Paris Nanterre / CNRS.
Muchos años atrás vi tus fotografías, había sido como si la luz cortara y rápidamente apareciera una cicatrización sobre todo mi cuerpo. La primera vez que te vi a ti, fue aun peor; me descolocaste, tu voz ahora causaba una herida en mis oídos. Tocaste cada pliegue de esas heridas… Seguimos intentado pensar que todo es normal, que la violencia, las manifestaciones, los gritos son comunes. Ya no duele nada. Incluso disfruto de las heridas que me estás causando.
Esa
mañana hacía bastante frío, mi madre me había heredado hace
muchos años, un abrigo de chinchilla, que extraño es pensarme
envuelta en el cuerpo de muchos animales. La gente caminaba entre
viajes naves industriales, buscando qué hacer, a veces solo
platicar, otros como yo, buscaban ocultarse. Cada semana había un
par de proyecciones en una de esas naves que aún olían a sangre del
antiguo matadero y mercado de ganado que ahí había estado. Ni todo
el cloro había alejado esos olores, la oscuridad de las naves era
perfecta. Ahí estaba yo sentada entre las pieles viendo la
proyección de un increíble paisaje del mar, la brisa del verano, la
gente lo miraba tan lejano, apenas recuerdo la última vez que estuve
en el mar. Apenas recuerdo la sensación de la arena. Apesta a sangre
pero intento disfrutar de esta ensoñación del mar. Estoy sola en la
nave ¿en qué momento Chris Marker se hizo real?
Me gustaba esconderme en las salas de proyecciones aquellos días, ahí se guardaba todo lo que había sido el mundo. Una enorme filmoteca que lo contenía todo, solo deseaba que en mi retina se grabara la historia del arte, la historia de las imágenes. Ahí había imágenes de otras realidades. Ahí estaba la historia que podía ser contada, la mía estaba en silencio. La mía se guardaba, igual que tú te escondes detrás de la pequeña línea de tu boca. Esto se trata de amor, siempre se trata de amor. Sobre la imposibilidad de verbalizarlo por temor. La historia.
Te
encontraba algunos días a la semana, siempre había gente con
nosotros, sentía que me estorbaban, otras parecían espectadores de
nuestras conversaciones, no interrumpían nuestras palabras, yo
disfrutaba verte con apenas un poco de luz, como todo siempre ocurre
entre tinieblas. A veces apenas podía dibujar la línea de tu rostro
o tus manos, pero tú voz ahí estaba. Cuando la voz de alguien se
siente con delicadeza, fuerza, dulzura, potencia, como un suspiro…
quería abrazar ese suspiro para llenarme el alma. Pronto acababa
todo y nos dispersábamos entre la noche, cogía un camino
subterráneo rumbo a la casa. Es que no hay historia que contar, no
había sucedido nada en particular, solo repentinamente empezó una
explosión de energía tan hermosa que me hace quererte. Te quería
porque mi espíritu me impulsaba hacia ti, por esa dulzura.
Una
mañana, de esas pocas donde aparecía el sol, quedamos de vernos.
Pocas de esas antiguas naves industriales eran blancas como aquella,
había un tragaluz en el centro y el sol era distinto ese día. Me
senté en el piso bajo el rayo de luz y vi tus pinturas, vi esos
paisajes que recordaban mi hogar. Recordaba las noches caminando en
casa. Recordaba tanto y mis heridas se hacían cada vez más grandes
pero tú no lo sabías, permanecía callada. Estaba tan en mi, hasta
que la forma en la que estabas de pie, seco, tímido, más abstraído
que yo me llamo la atención. Toda la luz que había ahí se fue.
Eras la luciérnaga más tenue, la más silenciosa, tal vez la más
ingenua.
Empezaron
los rumores de que había grandes aislamientos de personas, la
comunicación se había cortado, una enfermedad empezaba a vagar por
lo que sobraba de mucho, apenas semanas atrás nos habíamos librado
de un nuevo estallido de guerra. Estaba yo tan lejos de mi verdadero
hogar, más allá del océano. El único lugar húmedo cerca ahora
entre mis piernas cada vez que él hablaba sobre las estrellas. Me
estaba ahogando entre tanta humedad, en ese océano que él abría
con sus palabras.
Por unos días, mi palabra favorita era discrepar, siempre me la decía antes de darme la oportunidad de comentar algo. Me encantaba agregar cosas y decirle que era un poco tímido a las formas del arte. Esos encuentros siempre cortaban de manera tajante el ritmo de mi vida. Incluso me hacían olvidar el frío, el ambiente seco, el mundo muriendo.
Una
noche me fui sintiendo el calor de su boca en mis mejillas. Un par de
besos de despedida cambiaron de forma. Sentía como si aún respirara
en mi rostro, pero yo había huido. Siempre tengo ese impulso de
correr. Lo que duró un segundo se convierte en mi recuerdo favorito.
Ponerme de puntitas para intentar alcanzar su rostro, una vez, otra
vez. No podía, sentía solo deseo. Nunca había experimentado tanto
deseo por alguien, solo ver sus manos en el aire, como se mueves, lo
sutil que era, la fuerza que tiene, quería respirar a tu ritmo, pero
era insensato pedirlo. Huía para no volcarme sobre él, porque
sobraba en su vida.
Fue
irresponsable de mi parte acercarme así, por lo que yo sentí
entonces, pero a los pocos días, era casi ilegal tocar a alguien.
Los contagios, la enfermad extraña había llegado. Cuando había
llegado a este lugar, por muchos meses no sabía cómo era un saludo
ni mucho menos un abrazo. Tarde un tiempo en hacer amistades y aunque
tenía pocas, eran realmente hermosas, estábamos cercanas a pesar de
las prohibiciones. Teníamos esa necesidad de cariño aún cuando eso
nos costara la vida. Se había declarado una pandemia.
Supe
de otra sala de proyección, otro viejo lugar lúgubre, pero con una
arquitectura distinta. La sala era tan grande, pero me senté lo
bastante cerca y a mitad de la fila. Yo seguía abrazada a mi abrigo,
pasaban el autorretrato de diciembre jlg/jlg y el libro de las
imágenes. La vida se montaba cada vez como la esas múltiples
explosiones de las que va Godard. Tantos ecos, tanto balbuceo. Veo
las manos de JLG pasar las páginas de los libros y pienso en tus
manos, tus brazos. Vuelvo a deslizarme por la noche una vez más,
empiezo a disfrutar este extraño errar, voy por mi amiga para
ocultarnos en otra proyección. Reímos y conseguimos un poco de
alcohol. Dormimos pronto.
Las
personas parecían vivir encapsuladas ahora entre trajes que
fomentaban alejarse, nos distanciaban, enormes campos de
concentración de enfermos, si, otra vez. Estoy más cerca de esta
pantalla lisa, de esta ansia de comunicarme con nadie. El scroll es
una nueva caricia en las redes, donde puedes tocar a todo el mundo
con reacciones. Ahí en ese scroll, encontré el cuerpo desollado,
sin órganos, un hueco, como una vasija se tornaba el sobrante del
cuerpo de quien había sido una mujer y había matado su pareja. La
noticia venía de mi hogar, de tan lejos, un feminicidio más. El
dolor estuvo conmigo durante varios días.
Al par de semanas muchas mujeres en el mundo salieron a protestar con gritos, pintas, quemas. Las hogueras ardían hace tiempo en el corazón y las restricciones de estar cerca de alguien más no fueron escuchadas. Salimos con vehemencia en lo que sobraba de mundo, con lo que nos sobraba de fuerza. Para la noche siguiente muchos gobiernos parecían iniciar un toque de queda, se empezaron a paralizar incluso los trabajos, mi escondite en las proyecciones y todo aquello se paró.
Ese
fue el último día que nos encontramos, pero ya no podía mirarle,
no podía dirigirle la palabra. No era capaz de escribir, estaba
llena de furia, de algún modo todo se volvió insoportable
repentinamente. Siempre soy demasiado sensible. Ni siquiera era por
saber que estabas casado, ni tus hijos. Eso hace siempre lo supe. Yo
había dejado de hablar y el ruido de los otros ocupaba mi espacio,
pero ni él ni yo lo soportábamos, que extrañeza cuando le dijo a
alguien, ¿tu otra vez? A quien pedía hablar, jamás me había hecho
eso a mi, ese día me pidió mi voz un par de veces pero nunca se la
di, solo salía cuando a mi también me aturdía el ruido pero era
para mi, no para él.
Había
descubierto tu oscuridad y tu luz, sentía que había podido llegar a
lo más obsceno de ti sin siquiera tocarte. Tenía que huir. Tenía
que escapar. Había un reloj de agua contando el tiempo. Las
fronteras se estaban casi completamente cerradas.
Una amiga me acompaño a hacer la maleta, y a pocas cosas les pongo nombre, pero se llamó la maleta para el fin del mundo. Estaba llena de la teoría general de la basura. Una pequeña maleta azul que cuidaría hasta llegar a la siguiente pared que estaba del otro lado del mar. Me fui como Walter Benjamin. Una noche escribiéndote un recado para decirte adiós.
Elizabeth Casasola es artista visual y fundadora de La Editora
La pintura shunga es un género de producción visual japonés también conocidas como estampas de primavera o del mundo flotante, dibujos, estampas, grabados y xilografías donde el sexo es el paroxismo de la representación durante el periodo Edo (1603-1867), aunque estuvo regulada como material explícito, este género dominó la cultura popular impresa del japón con una sensualidad y soltura que las shunga se convirtieron en un material muy buscado y preciado por el pueblo.
En las imágenes de primavera los personajes cotidianos podían mantener relaciones sexuales de todo tipo, incluso con animales, seres fantásticos y monstruos de la mitología. Imágenes heterosexuales, homosexuales y zoofílicas, las shunga pueden considerarse imágenes antecedente de la pornografía oriental a fines del siglo XIX. Las shunga mostraban relaciones que podían despertar toda clase de ensoñaciones y fantasías de jóvenes inexpertos, de célibes y seguramente personas que por su condición mantenían relaciones onanistas o prohibidas. Las shunga se consideraron imágenes bellísimas llenas de colorido, de una experimentación en la hipertrofía de los órganos sexuales, del bestialismo, de las cavidades corporales, de los contactos y de las fornicaciones múltiples. Como las imágenes santorales, las shunga también podían ser consideradas imágenes muy potentes para proteger a los individuos de los incendios, acompañar a los samuráis en la soledad del servicio y de los abandonos de sus esposas y viceversa.
En la película de La Región Salvaje de Amat Escalante, uno de los principales actores del argumento de la película es un monstruo tentacular cuya función sexual tiene una referencia muy evidente con el célebre grabado de Katsushika Hokusai: El sueño de la esposa del pescador-Tako to ama, El ama y el pulpo- y que ilustró el libro Kinoe no komatsu en 1814 e influenció el filme Shindo Kaneto-Hokusai Manga mejor conocida como Edo Porn. La imagen tiene otro eco en la película de horror Possesion 1981 del director Andrzej Zulawski, donde un octopedo es la siniestra posesión de la fascinación sexual de la protagonista Anna (Isabelle Adjani).
Las shunga
más allá de su sentido explícito, son imágenes muy potentes de la
sensualidad, de lo extramarital y de la fantasía que produce lo
copular, de manera que su gran éxito se debió al deseo reprimido
que estalló en un mercado de consumo de imágenes sin precedentes.
Artistas y pintores occidentales fueron aficionados y coleccionistas
de estas imágenes, desde impresionistas hasta pintores abstractos
como Picasso, las shunga fueron alimento para sus espíritus,
bajo ese colorido que deslumbra en las xilografías de copulación,
“lo oscuro esta por siempre”.
Marsarchive.org es un proyecto que a través de un archivo colaborativo, actividades educativas de divulgación del conocimiento, así como colaboraciones artísticas, fomenta la reflexión entorno a las posibilidades, retos y cuestionamientos que plantea el planeta Marte.
Como ya es tradición, este 14 de diciembre del 2019 se llevará a cabo la 3era posada marciana con la temática “Marcianos vs Astronautas” ¿Cuáles serán las consecuencias de este contacto? Para refexionar en torno al tema realizaremos un meet up con la presencia de la Mtra. Marión Alvez doctorante en astrobiología, el Lic. Dante Valdovinos experto en derecho espacial, la Mtra. en Ciencias Oriana Trejo quien hablará de las misiones científicas en el planeta rojo, así como del escritor y miembro del seminario de estéticas de la ciencia ficción Ramón López Castro quien nos dará un recorrido por la forma en la que la ciencia ficción ha abordado esta confrontación.
Contaremos con talleres dedicados al público infantil y juvenil que estarán a cargo de la Asociación Ciencia y Cultura para Todos (ACCT) y Capicua quienes realizarán un taller de rovers de cartón y otro de narrativas ciencia ficcionales.
En la parte musical, tocará la banda de minimal jazz y electrónica Juggernot que creará paisajes sonoros salidos de una película de ciencia ficción mientras que los DJs, Manuel Horta, Felipe Q y Falzo nos pondrán a mover el organismo con funky planetario, disco y ritmos tropigalácticos. Por si fuera poco, contaremos con una estación de flash tattoo con temática espacial que realizará el tatuador @laratarey.
Claro está que no podrán faltar nuestros villancicos, piñatas marcianas y el delicioso ponche rojo.
Los esperamos el sábado 14 de diciembre de 16:00 a 1:00 horas en El Nidal, ubicado en Nogal 275, Colonia Santa María la Ribera, Ciudad de México.
En ésta emisión de Dixit Radio conversamos con Amat Escalante director de la película La Región Salvaje (2016) y con Itala Schmelz Herner organizadora del Ciclo de Cine Latinoamericano del Segundo Encuentro de Estéticas de la Ciencia Ficción 2019 en la Cineteca Nacional. Una charla donde Amat nos confiesa algunos de los secretos que envolvieron la producción de su multipremiada película y algunos vínculos e influencias con maestros de la cinematografía contemporánea.
Pueden consultar el programa del Ciclo de Cine Latinoamericano de Ciencia Ficción aquí.
El día de mañana se darán cita un grupo de especialistas, fans y conocedores del universo de las estéticas de ciencia ficción en México y Latinoamérica.
“En el marco del centenario luctuoso de Amado Nervo, pionero de la ciencia ficción mexicana, y los cien años de la publicación de Eugenia de Eduardo Urzaiz Rodríguez, una de las primeras novelas de ciencia ficción escritas en el país”. ..
… se organiza el segundo encuentro de estéticas de la ciencia ficción que promete además de un rico espacio destinado a charlas y conferencias magistrales sobre la línea continua de las representaciones y los procesos estéticos de la ciencia ficción en México (como un conjunto epistémico que permea otras latitudes), también se presentará en la Cineteca Nacional un ciclo destinado a la producción cinematográfica de la ciencia ficción latinoamericana en donde veremos: La región salvaje de Amat Escalante, Ovnis en Zacarpadel guatemalteco Marcos Machado Loria, Branco Sai, Preto Ficade Adirley Queirós de Brasil o Adiós querida luna de Fernando Spiner entre otras.
El seminario y encuentro de ciencia ficción en México que coordina Amadis Ross González y Loreto Alonso Atienza se antoja para una media semana llena de sorpresas, intercambios y producciones en el Cenidiap, Centro Nacional de las Artes, los días miércoles 27 al viernes 28 desde las 10 am y el sábado 29 el ciclo proyectado en la Cineteca Nacional. La entrada será libre y todo está listo para viajar al retrofuturo y al más allá.
Esa
delgada línea entre ficción y realidad, es lo que atrae y seduce a
las masas de seguidores para formar parte de algo mayor: la lucha
entre el bien y el mal. Los luchadores pertenecen a bandos de rudos y
técnicos, de buenos y malos, de santos y demonios que tratan de
construir una leyenda para la cual narran la historia sobre la vida
de un personaje que las más de las veces se funde con la vida misma.
En
el año de 1984 Dave Letterman entrevistaba a André René
Roussimoff quien era y probablemente es la
figura más reconocida de la lucha libre a nivel internacional. André
pesaba más de 250 kilos y medía 2.24 metros de altura. Letterman le
preguntó sobre por cuánto tiempo pensaba seguir luchando.
Roussimoff respondió –No lo sé, quizás esta noche sea mi última
pelea. Nunca podemos saberlo…nunca podemos saber lo que ocurrirá
en el ring.− Con esta frase resumía el lo que representaba subir
a luchar, y mostraba lo que había sido su vida hasta ese momento.
André,
El
Gigante
era como se le conocía en el mundo de la lucha libre, desde niño
debió sufrir por su condición física y esa extraña enfermedad
conocida como acromegalia o gigantismo. La leyenda de este luchador
se inicia desde esa lejana infancia cuando Samuel Beckett era quien
debía llevarlo a la escuela ya que el autobús escolar solía
rechazarlo por su estatura. Tiempo más tarde correría la fortuna de
ser descubierto e invitado a integrarse para dedicarse a la lucha
libre. A partir de ese momento el éxito parecía
inevitable.
Box
Brown un artista de narrativa gráfica
recopiló anécdotas y recurrió a una enorme cantidad de documentos
de todo tipo para reconstruir la biografía de este luchador y darlo
a conocer desde una óptica que muestra la vida de una celebridad
desde lo raro, desde la distinción por su cuerpo.
André
como luchador fue un tema polémico ya que era un personaje que
inspiraba a muchos a luchar, incluso sirvió de pretexto para crear
películas de la serie Rocky. Sin embargo lo que Brown nos muestra no
es simplemente la parte humana de este luchador que la mayor parte de
su vida fue visto y tratado como un verdadero freak,
a pesar de su éxito, de su fama y de su dinero.
Brown
construye un relato en el que evita caer en el drama fácil, a pesar
de que durante toda esta novela gráfica veremos a un André
alcoholizado, sin embrago nunca vemos de manera evidente su
sufrimiento, Brown deja que el lector contemple y resuelva lo que
está ocurriendo. El logro de este autor es que arma en viñetas
limpias con un estilo de dibujo que proviene del cartoon
para traernos la leyenda de un verdadero gigante. Al recorrer sus
páginas nos envuelve con una fuerza que proviene de la narración
simple. No hay en la estructura de sus planchas composiciones
complicadas o rebuscadas, sólo los cuadros clásicos del cómic bien
aplicados y de esa manera sostener la historia.
André
el Gigante, Vida y Leyenda.
Nos hace sentir la grandeza de este luchador en sentido literal. Nos
hace reflexionar también sobre las formas de racismo y marginación
que se ejerce sobre los cuerpos que son diferentes, en este caso muy
diferentes; Además nos muestra cómo hace apenas unas cuantas
décadas aún
se podía recurrir a la formula circense para mostrar lo que se
llamaba fenómenos y de esa manera llenar una arena.
Esta novela gráfica se convirtió de inmediato en un best seller, estuvo por más de tres semanas en las listas de los libros más vendidos del New York Times. También se convirtió en uno de los primeros cómics contemporáneos que se meten al género documental de manera más que brillante y que nos deja pensando durante mucho tiempo sobre la delgada frontera entre lo que es el espectáculo y la realidad, de como la mitología de la lucha libre se recrea a partir de la vida de estos personajes que no sólo buscan ganar si no cumplir una función en ese ring, en ese escenario que para ellos es la vida sin más.
Oscar G. Hernández editor de sección en la Revista Marvin