Renacer en la lucha

Heriberto Paredes

A finales de mayo, Marina y yo pasamos unos días muy tranquilos. Las revueltas comienzan en escenarios similares, como un tsunami que fractura la tranquilidad de los días soleados. El suave temblor que agita la copa y termina por derrumbar el edificio. Mucho mejor así: lo que parecía ser un verano lleno de nueva normalidad se convirtió en miles de ejemplos de los problemas que no pueden ocultarse ya.

El peor mal que tiene Estados Unidos –y créanme que la lista es muy larga– es sustentar toda su existencia en la racialización de las personas, en la opresión de la supremacía blanca sobre la población afroamericana, la diversidad de pueblos indígenas (nativos y migrantes) y todas las culturas que se han asentado en estas tierras. Racializar al capitalismo se ha convertido en el epitafio de una nación que debe morir tal y como la conocemos ahora.

Que sigan cayendo las estatuas de todos los esclavistas y conquistadores. Que sigan apagadas las luces de la Casa Blanca (¡Qué horrendo nombre!)

Desde que llegamos a vivir a esta zona limítrofe entre Harlem y Morningside Heights las reglas del juego estaban muy claras: las personas blancas viven mayoritariamente en un lado y la población negra y ‘latina’ del otro. No sólo se trata de que un parque nos divida, ni siquiera de que la policía se comporta distinto en cada barrio, lo peor es que todo parecía normal, asumido.

Durante 3 meses de confinamiento, la pandemia sólo consiguió agudizar las diferencias históricas que afectan las formas y las consecuencias de COVID-19 entre las distintas comunidades. Pero, siguiendo al gobernador de Nueva York, los hechos hablan primero y hablan claro: 2/3 partes de las personas contagiadas y fallecidas o son afro americanas o son latinoamericanas.

Y aún así pasábamos días tranquilos, con paseos en bicicleta mientras redescubríamos la ciudad y nuestro lugar en ella. Hasta que un día antes del cumpleaños de Marina, el 25 de mayo, dos hechos ocurrieron simultáneamente: Christian Cooper, un observador de aves, negro, fue agredido verbalmente en Central Park, la mujer que lo amenazó lo hizo –sabiendo que podía hacerlo impunemente– vociferando mentiras a un operador del 911. «Un hombre afroamericano está poniendo en peligro mi vida, manden a los policías de inmediato».

Al mismo tiempo, en Minneapolis, capital de Minnesota, George Floyd, un hombre negro era agredido por policías. En pocos minutos lo sometieron y uno de los oficiales lo asfixió con su rodilla mientras él –casi sin voz– sentenciaba: «No puedo respirar».

En menos de 24 horas, la mujer que mentía deliberadamente al servicio público para acusar a un hombre que le pidió que pusiera la correa a su perro en una zona obligatoria, era denunciada en redes, despedida de su trabajo y denostada en su vecindario. En ese mismo lapso, las primeras protestas cobraban forma y ponían un punto y aparte en la narrativa de pandemia que los medios y el Estado sostenían.

Así llegó esta nueva ola de lucha en contra, no sólo contra la brutalidad policiaca, pero por encima de todo, de la racialización de la sociedad.

Lo que se lee en las calles

Las fotografías que comparto en esta entrega son tan sólo una muestra de lo que se ha visto en las manifestaciones desatadas tras los hechos mencionados. Hablan de miles de personas en la calle, superando el temor de la pandemia, porque la rabia es infinitamente más fuerte que el miedo; hablan también de una solidaridad muy específica, la que hay entre personas afrodescendientes en casi cualquier parte del mundo.

Tras siglos de opresión, discriminación, violencia y muerte, uno de los vínculos más fuertes entre las personas afrodescendientes es el sentimiento de identificación, de saber que comparten una historia de sospecha y de acusación a pesar de las diferencias económicas. «Este sentido de solidaridad a través del sufrimiento se nos impone por la opresión que sufrimos en una sociedad supremacista blanca» afirma el historiador, Jemar Tisby en la revista The Atlantic.

Es cierto que no se puede generalizar este vínculo, pero también es cierto que existe y que es fuente de muchas redes y conexiones que terminan en organización.

«Respeten nuestra existencia o esperen nuestra resistencia» está escrito en un cartel que lleva una señora en Union Square, uno de los centros de concentración de las protestas. «Si ellos empiezan a disparar ponte detrás de mi» sostiene una chica blanca que sabe que la policía no dispara tan fácilmente a los cuerpos blancos. Esta ha sido otra de las herramientas de protección y generación de lazos entre personas blancas y afrodescendientes: el cuidado de los cuerpos racializados con los cuerpos que no son tan fáciles de atacar.

El renacimiento

Hacia la segunda década del siglo XX una amplia migración de personas afroamericanas comenzó a migrar, desde el sur segregacionista hacia varios de los principales centros urbanos con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida, tal vez espacios distintos para poder respirar con menor dificultad. Nueva York, Chicago, Detroit, Cincinnati, Pittsburg y Filadelfia se convirtieron en la casa de 6 millones de personas desplazadas en su propio país.

Harlem fue uno de los barrios receptores al norte de Manhattan, lo que estaba pensado como un barrio de clase alta para personas blancas se convirtió en la mayor concentración de personas negras en el mundo de aquella época. Más de 175 mil migrantes afro americanos ocuparon casas vacías, construyeron otras, se instalaron y comenzaron a escribir un nuevo capítulo en la historia.

«Compartían experiencias comunes de esclavitud, emancipación y presión racial, así como la determinación de forjar una nueva identidad como personas libres» explica un folleto del Museo Nacional de Arte y Cultura Afroamericana, ubicado en Washington D.C. Y sobre este piso común, un amplio movimiento cultural nació en las calles de Harlem.

Más allá de acabar con la racialización de la sociedad estadounidense, el Renacimiento de Harlem demostró que las personas afrodescendientes habían encontrado una voz propia y dejaron testimonio de la vida que les había tocado vivir y de la que eran parte en aquella atribulada década de 1920.

Desde la literatura, la pintura, la escultura y la música, los ejemplos suman esfuerzos, suman visiones, propuestas, lecturas de la realidad, necesidades. Se vislumbra –con esta perspectiva que da la historia– lo que vendía en el agitado siglo XX si del movimiento afroamericano se trata: la vecindad con nuevas olas migratorias desde Puerto Rico y República Dominicana, la convivencia con los afrodescendientes latinoamericanos, el movimiento de las Panteras Negras y los Young Lords, la epidemia de VIH y la muerte diseminada a través del crack.

La elegancia del Renacimiento permaneció pese a todo ello. Dejó un barrio firme en sus identidades, consciente de su riqueza cultural y listo para enfrentar, lo que esperan, sea la última batalla en contra de la supremacía blanca. «Es momento de poner también, al centro, la cultura negra, porque además de poner los muertos también tenemos otras cosas qué decir» platicaba una chica en una concentración por el cumpleaños de Breonna Taylor, asesinada el 13 de marzo cuando tres policías entraron a su domicilio y le dispararon 8 veces.

Las ciudades que sirvieron de refugio hace 100 años son ahora los lugares que estallan en revueltas, manifestaciones, protestas, denuncias, violencia y racismo.

Continuará…

Todo está por hacer aún, se trata de una labor elaborativa de toda la vida. Si comparáramos este nuevo ciclo de protestas con la duración de un día, serán tan sólo los primeros minutos los que han transcurrido, minutos en los que también en otros centros urbanos las protestas ocurren y desnudan el racismo sobre el cual están construidos: París, Londres, Río de Janeiro, Berlín. Las estrellas del arte y la cultura mundial reposan sobre la racialización de los cuerpos.

Que sirvan estas palabras y estas imágenes para comenzar la documentación de la nueva normalidad, en donde la rabia puede más que el miedo y el confinamiento.

Heriberto Paredes es periodista y fotógrafo independiente

@BSaurio / @el_beto_paredes / bsaurio

Imágenes del silencio

Álvaro Rodríguez

Imágenes del silencio: 196 abrazos contra el olvido es una muestra de 196 retratos de personas que abrazan a sus seres queridos desaparecidos durante la última dictadura uruguaya. Este proyecto fotográfico de Anabella Balduvino, Elena Boffetta, Ricardo Gómez, Federico Panizza y Pablo Porciúncula auspiciado por el Centro de Fotografia de Montevideo, el Museo de la Memoria entre otras organizaciones establecen un diálogo semántico con la fotografía de desaparecidos en un formato de fotografía de identificación. La frontalización es la modalidad en la que proceden los servicios fotográficos de identificación y antropometría en el mundo.

Si bien los retratos no son de cuerpo completo, el retrato se ocupa de registrar frontalmente a los familiares vivos con la peculiaridad de subrayar un gesto de suma potencia: el abrazo al retrato del desaparecido. Los retratados abrazan a sus familiares desaparecidos y establecen un vínculo indiscutible en un acto de contrafichaje, un anti-mugshot que además de presentar la dignidad individual presentan las manos que se aferran al retrato del ser querido desaparecido. En otrorora las manos, algunos accesorios y la vestimenta eran índices de incriminación de clase u oficio, aquí son elementos de contención de la memoria. Otra particularidad de la muestra es su formato público, pues ha sido montada en la plaza Cagancha de Montevideo produciendo un memorial público de los desaparecidos y el reclamo a la ignominiosa desaparición del terrorismo de Estado.

En el marco de la conmemoración de la vigésima quinta marcha del Silencio en Uruguay Imágenes del silencio interviene el espacio público con esta muestra que demanda la verdad y la justicia para la ciudadanía uruguaya. Para saber más de “Imágenes del Silencio: 196 abrazos contra el olvido” pueden visitar el sitio del Centro de Fotografía de Montevideo CdF.

Álvaro Rodríguez es historiador

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  • Foto: Ricardo Antúnez / CdF
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Guerra viral

Álvaro Rodríguez

Probablemente la tercera guerra mundial se había anunciado con el evento más extenuante en el viejo régimen audiovisual, la iteración de la catástrofe urbana que golpeó a la ciudad de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 fundó una dinámica de miedos y estrategias defensivas contra atentados nunca antes vistos.

Después del anuncio de Trump hace unos días sobre la prohibición de llegadas aéreas comerciales provenientes de Europa a los Estados Unidos, se declaró voluntariamente el inicio de la primera guerra viral-global. Zhao Lijian portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China llamó a sus pares

“a actuar de manera transparente, a hacer públicos sus datos de infección por covid19 y dar una explicación”

The Independent

no sólo de sus propias medidas”si no de la manera sospechosa de haber inducido el virus de manera intencional como una estrategia militar, como mil bombas atómicas vertidas desde un tubo de ensayo.

También Giorgio Agamben en la invención de una epidemia reflexionaba hace unos días sobre los estados de excepción que están ejecutando diversas naciones del globo, pero también atisba un fascismo desconmensurado, una sutíl manera de regresar a los manifestantes a sus casas, matarlos súbitamente del pánico y miedo, hacerles ver que se expondrán a nubes tóxicas de virus y tsunamis de bacterias indestructibles, desmoronar algo que sí es un privilegio en los países poscoloniales: el confort de sus sistemas de salud, el privilegio de ser atendido ante el menor síntoma. Jean Luc Nancy para tranquilizar esta ansiosa postura intelectual, le confirma en excepción viral a su amigo Agamben la vulnerabilidad de las poblaciones, la crisis de los hospitales, constata la fragilidad humana. No escatima la potencia de la epidemia y con ello también acentúa las responsabilidades geopolíticas que están imperando en este preludio de guerra bacteriológica, de espías y cultivos bacteriológicos.

¿Qué sorpresas nos tendrá el corona? ¿Se vengará de los privilegiados, de los excedidos, de los que han prolongado su edad en la política, en el jet set del enriquecimiento y en las cenas de corte a la Luis XIV? Ya lo veremos en los dichos de anticipación de los colapsólogos.

Álvaro Rodríguez es historiador

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Gobernarnos!

(Al final de lo político tal y como lo conocemos)

Börries Nehe

Desde hace unos días, todxs juntxs y cada quien por sí mismx parecen estar crecientemente alienados. O al revés: un aura irreal rodea al mundo. En cualquier caso, el efecto es el mismo, nos ponemos en el papel de espectadores incrédulos colgados de los liveticker, alternando entre la esperanza humana de que de alguna manera todo mejore, y el deseo mórbido de una sociedad que se está volviendo cada vez más apocalíptica en todas sus expresiones culturales que todo sea aún más extremo, que las imágenes sean aún más impactantes y el lenguaje aún más radical.

Este tiempo tiene algo de kafkeano: en un sentido cómico y oscuro, porque instituciones que están fuera de nuestro alcance toman decisiones sobre nuestras vidas que parecen cada vez menos predecibles y a las cuales estamos completamente sujetxs; y en un sentido trágico, porque ese tiempo conlleva el sabor de una capitulación colectiva e individualista. De esa sensación de estar expuestxs a lo irreal e incontrolable se alimenta un fuerte deseo de ser gobernadxs, de la manera más efectiva posible. Dejar todas las decisiones a lxs expertxs, transferir toda la soberanía a los aparatos de gobierno. El “sueño político de la peste”, como lo llamó Foucault, soñado colectivamente:

“la penetración del reglamento hasta los más finos detalles de la existencia y por intermedio de una jerarquía completa que garantiza el funcionamiento capilar del poder; … la asignación a cada cual de su “verdadero” nombre, de su “verdadero” lugar, de su “verdadero” cuerpo y de la “verdadera” enfermedad”.

MF

Es el fin de la vaguedad, de la indefinición, de la indeterminación. Y el fin de lo político, si lo entendemos como la capacidad social para darnos una forma y configuración.

De tal suerte que Covid-19 se está convirtiendo cada vez más en una experiencia que es a la vez individual e individualizante, y colectiva, social y global. Porque el desapego, el sentimiento de irrealidad no es más que un síntoma de una profunda enajenación, del no-poder-hacer, no-poder-decidir y no-poder-saber nada.

Este sentimiento paralizante de estar sometidos me parece una actualización y continuación lógica del mundo emocional que es característica del capitalismo (post-) neoliberal: un mundo de sufrimiento desbordante y de enfermedades depresivas de rápido crecimiento, un mundo de crisis de opioáceos y un mundo de tentaciones autoritarias, el refugio prometido para un ejército profundamente inseguro. La respuesta de los populistas a esta experiencia colectiva del desfallecimiento es “take back control“; la respuesta en tiempos de Covid-19 es “we take control“.

No es casualidad que la misma sociedad que produjo los Trumps, los Bolsonaros y Modis de este mundo también genere esta respuesta a la actual crisis (aunque estos personajes todavía tienen la deficiencia de ser mortales y erráticos, por lo que no se nos exige disciplina ante ellos, sino ante las instituciones). Por eso no me sorprendió cuando escuché ayer una reseña de la prensa mundial y me di cuenta de un comentario tras otro de que lo que se deseaba era un “liderazgo fuerte”, “mano dura”, el final del laissez-faire y una praxis basada en el buen ejemplo de China.

La movilización de los aparatos y del miedo coinciden con la desmovilización política y, por tanto, de la creatividad social. Al final queda un acto heroico de sumisión voluntaria al poder de la infraestructura, para el bien de la sociedad.

Corona-Calexico, Convict Pool, 2004.

Börries Nehe es latinoamericanista por la UNAM y actualmente coordinador del grupo de investigación sobre autoritarismos y contra-estrategias de la fundación Rosa Luxemburg.

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El bailarín como insurgente

Álvaro Rodríguez

Esta semana asistí con la especialista del performance Latino-canadiense Nuria Carton de Grammont Lara a ver la exposición Elements of Vogue, Un caso de estudio de performance radical en el Museo Universitario del Chopo. Fue una cita inesperada con el espacio expositivo en donde en su interior nos aguardaba una instalación enorme del artista Rashaad Newsome una suerte de espacio donde se celebrarán balls de voguin para iniciados y un primer loop Tongues United de Marlon T. Rigg nos recibía con un manifiesto gay de los años ochenta sobre la emancipación del cuerpo, un “hito de la representación masculina afrodiaspórica”. La historia del ballroom indisociable al arte afroamericano corre desde los años del jazz de los treinta y hasta las manifestaciones de las panteras negras en los 60s, transformándose en los años 70s, 80s y 90s y seduciéndonos con piezas de la escena perfomance desde David Hammons, los grabados de Glenn Ligon, a las representaciones subversivas de las Zapanteras de Emory Douglas, tres retratos de Marsha P. Johnson en polaroids de Andy Warhol y unas máscaras de Willie Cole hechas con zapatillas de voguing. Este recorrido es una revisión de una historia política de:

“los cuerpos criminalizados, racializados, medicalizados y castigados una y otra vez”.

Elements of Vogue, Un caso de estudio de performance radical

Pero al fin, visibilizados y reafirmados por la escena voguing, ahora internacional. Espacios atravesados por una incontable serie de elementos de las clases populares que giran la retórica de “la moda de los ricos” para hacerla suya y transformarla en un lenguaje cuyas frases se enuncian desde la tragedia, el cuerpo y el arte queer.

Elements of Vogue investiga cómo las minorías utilizan sus cuerpos para inventar formas disidentes de belleza, subjetividad y deseo”.

Elements of Vogue, Un caso de estudio de performance radical

La pieza del poeta Benji Hart, Dancer as Insurgent, 2017, fue un performance realizado ese año para la exposición Elements of Vogue en el CA2M en Madrid curada por Sabel Gavaldón y Manuel Segade y actualmente exhibiéndose en el Museo Universitario del Chopo. Este trabajo es importante para entender los elementos del performance radical y está dividido en varias pausas donde describe los elementos del Vogue, ahí se describen muy puntualmente las influencias y sus orígenes; expone la manifestación en el espacio, sus deudas y sus retroalimentaciones con otras culturas urbanas como el hip hop, sus formas de expresión y resistencia, sus posicionamientos públicos y políticos, sus formas enunciativas desde la memoria y el cuerpo, sus identidades, encarnaciones, apelativos y finalmente las doctrinas que figuran en un movimiento complejo de pose, postura y expresión en la batalla del baile. Así mismo se detiene en los procesos mentales de un bailarín, y sella con sus tesis. Aquí cifro algunas partes de su texto, recomendando seguir la cadencia de su poesía desde el performance:

Elementos estéticos del vogue

1. Confluencia en el espacio en el locking, el tutting, el lofting, términos que emergen de las escenas del Brodway, de las calles del Blooklyn, el funk, el house, el waacking, el b-boying, el uprok, el toprock

2. Puntos de adaptación, las películas de kung fu moving, donde podemos percibir la importancia de Carl Douglas, gimnasia, jeroglíficos, el ballet, la revista Vogue de la que se tomaron las poses y de donde el movimiento tomó su nombre, de las pasarelas de moda…

3. Formas afines de la batalla estética, el duelo de insultos (reading), las tradiciones afrocaribeñas: rumba, bomba, son, mambo, plena, salsa, mangulina, el stepping; los círculos de freestyle en el hip hop, el círculo “el punto focal de la energía”…

4. Lugares de origen, memoria geográfica colectiva, en las cárceles los convictos durante la Navidad se realizan concursos de belleza con plumas, la zona de los muelles, donde se pasean las reinas de los muelles, los jóvenes queer que se confrontan con los gays ricos de Lower East Side, las travestis negras que hacen sus propios concursos en el Harlem llamados “bailes” en “Central Park; Sally’s; Escuelita”…

5. Queers estetas, di sus nombres y nombrate a ti mismo…

6. Apelativos comunes: marica, chapero, gogo, destrozahogares, marica chistoso, en la burla; bakla, baing, pato, pájaro, invertido, buchota, pendejito, joto, maricón, masisi, chichi, batty bwoy, bujarra, sarasa, zorra, negra…

7. Doctrinas radicales: el baile como etnografía, la improvisación como baluarte contra el estancamiento; la forma como historia corporizada, memoria física; la batalla estética como compromiso metafórico con una lucha; el conocimiento como proceso y no como producto; el cuerpo queer como fuente del movimiento revolucionario, el baile urbano como arte de guerrilla, el recurso a la feminidad como resistencia ante lo patriarcal, la difusión cultural como desafío a la mercantilización, el movimiento físico como epítome de la práxis, el bailarín como insurgente…]

Procesos mentales de un bailarín

[…dirige tu mirada hacia el frente, entrega el baile como una ofrenda, se puede jugar con la simetría y la asimetría del cuerpo, el cuerpo es como un plano, afila tus cuchillos, el poder se puede entrenar, piensa en el fraseo físico como si fuese literal, olvidar la diferencia entre bailar y moverse, dejar que la música dirija tu movimiento, “cuenta una historia con las manos” Javier Ninja, deja que se revelen nuevas formas de moverse en tu cuerpo, imita y luego crea, crea algo a partir de la nada, refina tu oficio antes de ponerlo a prueba, los b-boys y beboppers y otros grandes artistas de la improvisación te preceden. Convierte el cuerpo en algo más que el lugar de deseo de otra persona, se fiero, se trata de localizar tu elemento propio y encarnarlo a toda costa, reivindica la belleza en el horror, evita repetir frases, romper el ciclo es radical, deja que las tareas diarias sean baile y has del baile una tarea diaria, lucha por existir como un ser completo, debes saber que los muertos caminan siempre contigo…

Somos unos desviados y ahí radica nuestro poder, el baile es memoria despertado en la batalla.

Al reelaborar el vocabulario del cuerpo queer y convertirlo en una fuente de poder personal y practicado, el vogue transforma el movimiento diario, en el cultivo clandestino de la energía revolucionaria, permitiendo a los que bailan hallar la fuerza en los espacios de debilidad y esperanza en lugar de desesperanza…]

Elements of Vogue, Un caso de estudio de performance radical estará hasta el 8 de marzo de 2020 en el Museo Universitario del Chopo.

Álvaro Rodríguez es historiador

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Gerard H. Gaskin, New York Awards Ball , Harlem, N.Y, 2005

Programa público

Ya no comemos cuento

Aucabo

En un ambiente de censura y coerción a diversos artistas, colectivos culturales y medios de comunicación independientes, (allanamiento a la sede de la revista cartel urbano), así como la solicitud de la Policía Nacional de eliminar un sitio web de un medio digital, se desarrolló el 21 de Noviembre el paro nacional en Colombia.

Paralelamente a estos sucesos de intimidación de la libertad de expresión y de prensa, el gobierno nacional días antes del paro comunicó un conjunto de posibles medidas restrictivas (toques de queda, ley seca, judicialización de vándalos…), que incendiaban y acaloraban el ambiente de las manifestaciones. Igualmente, los medios de comunicación masivos se focalizaban en recordar los incidentes y hechos violentos de anteriores paros, con el objetivo evidentemente de construir una narrativa del miedo y el peligro que representa salir a las calles, así como crear una indignación hacía los “vándalos criminales y terroristas que marchan”.

Esta lógica discursiva del binomio gobierno- medios de comunicación, sigue favoreciendo los intereses de una ultraderecha anclada al continuismo de la guerra y la negación rotunda de la paz, por supuesto ensombreciendo los verdaderos motivos de las protestas, que en Colombia y en América Latina sobran. Sería innumerable la lista de razones por las cuales la gente salió a las calles pero entre otras, el bombardeo de niños, asesinato sistemático de líderes sociales e indígenas, desempleo creciente, una desconsiderada reforma pensional y la histórica y epidémica corrupción que bastan para que el pueblo se movilice.

A pesar de este contexto represivo y autoritario, el paro Nacional del 21 de Noviembre (21N) signó la historia de la sociedad colombiana como una de las movilizaciones más numerosas, más enérgicas y creativas. Más allá de los desmanes ocurridos en diversas ciudades y que ensombrecieron las manifestaciones (saqueos y enfrentamientos violentos contra la fuerza pública) en un hecho sin precedentes, el pueblo, de manera espontánea y auto organizada salió a las calles cacerola en mano y expresó su profundo inconformismo por la situación actual del país, por quienes lo manejan y lo des-conducen.

El cacerolazo de la noche del 21 de Noviembre fue un grito de resistencia y de contestación que emergió en todas las zonas de la ciudad. Desde todos los puntos cardinales ciudadanos salieron a las calles para expresar su empatía, su comprensión del otro que sufre y demanda justicia social, igualdad y oportunidades, ese otro que durante esa noche fuimos todos. Mientras que el presidente en una alocución televisiva vacía y carente de conexión con la realidad social, enfatizaba en los signos de violencia y vandalismo ocurridos durante el día, el pueblo le estaba gritando al unísono de la onda metálica de las cacerolas, que estamos cansados de una clase política mohosa, retrograda y bélica que mira hacia el pasado, que está cada vez más distante y lejana de las demandas transformadoras de la sociedad.

En efecto, el gobierno y la fuerza pública son tan displicentes a estas acciones colectivas cargadas de música, arte y cultura (los cacerolazos, los plantones y las comparsas han continuado constantemente), que en la tarde del sábado 23 de Noviembre un miembro del ESMAD (Escuadrón Móvil antidisturbios) hirió a un joven de 18 años que se encuentra entre la vida y la muerte. Este hecho refleja el carácter hipócrita y farsante del actual gobierno. Mientras que el presidente habla de la protección de los ciudadanos y el respeto al derecho constitucional de la protesta, el caos y el desorden son sembrados en las calles por las fuerzas policiales1. Estas contradicciones se suman a una declaración oficial del día sábado donde se propone un diálogo entre gobierno y sectores sociales para escuchar sus solicitudes. Sin embargo, considero que un buen segmento de los ciudadanos “Ya no comemos cuento”. Al partido de gobierno, a la élite económica y política lo que les interesa es neutralizar y detener las marchas bajo la misma historia de siempre: mesa de diálogos, concertación y como está ocurriendo en Chile, con una reforma constitucional que en realidad no le interesa a los ciudadanos.

Esta retórica de la falsa conciliación, no puede socavar las verdaderas exigencias de la sociedad, por esa razón no se trata de firmar un decreto o un acuerdo que sirva como un paliativo y sedante de la movilización. Colombia y América Latina (optimismo pesimista), están despertando y debemos seguir tejiendo esperanza, cambio y acciones creativas y contundentes.

Bogotá, Colombia 25 de Noviembre, 2019.

1 Hay pruebas audiovisuales contundentes que demuestran la implementación de la teoría del pánico por parte del gobierno nacional. En los últimos días en ciudades como Cali y Bogotá se decretó toque de queda, se consiguieron vándalos que fueron pagados para sembrar el terror, los dejaban en conjuntos residenciales y luego los ciudadanos en pánico solicitan la presencia de la fuerza pública , como la ciudad esta militarizada, llega el ejército a presentarse como salvadores y héroes en la situación. Esta estrategia está respaldada por el temor y el miedo que se han creado en redes sociales.

Aucabo es antropólogo y doctor en urbanismo por la Universidad de París X Nanterre.

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El camino del héroe

El Borrador

Viví en el SENAME hasta hace unos pocos años, y cuando comenzó el estallido social me dieron ganas de quemarlo todo.
Robé, varias veces, en la calle y en casas, sabía que lo que hacía era malo, pero ya tenía quince años, nadie iba a venir a rescatarme, me las tuve que rasgar, solo. Pensé en trabajar, pero sinceramente las ganas de ver arder todo siempre me llamó mas la atención.

Todo cambió para mí cuando llegó un niño de seis años, con el Javier decidimos adoptarlo y llevarlo por el camino del bien, que no fuera como nosotros, que aún tenía oportunidad, que alguna familia se lo llevaría, que estudiara, que se preparara cuando saliera ¿Y para qué? Un día simplemente desapareció. Nunca me compré el asunto de su adopción, sus cosas todavía seguían en su pieza, él se hubiese despedido de nosotros, pero no, se fue.
Una noche preguntamos por él, sabiendo que algo raro había pasado. Finalmente nos llevaron donde supuestamente estaba, ahí fue cuando de la nada me desvanecí en el suelo. Cuando desperté, me vi en un lugar que parecía hospital por dentro, me costó moverme, miré a mi lado y el Javier con los ojos cerrados, y a mí otro lado otro niño del Sename a quien le raspaban el estómago con una navaja. Me embargó el miedo, no sabía si hacerme el dormido o escapar. A los minutos el tipo salió de la sala y me paré, lo más rápido que pude, un tanto mareado y tomé al Javier, pero este no despertaba, su cuerpo pesaba. Comenzaron a buscarnos, y yo, meándome, literalmente, llorando, le pedía a mi amigo que despertara, pero este nunca lo hizo. Me arranqué, sin él.

Llegué a Calama desde Santiago, pidiendo plata, quedándome en la calle, pasando hambre y frío. Pero un día alguien tuvo la gentileza de recogerme, un abuelo. Me llevó hasta su casa, sinceramente pensé que iba a abusar de mi y que esa sería mi forma de pago a cambio de comida y techo, mi vida era tan rata que estaba dispuesto a entregarme, pero no, él solo quería ayudarme y nunca me dijo por qué. El viejo estaba loco, decía que era cinturón negro, siempre me pedía que le pegara combos en la guata y la ponía dura como fierro, yo le puse el “Maestro Rochi” como el de Dragon Ball, mas encima era califa, se parecía caleta. Armó unas pesas con tarros de leche y cemento con las que me tuvo haciendo levantamiento de brazos. Me enseñó a como pegar tres golpes con un movimiento, a defenderme en la calle y en la vida, me hizo leer, a bajar la rabia, a contenerme, y por sobre todo me enseñó a llorar.
El Viejo Rochi me tuvo como 4 años en su casa y yo más encima le llevaba un vino de regalo gracias a una propina que recibí como empaque en un supermercado, pero ahí estaba, colgado en su pieza, con una sábana de su cama, una carta de embargo, y el recibo de la plata de la jubilación del banco.

Solo, de nuevo. Triste, lo extraño.

Volví a Santiago, dormí en la calle, y caminé por las avenidas buscando una oportunidad, pero algo muy raro sucedía, la gente estaba sin metro. Por primera vez vi que las personas se miraban a la cara en aquel viernes y conversaba el uno con el otro.
La noche del cacerolazo y yo sonreía, hasta que salieron los militares y no tenía donde irme. Escapé, mientras golpeaban como perros a los vagabundos, sin razón alguna, si aparecía un tanque tenía que agacharme detrás de un árbol. Pero no me duró mucho, un carabinero me apuntó con una pistola, me pidió los antecedentes, mil rollos en mi cabeza y lo decidí, pues el viejo Rochi me había enseñado lo suficiente para poder acabar con aquel tipo en dos segundos. Lo dejé en el suelo, aturdido. Corrí, muchos de ellos me perseguían, pero logré meterme en un colegio donde me escondí, donde cada vez que llegaba el toque de queda yo volvía.

Las marchas en las tardes, la gente que se multiplicaba, el humo a lo lejos, las lacrimógenas sin razón y el murmullo de torturas que se escuchaban.
Un grito desesperado de un señor, alguien quería destruir su pequeño negocio, entré para buscar al tipo, pensé en algún infiltrado, porque ningún civil con dos dedos de frente haría algo como eso… pero no, la sorpresa mayúscula: Javier. Ambos nos miramos, y nos reconocimos de inmediato, este tomó un par de cosas del local y comenzó a correr, fui detrás de él, varias calles más allá lo alcancé. Lo abracé, le pedí perdón, pero su rostro no era el mismo que alguna vez conocí.

– ¿Qué te hicieron?

Se levantó la polera y me mostró una cicatriz.

– Me falta un riñón ¿Te acordái del pendejo que adoptamos la otra vez? A ese lo desarmaron entero, como un auto recién robado. Vírate, loco. Se nota que estái cambiado, no eres como yo.

Lo vi marcharse, mientras me caían las lágrimas y la rabia me consumía. A Javier seguramente lo encontraré nuevamente y no será lo mismo que antes. Pensé en quemarlo todo, como dije al principio, pero ya no estoy de su lado, aunque lo comprenda.

Miré hacia atrás, observé a la multitud escapando de la yuta, y a jóvenes como yo perdiendo la vista por perdigones. No puedo quedarme sin hacer nada. Por el Rochi que terminó con él mismo por la falta de dignidad, por los niños que aún están en el Sename, he decidido taparme el rostro con mi polera, recoger una señalética en medio del caos y acompañarlos en este largo camino.

Soy el grito pidiendo justicia.
Soy la pañoleta que cubrirá tu cara.
Soy la piedra que lanzarás.

Soy PareMan.

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“El camino del héroe”

El Borrador
Instagram del autor y sus cuentos: @elborradoroficial

Soy PareMan. Foto: @periodistafurioso

¿El derrumbe de la estatua?

Álvaro Rodríguez

La enorme aportación del museo universitario de arte contemporáneo de la UNAM en la formación de públicos es incontestable. Sería imposible nombrar aquí en lo que lleva de vida el recinto, la ingente cantidad de exposiciones, temas y dispositivos museográficos puestos a prueba en sus interiores. Otra enorme aportación de su labor es educativa y de mediación con sus públicos. Su inteligencia inicial de poner a disposición sus catálogos en formato electrónico resulta de un compromiso sin parangón en el continente, con la formación de un centro de documentación especializado en arte contemporáneo y con una abierta difusión electrónica de sus catálogos, no sólo para su venta en físico que claramente vale mucho la pena adquirir, el Museo es más que un proyecto cultural, es una casa de formación para la crítica y la producción artística. En esta tesitura convengamos en comentar una exposición y un catálogo que ayuda a entender el paso de lo que José Luis Barrios en El derrumbe de la estatua, ha llamado “lo conmemorativo” hacia las prácticas de transformación de esos artefactos llamados monumentos.

El texto curatorial para la exposición del mismo nombre tuvo lugar en el MUAC y es de una actualidad muy evidente en el contexto de las manifestaciones feministas en el espacio público. Este catálogo debería ser leído aquí y allá, y casi procurar su distribución en librerías de Taibo II para darle visibilidad a la crítica de las empresas y políticas del Estado que se ocupan de dominar el espacio público desde hace más de un siglo, en un espíritu conmemorativo y de celebración. El derrumbe de la estatua supone una negociación democrática por establecer un debate sobre el estatuto del espacio público, su ocupación y su simbolización. También a través de la intervención se pone en juego la legitimidad de quién debería y tendría el derecho a ocupar los espacios de memoria, los imaginarios políticos y los símbolos del régimen. Para una generación milenial que creció con el MUAC, el derrumbe de los monumentos obedece a un derecho de accionar con soberana libertad el espacio público a través de:

“la intervención, situación y acción como crítica y derrumbe de monumentos, ya sean imaginarios, simbólicos o reales”…

Jose Luis Barrios, El derrumbe de la estatua, Folio, MUAC-UNAM, p.14.

…un espacio lleno de estatuas y monumentos producto de una historia patriarcal que le habla a los caudillos y a los patriarcas que nacieron y vivieron en el porfiriato y la revolución mexicana, personajes que caen uno a uno en esta era de la hiperconexión desideologizada o construida por valores distintos al orden y al progreso decimonónico.

¿Por qué molesta tanto las acciones y las intervenciones a mausoleos y cementerios del pasado?, porque en ellos lo que se conserva y se preserva es el imaginario del régimen, el patrimonio del Estado basado en piedras sepulcrales y prístinas que custodian el mito falocrático y fundacional de la nación. Esta monumental ciudad es el adversario epistémico que están enfrentando las mujeres en su andar cotidiano, en su posicionamiento político, en sus demandas ciudadanas de respeto. Es con el derrumbe de estos símbolos, a los que de modo irrenunciable el ciudadano tendría que contestarle a la violencia sistémica del Estado.

La desaparición, el acoso y la violación son símbolos implícitos de estos mármoles blancos, de estos laureles y fascios que ornamentan las beneméritas glorias de la historia de bronce de un país colonizado, emancipados de sus colonizadores y doblegado y aplastado por sus gobernantes.

Frente a ello, la reacción de amplios sectores, incluidas algunas mujeres convencidas de la función de patriarcado denostan la protesta, la intervención a esos hitos fundacionales del poder y desacreditan toda crítica que pueda darle voz a la discrepancia y al repudio de las estructuras perpetradoras de la violación al cuerpo político femenino. En buena medida si el movimiento feminista sabe accionar estéticamente en el espacio público es porque alguna repercusión en la teoría como en la práctica está siendo críticamente leída y perfectamente aplicada bajo el lema: “en México como entre las naciones el respeto al cuerpo ajeno es la paz y si no, la guerra”.

Álvaro Rodríguez es historiador

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DixitRadio – Secreto y Transparencia

En esta emisión Carlos Jager, Eriktool y Álvaro Rodríguez platicaron sobre el secreto y el arte de ocultar la información. Cuál es la técnica y la estrategia que los servicios de inteligencia persiguen con la confidencialidad y la obliteración de la información.

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Mariposas de piedra y fuego

Álvaro Rodríguez

Georges Didi Huberman explica en “El mensaje de las mariposas”, Por los deseos, fragmentos sobre lo que nos levanta en Sublevaciones, como la tradición de las octavillas deviene de un gesto, de un último gesto en medio de la catástrofe humana, (la guerra). Les brulots toman vuelo para resistir y subvertir el poder opresivo. Las octavillas, panfletos, escritos, textos, memes y carteles a los que me refiero son aquellos que Huberman llamó en este texto “mariposas” papillons, papelitos que tenían por facultad tomar el aire del espacio público, asir la ráfaga del viento, subirse al tornado y hacer de suyo el firmamento, sin pretensión alguna que la de llegar a su destinatario, aquel que levantaría esas voces ocultas entre los dobleces del papel y el juego de los lenguajes:

“No basta con desobedecer, también es urgente la desobediencia-el rechazo, la llamada a la insumisión-se transmita a los demás en el espacio público”.

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.112.

“¿Levantarse? De entrada levantar el miedo sin duda. Arrojarlo muy lejos. Dicho de otra forma, tirárselo en la cara a aquellos que obtienen su poder gestionando nuestros miedos”

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.113.

Así las octavillas o brulots son aquellos textos que combaten la opresión desde la rebelión.

Las mariposas al contrario de los carteles, estas se elevan por el cielo “llevando su mensaje de rebelión”, donde se pregunta Huberman:

“¿De qué sirven estas pobres mariposas que como último recurso instan a las nubes a la rebelión, cuando los mismos jóvenes rebeldes, justo debajo se dejan asesinar por la policía?”

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.113.

Estas mariposas en su momento sirvieron para “persistir y resistir pese a todo”, para hacerle frente a “los usos de la muerte”, a “la violencia de la ley policial”. Estas mariposas en el actual contexto chileno, han tomado forma de textos, videos testimoniales, conciertos en los espacios públicos que confrontan el toque de queda, fotografías que celebran la toma de las plazas y de las calles, carteles que denuncian y convocan a las marchas del cacerolazo y delinean indefinidamente un levantamiento permanente, “ESTO NO PARA”.

Estas mariposas constituyen un terremoto en el centro de las oligarquías, son un incendio de las jugosas inversiones y el mercado sin escrúpulos, son la ardiente gasolina que incendia a políticos mediocres y sus pactos disecados.

Al frente de la resistencia, antes de la molotov que le reventó a dos carabineras en la primera línea del cuerpo represivo como señuelos en campo de batalla, se eleva el brazo que lanza la piedra como inverosímiles proyectiles frente a las escopetas y los cartuchos de perdigones descargados contra la masa, esas piedras que antes se pateaban en una canción de los prisioneros, y que forman parte del repertorio del levantamiento, la técnica y la táctica de la multitud.

Una mariposa incendiaria del mayo del 68, reproducida por el Movimiento 22 de marzo en París, según Huberman prevenía de los gases y equilibraba el combate:

Contra los gases
Medidas preventivas
A falta de máscaras antigas:
gafas de bucear, de moto, de esquí, etc.
(herméticas)
Tener en la boca medio limón “para la respiración”, ropa alrededor de la nariz y de la boca.
No quedarse en la nube de gas, derramar agua en la ropa para tapar la boca, abrir las llaves de paso de agua, no mojarse con agua los ojos, ni la cara, porque puede producirse una emanación de productos tóxicos. No respirar los gases de granadas ofensivas, hacen mucho ruido cuando explotan. En la epidermis aplicar una capa de maquillaje o crema grasa.
Para los ojos: colirio con hidrocortisona.
17 de mayo 1968.

Georges Didi Huberman, Sublevaciones, p.123.

La belleza de las mariposas que vuelan en Chile, Ecuador, Haití, Hong Kong, Líbano y Catalunya aspiran a cubrir el espacio, a difuminarse entre las luces de la neblina urbana y rural, a dibujar el rostro de la multitud, a cantar “el poema” geodésico de la insurrección contra el Capital, y donde el imaginario de la revuelta reactiva la máxima frase de “la imaginación al poder”.

Álvaro Rodríguez historiador

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